CAPÍTULO VI

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GIDEON

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GIDEON.

Dejo caer mis pantalones y abro la puerta de la ducha. Doy un paso fuera del camino de la corriente del agua y modifico las llaves hasta que esta comienza a salir fría. A medida que el agua se estrella contra las baldosas del suelo y salpica mi piel, decido que un poco de calor no estaría de más... o al menos eso es lo que espero.

Mientras el agua cae en cascada sobre mi cabeza pienso en la forma en que Gaia contenía la respiración y el calor en sus fascinantes ojos cuando me untó el ungüento sobre el corte en el labio. Ignorando a mi polla, que se eleva con ansiedad frente a mí, alcanzo el gel de baño y aprieto en grandes cantidades hacia mi mano. Empiezo a hacer espuma de jabón por cada centímetro de mi cuerpo, evitando el vendaje en mi hombro izquierdo, y veo cómo el agua se vuelve rosada mientras lavo la sangre fuera de mi piel. Dejo a propósito mi longitud para el final; y cuando no tengo ninguna otra opción excepto lavarla, curvo mi mano alrededor del eje, lavando tan rápidamente como puedo sin causarme demasiado dolor. Un suspiro pesado deja mis labios y siento a mis párpados caer pesadamente. Sin pensarlo dos veces, me agarro la punta de mi polla y aprieto firmemente mientras descanso mi mano libre pesadamente contra la pared de azulejos.

—Mierda... —me quejo, mi voz apenas un susurro.

Imágenes de Gaia vienen a mi mente mientras mi mano sube y baja por mi pene, aumentando la velocidad. Casi de inmediato me encuentro al borde de un orgasmo, pero alejo mi mano antes de caer por ese precipicio y aprieto mis ojos cerrados.

No voy a acabar de esta forma, no voy a perderme masturbándome en la ducha cuando ella se encuentra en la misma casa queriéndome tan desesperadamente como yo la quiero.

Pienso en el hambre en sus ojos cuando examinaba mi torso desnudo, en cómo se sentían sus labios cuando la besé a la madrugada... Mi mano se retuerce con mente propia hasta mi polla, pero la controlo y cierro el grifo del agua caliente, empapándome a mí mismo en agua fría. Aprieto los dientes contra la temperatura de congelación, y sólo cuando estoy seguro de que mi erección no va a volver es cuando cierro el agua.

No puedo creer a mis ojos cuando salgo de la ducha y registro la toalla, los pantalones y la camiseta pulcramente doblados sobre el lavabo. Tomando una respiración profunda y cerrando los ojos, intento convencerme de que los objetos fueron puestos allí antes de mi indecente y lujuriosa actuación.

Recojo la toalla y rápidamente seco mi cuerpo antes de ponerme la camiseta blanca y el par de pantalones cortos. Y cuando finalmente hago mi camino hacia la sala de estar, encuentro a Gaia profundamente dormida en el sofá.

Mierda. ¿Cuánto tiempo estuve en la ducha?

Se cambió la bata que llevaba puesta cuando me abrió la puerta y se puso unos pantalones de chándal y una camiseta gastada por años de uso, que en sus sueños se levantó para mostrar una porción de la suave piel de su estómago. Me siento sobre la mesa de café frente a ella y me quedo observándola unos minutos antes de cargarla en mis brazos. Se abraza a mí y apoya la cabeza en mi pecho susurrando algo a pesar de que no se despierta mientras subo las escaleras para llevarla al dormitorio, donde la deposito en su cama y la cubro con la manta.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora