CAPÍTULO XXXV

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GAIA

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GAIA.

—Pareces un poco mareada —susurra mi padre cuando descendemos el último escalón fuera de mi casa—. ¿Crees que serás capaz de hacerlo?

Su voz me suena muy lejana y apenas siento las piernas, pero me las arreglo para tragar saliva y darle un leve asentimiento.

—Sólo... no dejes que me caiga.

Como única respuesta, mi padre aprieta suavemente mi mano tres veces en esa forma secreta de decir "te amo" que me enseñó un año después de haberme adoptado, cuando yo aún no me sentía lo suficientemente cómoda para decir las palabras en voz alta.

—Cuando apriete tu mano tres veces, significa que te amo —había dicho de rodillas frente a mí con mi pequeña mano en la suya—. Es nuestro secreto. Puedes usarlo hasta que ya no lo necesites.

Sólo hemos usado nuestro lenguaje secreto un puñado de veces desde la primera vez que le dije las palabras a los diez años, pero sé que en este momento lo está haciendo porque le es imposible pronunciar las palabras sin llorar. Con mi corazón corriendo como loco en mi pecho, le devuelvo los tres apretones.

El fuerte y errático ritmo en mi pecho se acelera aún más cuando rodeamos mi casa y el suave sonido de una guitarra comienza a sonar a mi alrededor. Sin pensamientos ni vacilaciones, camino lentamente y sin apartar la mirada de mis pies hasta que estoy segura que no me caeré. Siento la sangre subir a mis mejillas al escuchar los murmullos y el susurro de la audiencia cuando aparezco a la vista de todos, pero me obligo a respirar profundamente y a alzar la cabeza.

Durante un segundo escaso, me distraigo con las abundantes luces y flores que se entrelazan con las ramas de todos los árboles a mi alrededor, pero me obligo a apartar los ojos de ellas y busco a través de las filas de sillas de madera hasta que le encuentro al final del pasillo, de pie delante de un arco construido con ramas gruesas y adornando con guirnaldas de hojas y flores.

Apenas soy consciente de Aryeh de pie a su lado y del hombre detrás de ambos. No veo a mi madre donde supongo que se encuentra sentada en la fila delantera, ni a mi nueva familia ni al resto de los invitados. Todo el mundo se desvanece a mi alrededor y lo único que puedo ver es a Gideon.

Su cabello color arena, más largo de lo habitual, se encuentra peinado hacia atrás y sus ojos de mercurio realizan un agonizante viaje desde el bajo de mi vestido cubriendo mis zapatos sin tacón, hasta mi vientre hinchado oculto gracias a la falda holgada pero elegante de mi vestido. Intento y fallo en esconder el rubor de mis mejillas ya levemente sonrojadas cuando su mirada fundida se demora en el escote favorecedor por sólo unos segundos de más antes de subir rápidamente a mi rostro. Y entonces, cuando su mirada se encuentra con la mía, rompe en una sonrisa de júbilo que me quita el aliento.

Nuestras miradas se entrelazan mientras hago mi camino hacia él. Sus ojos plateados lucen tan profundos que siento que estoy mirando al mismo centro de su alma.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora