CAPÍTULO XIV

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GAIA

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GAIA.

Te amo.

Me encuentro entre el sueño y la vigilia, pero aun así soy vagamente consciente de una mano pasándome los dedos por el cabello. Es una sensación muy reconfortante... y maravillosa.

Mi boca no responde pero mis sentidos están en total funcionamiento; y cuando percibo su aroma de brisa fresca y agua dulce sé que no se trata de un sueño.

Siento el calor de su cuerpo envolverme y el suave golpeteo de su corazón debajo de mi mejilla segundos antes que la suavidad de su voz se apodere de mí.

—Buen día, dormilona.

En cuanto abro mis ojos, todo lo que puedo ver es gris; y no es el gris de mis paredes, aunque sí se trata del mismo tono, sino el de los ojos de la persona que me inspiró a pintarlas de color plateado cuando mis padres me adoptaron y me dieron una habitación. Es el color que, desde que me encontró acostada en el suelo húmedo del bosque, siempre he asociado al sentimiento de seguridad.

—¿Gideon? —pregunto somnolienta—. ¿Cómo demonios entraste?

—Por la ventana —susurra, regalándome una tímida sonrisa con hoyuelos.

—Tienes que irte antes que mis padres despierten —murmuro, pero mis acciones contradicen a mis palabras cuando me acerco aún más a él y me abrazo a su pecho, acariciando su piel con mi nariz y disfrutando de su calidez.

—Tu padre entró en tu habitación minutos después de que me hubiera acostado junto a ti —dice suavemente, como si el hecho de que mi padre lo haya visto colarse en mi habitación no fuera un asunto serio.

—Oh, Dios. —Levanto mi cabeza y lo miro con la boca abierta—. ¿Y aun así te quedaste? —pronuncio lentamente, intentando tranquilizar a mi acelerado corazón.

—Nena, nada podría alejarme de tu lado. —Me aparta el pelo de la cara y besa mi frente—. Además, me dijo que la próxima vez que desee dormir junto a ti entre por la puerta principal.

—¿Eso te ha dicho? —pregunto en un tono demasiado agudo.

—Pues, claro. —Se mueve debajo de mí y de pronto me encuentro con mi espalda presionada contra el colchón y su cuerpo pendiendo sobre el mío—. Sabe que sería en vano el prohibirme dormir junto a ti —dice con una brillante sonrisa, sujetándome las mejillas con las palmas de sus manos y acariciándome los labios con su pulgar antes de besarme la frente, los párpados, la punta de la nariz y finalmente la boca.

Automáticamente, una de mis manos va a su sedoso y alborotado cabello color arena mientras que la otra se posa sobre su espalda y hace fuerza para que su cuerpo se presione contra el mío.

Pero por muy cerca que lo tenga, jamás parece ser suficiente. Desearía tenerlo bajo mi piel.

Entendiendo mis intenciones, Gideon flexiona sus brazos y se acomoda entre mis muslos, mareándome con la perfecta combinación del calor de su torso desnudo traspasando mi camiseta y su erección presionando contra mí.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora