Gaia Vitali sólo tenía seis años cuando sus padres la abandonaron en el bosque. Esperaban que muriera y así deshacerse de ella, pero nunca pensaron que la mafia de Calgary la encontraría y salvaría su vida.
Han pasado dieciocho años y ella aún luch...
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GAIA.
Cerrando la llave del agua caliente, tomo una enorme toalla blanca del armario y me envuelvo con ella, anudándola bajo mis brazos. Abro la puerta del cuarto de baño y camino en una nube de vapor dentro de mi dormitorio para vestirme con pantalones de chándal y una sudadera de Gideon que obtuve al colarme dentro de su habitación hace una semana. Regreso al baño para tomar mi cepillo y me paro frente a la ventana de mi habitación para cepillarme el cabello. En el cielo, la luna tiene un contorno asimétrico, casi llena, e ilumina los copos de nieve que cruzan sus halos de luz.
Escucho a personas charlando en el pórtico y en sólo unos segundos mi cuerpo entero vuelve a la vida cuando reconozco la sedosa voz de una de ellas.
Me recojo el pelo rápidamente en una coleta, me coloco las zapatillas deportivas y una chaqueta y me lanzo a través del pasillo, descendiendo rápidamente las escaleras. Ni siquiera he alcanzado la puerta de entrada cuando siento un cosquilleo en mi espalda.
Abro la puerta tan fuerte y rápidamente que casi la arranco de sus bisagras, e inmediatamente una descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo cuando me encuentro frente a Gideon.
Me resulta imposible despegar los ojos de él y apenas percibo que mis padres también se encuentran en el pórtico junto a nosotros. Aquellos días sin verlo me habían hecho olvidar lo tremendamente impresionante que era.
El rostro de Gideon se ilumina en cuanto me ve y una leve sonrisa se dibuja en sus labios. Sus ojos grises son tan ligeros como la lluvia de verano, sus mejillas se encuentran rosadas por el frío y su cabello rubio desordenado está cubierto con copos de nieve. Tiene un tono claro de barba que cubre su mandíbula y lleva su usual vestimenta negra que no hace nada por disimular sus poderosos músculos.
Es tan perfecto que casi duele mirarlo.
Mi estómago revolotea ante la visión de su hermoso cuerpo y fantaseo con ver cada parte de él una vez más. Una tormenta de mariposas toma vuelo entre mis costillas cuando me acerco a Gideon y, sin pensarlo, entierro mi rostro en su pecho, inhalando su aroma. Envuelta en su calor, su cuerpo... finalmente, luego de casi tres semanas, me siento nuevamente completa.
—Cuánto me alegro de que estés de nuevo en casa —susurro en su pecho, mi lugar favorito en este mundo.
Sus brazos se envuelven a mi alrededor con tanta fuerza que me impide incluso respirar. El oxígeno, de todos modos, ha dejado ya de ser un elemento esencial para mí.
Se mueve otro poco y los vellos que cubren su mentón rozan mi frente por una fracción de segundo. Hace un ruido, uno suave, uno relajado, y su vello facial me roza otra vez cuando besa con suavidad mi frente.
Apenas me percato de mis padres caminando dentro de la casa y cerrando suavemente la puerta a su paso para dejarnos a solas.
—¿Te apetece ir a caminar? —La voz de Gideon es suave y reconfortante en la gélida noche. Todo sobre ella me hace cerrar los ojos mientras absorbo sus palabras antes de asentir lentamente.