Epilogo

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Puv Charlotte

La banda iba cantando al ritmo de la marcha lenta.

Cuando al panteón ya me lleven

no quiero llanto de nadie....

Sólo que me estén cantando

la canción que más me agradeel luto llévenlo adentroteñido con buena sangre...

Este mundo es muy chiquito

y yo lo anduve rodando...

Por eso quiero me lleven

con una banda tocandocanten no lloren muchachosque yo lo he de estar gozando...

Sus primos llevaban el féretro con un caminar firme y voz destrozada.

Yo no podía seguir el ritmo de la canción, las lágrimas parecían haberse acabado mientras lo velábamos hace unos días, su madre se unió a mí en el dolor, ambas estábamos inconsolables, rezábamos el rosario frente al cuadro de su hijo y padre fallecidos.

Ambas vidas fueron arrebatadas por los desatinos de la vida.

El cartel era un amante incansable, nunca cobraría suficientes vidas, los hombres nunca tenían suficiente, tenían demasiada avaricia, dolor, ira y resentimiento en sus corazones.

Amaba a Itzae, y él amaba al cartel. El poder era todo en su vida, hasta que ya no pudo controlarlo.

Había tenido mucho tiempo para pensar en mi Mexicano adorado, en aquel chico dulce de ojos tiernos, sonrisas gentiles, desapareció cuando el hijo del cartel comenzó a administrar los negocios, recordaba la primera vez que me regalo rosas, habíamos tenido un día en la piscina agradable, cuando salimos el ramo de flores estaba sobre una mesa, cuando me gire para verlo estaba arrodillado con una rosa entre sus dientes, era irreal.

Todo en él era sorprendente, como cuando veíamos películas con mis hermanos, y era un pésimo jugador de Xbox, cosa que lo avergonzaba terriblemente, ya no habría más guerras de comida en la cocina de la casa o cervezas frías en el porche de la casa con papa.

Si hubiera...

Estaba llena de ellos, pero había vivido muchas cosas a su lado.

Lo amaba, me había sentido plena a su lado, habíamos sido endiabladamente felices, habíamos sentido el amor puro de la primera vez, pero él amaba más el poder que solo el cartel podría darle.

La ceremonia fue eterna, habían asistido más de quinientas personas al velorio, por cuestiones sentimentales lo enterrarían en su rancho, que alguna vez fue de su padre, ahora todos cantaban canciones norteñas, los tigres del norte eran los más populares junto al grupo Exterminador.

El padre pedía a Dios por su alma.

No sabía cuántos hombres había matado, con cuantas mujeres se había acostado o que cosas escalofriantes podría haber hecho, pero esperaba que, por la pureza de nuestro amor, su acto final de benevolencia hacia mí, Dios se apiadara de su alma.

El tequila corría venteado por todas partes.

Sabía que él se encontraba en aquel ataúd color blanco, pero una parte de mí se negaba a creerlo, cuando comenzaron el descenso de su cuerpo, todo fue demasiado, tuve el impulso de lanzarme sobre el ataúd de irme con él, por mucho que mi mente quisiera estar en paz con su muerte, mi corazón no podía aceptar que se había ido.

Mafia |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora