Capitulo 8: Vuelta a la "normalidad".

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Pasamos unos cuantos días más en aquel paraíso verde hasta que tuvimos que volver a la escuela. Lo pasamos genial en aquellos días. No había sido tan feliz desde que me prometí con Draco, y estaba feliz de haber vuelto con él tras todo lo ocurrido. El día antes de comenzar las clases me puse en contacto con Hermione para que me hiciera llegar el uniforme del colegio de alguna manera ya que, aún, estaba en mi casa muggle. Ya vestidos y preparados para las clases, salimos de nuestro campo de protección para enfrentar un nuevo semestre de "aventuras" con el trío de oro. Creo que el momento que más me dolió fue despedirme de Draco para ir a mi sala común. Pero en cuanto entre por la puerta, toda aquella tristeza se fue.

-¡Katya!- gritó mi hermana abalanzándose sobre mi cuello.

-¡Herms!- grité de la misma manera devolviéndola el abrazo.

-¿Y nosotros qué?- preguntó una voz por detrás que reconocí como la de Finn.

Me abalancé sobre él tras haber terminado con mi hermana y seguí dando abrazos a todos mis amigos presentes en aquella sala; Ron, Harry, Ginny, Estaba feliz por estar de vuelta.

Unos días más tarde...

Me había empezado a tomar el curso más enserio ya que no pensaba depender de nadie en mi futuro. Así que no falté a ninguna clase y conseguí que mis notas se dispararan cual cohete. Estaba orgullosa de mi misma. Y, aunque no viera a Draco más a menudo, todo valía la pena. Era un domingo normal en "Las Tres Escobas" con Hermione, Harry y Ron cuando ocurrió algo sumamente extraño. Nos sentamos en una mesa que era totalmente visible a la barra donde las camareras servían a todos los magos y brujas que iban por allí. Harry organizó los sitios; cosa que era bastante extraño, pedimos las bebidas y comenzamos a charlar.

-Cuatro cervezas de mantequilla- ordenó mi hermana a la camarera- Una de ellas con jengibre-

A los pocos minutos, nuestra orden estuvo en la mesa. Todos comenzamos a beber tranquilamente, hablando de cualquier cosa hasta que...

-Maldita sea- dijo Ron hundiéndose en la silla.

-¿Qué ocurre?- preguntó Hermione desconcertada mirando a todos lados.

-Creo que se refiere a eso- dije señalando una mesa al fondo de la taberna.

-Solo se están cogiendo de la mano- dijo Hermione volviéndose a Ron al ver a Ginny y Dean juntos.

Ron levantó la ceja y señaló la mesa de nuevo con la mirada.

-Y ahora se están morreando- rectificó ella.

-Me piro- dijo Ron haciendo un amago para levantarse.

-¿Que haces?- dijo Hermione obligándole a sentarse de nuevo- A ti te gustaría que ella se fuera si nos viera a nosotros morreándonos?-

La mesa se quedó en silencio durante unos instantes hasta que Harry levantó la mano, como si estuviera saludando a alguien. Unos segundos después Horace Slughorn, profesor de pociones, se acercó a la mesa tirando la cerveza de mi hermana sobre ella sin querer. Harry y Slughorn estuvieron hablando durante un rato y al final de la conversación les invitó a él y a mi hermana a una fiesta de Navidad.

-Me alegro de verte- dijo Slughorn finalizando- Emmm, Wallaby-

Tras aquello se alejó de la mesa. Después de algunas preguntas hacia Harry sobre por qué se comportaba así con él, salimos de la taberna. Hermione iba un poco ida pero se la pasó en seguida. Ibamos caminando detrás de Katie Bell y su mejor amiga, Leanne, cuando de repente oímos un grito.

-¡Le dije que no lo tocara!- gritó Leanne viendo como Katie se deslizaba por el suelo.

Como si estuviera poseída subió al cielo con cara de psicótica y acto seguido se dejó caer hasta el suelo. Hagrid llegó a tiempo para socorrerla al tiempo que Harry se acercaba a inspeccionar el objeto que había causado tanto desastre; un collar. Casi una hora después estábamos en el despacho de la profesora McGonagall. Tras haber inspeccionado el collar, nos dio permiso a Leanne y a mi para abandonar la sala. Hermione y sus amigos se quedaron un rato más para responder las preguntas de la profesora. Vagaba por los pasillos como alma perdida, sin saber que hacer. Aquel acontecimiento me había marcado más de lo que me gustaría. Katie nunca haría daño a nadie, no entiendo quien habría sido capaz de maldecirla.

A la semana siguiente...

Desayunaba tranquilamente en el Gran Comedor. Como era sábado no había mucha gente desayunando a la vez. Me fije en que Katie había entrado al comedor, parecía bastante recuperada por lo que ocurrió la semana pasada. Me fui a levantar para preguntarla cómo estaba, pero no tuve la ocasión ya que Harry se me adelantó. Cruzó unas cuantas palabras con Katie y después se giró apra volver a su sitio. Pero en lugar de eso se quedó paralizado mirando hacia las puertas del GC. Miré en su misma dirección pero solo logré distinguir una cabellera platinada avanzando hacia la puerta. Segundo después, Harry cruzaba el mismo umbral, yendo tras él. Eso solo podían significar cosas malas. Me levanté todo lo deprisa que pude y caminé lo más rápido que me permitieron mis piernas entre la multitud que iba en dirección contraria a la mia. Al final, conseguí salir pero no sabía donde ambos podían estar hasta que escuché sonido de cosas rompiéndose en el baño. Fui hasta allí y cuando estuve en la puerta solo pude escuchar una palabra.

Sectumsempra!-

Conocía ese hechizo. Segundos después Harry salía del baño horrorizado y yo entraba de manera veloz hasta el final del baño. La escena que me encontré fue la más devastadora para mi ser. Draco estaba en el suelo, encharcado, mientras unos cortes aparecían sin parar en cada parte de su cuerpo. Se estaba desangrando. Me arrodillé a su lado, le cogí la mano e intenté tranquilizarle como pude. No conocía este tipo de magia tan bien como para poder realizar un contra-hechizo. El profesor Snape no tardó mucho en aparecer. Se arrodilló de la misma manera que yo y comenzó a susurrar unas palabras que hicieron que la sangre derramada volviera al cuerpo de Draco, que los cortes cesaran y comenzaran a curar. Cuando estuvo del todo curado, tomó una bocanada de aire y le ayudé a incorporarse. Una vez sentado le abracé y pasé mis manos por su pelo. Casi lo pierdo.

-Señorita Riddle- dijo Snape dirigiéndose a mi- Deberá llevar al señor Malfoy a la enfermería de inmediato-

Asentí dando vía libre al profesor para que se marchara. Aquel día casi pierdo a Draco. Había sentido como la luz que había en mi se esfumaba y se sustituía por venganza. Oscuridad. Y me gustó. Me gustó bastante.

-No voy a dejar que nadie te haga daño, Draco- susurré.

Noté una sensación mi y cuando levanté la vista de nuevo los ojos de Draco estaban abiertos como platos.

-¿Qué ocurre?- pregunté confusa.

-Tus ojos- dijo temeroso.

Me levanté del suelo dejando a Draco allí, tan confuso como yo. Me miré en uno de los espejos que había allí. Estaba roto, pero no hacía falta que estuviera perfecto para ver que mis ojos habían cambiado su color. Rojo. Había leído que, cuando a un mago o bruja le cambiaba el color de sus ojos, significaba que algo en su interior había cambiado drásticamente. Había diferentes tipos de colores: azul intenso, verde oscuro, gris claro y, el más inusual y peligroso de todos; rojo. Solo había una persona conocida en el mundo mágico que tenía los ojos del color rojo: mi padre. Una sonrisa se formó en mi rostro. Mi interior entero cambió a un estado en el que la venganza era mi prioridad. Y en ese momento, solo deseaba hacer una cosa.

-¿Que te está ocurriendo, Katya?- preguntó Draco desde el suelo.

-Debo llevarte a la enfermería, querido- dije con una voz más poderosa que la que tenía antes, mirándolo a través del espejo- Después tengo que encargarme de unos asuntillos personales-

Me giré hacia él de nuevo para poder contarle mis planes más cómodamente.

-Potter ha intentado matarte hoy- dije ampliando mi sonrisa- Pero, te aseguro, que yo no fallaré en mi venganza-

El rostro de Draco mostraba confusión. No lograba entender la situación, pero yo la hice más fácil con mis siguientes palabras.

-Es hora de matar al joven Potter-

Quien dijo Sangre [Draco Malfoy Y Tú] // [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora