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Nervios.

La palabra que a ambos los describía a la perfección.

Los nervios eran palpables en los jóvenes, y no era para menos. Hasta hace poco entre ellos hubo una leve declaración.

Si bien Becks había ofrecido la idea de ir a comer algo, el remordimiento de Evan de no haber asistido a clases no pudo permitirle aceptar como hubiera querido; razón por la que se declinó ante la oferta y le prometió a la rubia que pasarían juntos en el receso.

Ella aceptó, y ambos fueron a sus respectivos paralelos con una gran sonrisa adornando sus labios.

A ninguno le importó recibir un regaño por parte de sus respectivos maestros.

La alegría era inmensa.

Y ahora en receso, ahora que se habían juntado para charlar un rato, y quizás hablar sobre lo ocurrido, la palabra nervios los identificaba.

Evan la guió hasta un lugar algo apartado del sitio principal del receso; un área poco concurrida en donde se encontraba un banquito justo para dos, debajo de un árbol que los protegía del fuerte sol que comenzaba a darse. Un bonito lugar.

Ambos se sentaron, y desde ese momento no dijeron palabra alguna. Todo a causa de los nervios.

Nervios.

Jodidos nervios.

Becks observó de reojo al pelinegro y lo notó mirando a todos lados, como quien no sabía qué hacer. Quiso reír un poco por lo tierno que se veía. Evan estaba desesperado por acabar con aquel ambiente incómodo.

Bueno, ella estaba igual.

Deseaba que fuera el joven quien dijera algo —pues Becks temía meter la pata —, pero en vista de que Evan parecía estar a punto de entrar en un colapso nervioso, pensó que a lo mejor ella debía hacerle frente al asunto.

Lo miró una vez más, y se preguntó a sí misma qué pasaría si se acercaba un poco más a él.

Y lo hizo.

Y fue mala idea. Evan se tensó de inmediato.

Nuevamente, y esta vez con más énfasis, él comenzó a mirar a todos lados, y Becks hasta podía jurar que lo estaba viendo sudar más de la cuenta.

—¿E-Evan? —se animó a preguntar. El nombrado la observó, y Becks pudo notar sus inseguridades.

Estaba aterrado.

¿Por qué demonios estaba aterrado?

Ni que se lo fuera a comer. Por el amor de Dios.

¿Comer...?

Ahora Becks estaba sonrojada.

Ella sacudió la cabeza intentando apartar aquellos pensamientos, y volvió a enfocarse en su amigo. Evan seguía mirándola, por lo que le brindó una sonrisa tranquilizadora.

—¿Todo bien? —preguntó.

—C-Claro —respondió el pelinegro. La muchacha en pocas ocasiones había visto a Evan balbucear de aquella manera, razón por la que supo que era un asunto serio.

Ay, pero es que el joven se veía tan lindo sonrojado y tímido.

Evan era tierno.

Muy tierno.

Quería abrazarlo.

Tenía que abrazarlo.

—¿Estás nervioso? —Evan negó, pero sus palabras no estaban de acuerdo con sus acciones —. ¿Seguro?

Conversaciones Con La Rarita Del Curso [DEL #2] (CANCELADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora