Epílogo.

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3 años después.

— Will, por favor ya quédate quieto. — Jess intentó reprenderme pero en realidad terminó riendo porque está era como la quinta vez que ella estaba tratando de amarrar mi corbata y yo en mi intento de robarle un beso arruinaba su avance.

— Es que no puedo, si no querías que te interrumpiera no te hubiera puesto ese vestido que se te ve tan jodidamente sexy. — rodó los ojos y volvió a sonreír antes de volver su tarea. — Te por hecho que cuando volvamos lo primero que haré será quitarte ese vestido. — finalmente Jess terminó de ajustar la ajustar la corbata y me miró a los ojos de forma seductora.

— Me parece bien. — me dio un corto beso antes de alejarse y marche por las escaleras ¡Mierda! En serio la amaba.

— ¡O podríamos empezar ahora! — grité desde la sala pero solo escuché una risa.

— Se nos va a hacer muy tarde y realmente no me gustaría llegar tarde a mi propia gradación.

— A mí no me molesta. — volví a contradecirla.

— ¡Pues a mí sí! Así que mejor ve a buscar si el auto dejé mis tacones negros porque no los encuentro por ningún lado. — Quería volver a quejarme pero podía notar en su voz que ya se estaba estresando, tal vez no por mí pero sí por esos malditos zapatos.

— ¡Bien! ¡Pero cuando regresemos no te podrás alejar de mí!

— ¡Eso espero! — sonreí como idiota y finalmente salí del departamento, no sin antes tomar las llaves de los autos.

Una vez en el estacionamiento comencé a buscar los zapatos en mi camioneta pues hace unos días nos habíamos ido a Michigan por la boda de Mady, quien se casó con un chico que conoció hace 4 meses, bueno, cada quien. Luego de buscar debajo de cada asiento di por hecho que los zapatos no estaban ahí así que pasé al auto de Jess. Al abrir la puerta pude ver los zapatos justo en el asiento del copiloto.

— Carajo. — maldije entre dientes por haber perdido el tiempo en el otro auto pero justo antes de estirarme para tomarlos alguien me llamó.

— Sigues siendo el mismo William, maldiciendo por todo. — mi cuerpo se tensó porque sabía quién era, 5 años trabajando con él habían sido suficientes para que conociera su voz, era Matt.

— ¡¿Qué?! No vas a mirarme. — hacía tanto que no sentía tanto odio como ahora pero aun así decidí girar para mirarlo.

Al hacer esto todo el odio se fue pues la impresión que sentí al verlo fue mucho más grande, el chico que tenía enfrente no era nada parecido al Matt que recordaba, este nuevo tenía la cara casi destrozada.

— ¿Impresionado? — no contesté así que siguió. — Por si te lo preguntas ya no sigo con el negocio, terminé debiendo mucho dinero, dinero que me dejo con la cara así y con personas que ahora solo me quieren muerto. Al parecer tenías razón debí salirme de todo cuando aún tenía tiempo. — Conociéndolo sabía que algo quería y que toda esta escena era solo para que sintiera lastima por él, y la sentía, de verdad, pero el tenerlo aquí podría ser demasiado arriesgado para Jess.

— Sí, la tenía. — intenté irme pero él me interrumpió.

— ¡Espera! Por favor no te vayas, en serio que si estoy aquí es porque ya no me queda nadie en quien confiar.

— ¿Y qué te hace pensar que todavía puedes confiar en mí? Después de lo que me hiciste lo mínimo que debería hacerte es entregarte a quienes te buscan. — en eso sonrió, señal de que algo tenía entre manos.

— Porque tú no eres una mala persona, Will, nunca lo has sido, no como yo... — lo interrumpí porque de verdad me estaba comenzando a fastidiarme.

Mi Ángel. {Mitades Opuestas #2} COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora