ᴅᴇꜱᴄᴜʙʀɪᴇɴᴅᴏɴᴏꜱ | ᴊᴇɴʟɪꜱᴀ [1]

T R E I N T A Y N U E V E

Estaba demasiado sorprendida por lo que el acababa de decir. Por un momento pensé que solo quería molestar a Jennie pero al darme cuenta del rostro de Jisoo y de como el ambiente se puso tenso, me di cuenta de que no mentía.

—  ¿Podrías repetirlo? —dijo Jennie.

— Lo que escuchaste.

Jennie soltó una risa sarcástica.

— ¿Y debo de creerte? —Ella se gira hacia Jisoo, quien ni siquiera la mira— Jisoo, no es verdad lo que dice ¿no es así?

La pelinegra no dijo nada. Se mantuvo callada.

— ¿No es así? —insistió Jennie, pero su voz había cambiado. Parecía estar a punto de llorar— ¿¡Jisoo!?

— Lo siento —dijo Jisoo. Y eso fue suficiente para que Jennie quedara devastada, quizá no lo demostrara del todo, quizá no estaba llorando o reclamándole mil  cosas, pero era fácil de percibir en su mirada.

— ¿Por qué? —simplemente preguntó.

— Yo no quería, Jen, yo —Jisoo se interrumpe a si misma—...yo de verdad que no pude decirlo en ese momento pero...no lo sé.

Jennie solo siguió mirandola, dolida, para después de darse media vuelta para marcharse. Jisoo fue detrás de ella y la retuvo por el brazo.

— No es como tu crees, Jennie, yo nunca haría nada para lastimarte, por favor, permiteme explicarte.

— No quiero ninguna explicación.

Jennie se soltó de su agarré y corrió escaleras arriba. Me preocupó tanto verla subir de esa forma, porque realmente creí que en algún momento ella iba a caerse por los altos tacones que llevaba puestos. Sentí mucho alivio cuando vi que terminó de subir y todo estaba bien.

Yo estaba en blanco. Jimin vomitaba en una esquina, Jisoo sollozaba en los hombros de Jungkook, Jennie había salido corriendo, yo me encontraba en medio de un alboroto de gente y no tenía idea de que hacer.

Entonces, después de una lucha conmigo misma para decidir que era lo que tenía o no que hacer, yo también corrí subiendo las escaleras. Escuché detrás mio como Jungkook gritaba que Jennie necesitaba estar sola, pero no quería dejarla sola en esos momentos, no la obligaría a hablar, pero quería estar con ella y apoyarla aunque solo fuera con mi presencia.

Cuando abro la puerta de su habitación me doy cuenta de su aspecto: se encuentra encorvada, con la cabeza baja y con un cabello que es un desastre y tapa su rostro. Solo logro escuchar unos cuantos sollozos.

Al cerrar la puerta es cuando ella se da cuenta que estoy ahí, y guia su ojos en mi dirección. Están rojos, e inchados, no hay duda de que estuvo llorando. Pero solo me permite verla unos segundos, pues al instante se da la vuelta, dandome la espalda.