-Capítulo 34- P@+nches Cabrones

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Puv Itzae

El día de la explosión del Circulo...

Si me dieran un dólar por cada vez que hacíamos un reventón, sería asquerosamente rico.

Esperen, lo soy.

-Bienvenidos a Gringolandia- les dije cuándo se emprendió el desmadre.

La alberca se sentía increíble, con el sol acariciando mi piel, tantas hueritas y morritas dándose lote con todos nosotros, se me aceleraba el pulso de solo mirarlas, hice mi cuello traquear moviéndolo de un lado a otro, sonriéndole a la pelirroja que tenía en mi brazo izquierdo, desde que habíamos iniciado la fiesta comenzó a insinuárseme, necesitaba una apretadita del jefe.

Cuando comencé a venir con mi padre a estas fiestas, dijo que un día me aburriría de esto, pero él debía estar loco, por tantos números y drogas, porque yo estaba en la flor de mi vida.

El bit de la música electrónica sonaba fuerte.

Las rayas de coca y las pastillas de éxtasis estaban en todas las mesas.

Había alcohol por todas partes, para todos los gustos, habíamos contratado un dj que molaba cañón, teníamos juegos de luces, humo y flotadores de todas las clases, estábamos preparados para todo, sin saber en qué momento, había terminado en un beso triple, cuando la cosa se puso de blanco a negro demasiado rápido.

Los disparos nos hicieron reaccionar, lo siguiente que supe es que las chicas comenzaban a correr y me equipo de guardaespaldas caían como moscas ante mis ojos, saque mi cuerpo de la piscina, tome mi pantalón olvidado en una silla asoleadera, lo puse sobre mi hombro aun mojado saltando a unos matorrales, me lleva la madre, uno no puede tomarse unos días de descanso cuando un mocoso arribista quería usurpar el poder, cuando aprenderían estos pinches cabrones, andando descalzó recordé la distribución de la propiedad, era una de los ranchos que más me gustaba usar.

Agradecía no haber eliminado los grandes árboles y arbustos que rodeaban la casa, comencé andar hacia el costado derecho, observando las ventanas, viendo cómo hombres armados barrían la zona, eran asesinos profesionales, Como el diablo, podría jurar que me cobraría esta canallada, me acerque a mi despacho, era uno de los últimos que había usado mi padre, y ahí estaba el hijo de puta sentadito en mi silla, como si eso le entregara las llaves del cartel, podía ver solo su espalda y cabello, no estaba seguro quien era, pero al acercarme a la ventana la vi.

Joder.

No me libraba de una.

Me llevo la que me trajo.

Era la heredera del cártel de Juárez.

La madre que me parió, uno no podía acostarse con alguien y salir invicto, maldigo la hora en que pensé que acostarme con ella valía el riesgo, desde aquella pésima decisión había dejado de beber tanto en las fiestas, si estaba buenorra, pero la hembra estaba loca como una cabra, era una celopata de primera, que me respiraba en la nuca, no es que la fidelidad fuera un problema en mi vida, pero no podía llevarla a todos los lugares que fuera, tampoco me gustaba que quisiera inmiscuirse en cada decisión que tomara en el negocio, por él siempre me lleve bien con Charlotte, mi chica sabía dónde estaban sus intereses, ella me amaba, buscaba estar siempre conmigo, pero entre el cartel y nuestra relación, sabía que puesto ocupaba, se mantenía alejada de aquellos temas, por su seguridad, ni siquiera le interesaban los privilegios que mi posición le diera, ella estaba para mí de forma incondicional, su amor era puro, sin intereses de escalar, sin beneficios para nadie más y sin intentar cambiarme.

Pero no iba a perder esta guerra.

Morir matando es la ley.

Saque mi pistola labrada y apunte al cabrón que estaba sentado en mi silla, ya tenía una idea de quién era, debía ser el hermano menor de la culera esta que intentaba por todos los medios hacerse conmigo, pero ni con una bala en mi sien me casaría con ella, solo quería manipularme, no sé cómo la crio su padre, pero yo soy un hombre de ley, este mundo es para los hombres decididos, si hay que morir donde sea, así será, dispare.

Mafia |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora