CAPÍTULO II

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GAIA

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GAIA.

Dieciocho años antes.

—¡Blaire! –Escucho a mamá desde el interior de la casa, su voz suena un poco diferente–. ¿Dónde estás?

Estoy saltando en las pilas de hojas secas que papá juntó el día anterior, algunas tan altas que no puedo ver sus cimas. Me detengo cuando mamá vuelve a llamarme y me escondo debajo del banco de madera, arrastrándome sobre las hojas. La veo salir al patio y me cubro la boca con mis manos para que ella no descubra mi escondite, pero rápidamente lo hace y deja escapar un sonoro suspiro.

—Blaire —dice poniendo sus manos en su cintura—. Sal de ahí abajo, por favor.

Esas últimas dos palabras me demuestran que hoy es uno de los días buenos, por lo que me arrastro fuera para acercarme a ella. En cuanto estoy delante suyo, coloca sus manos sobre sus rodillas y se inclina hacia abajo para que sus ojos azules queden justo frente a los míos.

—Blaire, te has ensuciado. Mira cómo está tu ropa.

Miro hacia mi suéter blanco y rosa y veo las manchas marrones del barro.

—Lo siento, mami. Sólo estaba jugando.

Las líneas de su cara se suavizan y se transforman en una leve sonrisa cuando desliza los mechones de pelo de mi frente hacia atrás y los fija en su lugar con el pasador.

—Está bien, pero necesito que vayas a cambiarte.

—¿Por qué? —pregunto un poco alto—. No quiero ir a cambiarme, quiero seguir jugando.

Mamá registra mi cara por un par de segundos, sus labios apretándose juntos.

—Porque saldremos a dar un paseo, Blaire. ¿No querías ir a ver los alces? Tu padre encontró un lugar en donde podremos verlos. También hay osos y ciervos.

Entonces la puerta de cristal se abre y papá camina fuera de la casa. Su cara se ve tensa.

—¿Están listas? —pregunta, mirando a mi mamá.

Ella asiente.

—Sólo tengo que cambiarle la ropa.

—Déjala así, Abigail. Se volverá a ensuciar. ¿No es así, pequeña?

Me limito a asentir rápidamente. La emoción de saber que por fin veré a un alce me deja sin palabras.

Suspirando, mamá se pone en pie y camina dentro de la casa junto a mi papá. Los sigo por la puerta principal y me subo al asiento trasero del coche, viéndolos cerrar la puerta con llave antes de unirse a mí.

A medida que nos alejamos de nuestra casa, veo como papá sujeta la mano de mamá en el asiento delantero y ella se vuelve hacia él con una pequeña sonrisa, dejando escapar el aliento en una exhalación.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora