Capítulo 13

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Narrado por Carlota a 15 de septiembre de 2016:


Camino por los anchos pasillos del hospital, con la mirada clavada en el horizonte. Pasos cortos, con el gotero bien agarrado.
Me han dicho que puedo caminar todo lo que se me antoje, que así me podría despejar pero ahora que lo pienso, debe de ser lo único que se puede hacer aquí.
Llego a una pequeña puerta con globos de colores en el marco y leo el gran cartel con letras de led que hay encima. "Pediatría".
Siento la necesidad de entrar para ver lo que esconde pero no me decido a hacerlo.
Un chico de más o menos mi edad me adelanta y pasa por delante de mis narices con una chica de la mano. Él esta calvo y ella parece caminar fiándose de lo que le dice él.
Entro tras ellos y me encuentro con un pasillo abierto con sillones a mi derecha y mesas como pupitres a mi izquierda.
Me quedo quieta, un poco perdida hasta que alguien me pone la mano en el hombro y me giro asustada.

   -Debes de ser nueva-.

Sus palabras me repatean y no me hace gracia aunque él si parece contento.
Bravo, tú debes de ser el listo de la pandilla.
La chica y el otro chico también están mirándome.

   -Me llamo Carlota-.

Me apresuro a presentarme por más que ese chico me parezca un idiota no quiero parecer borde. Ellos también se presentan: el listillo se llama Sergio, la chica Jenni y el otro chico Mario.

   -¿Qué tienes tú?- Me pregunta Mario.

La chica le da un pequeño manotazo en el brazo y Sergio lo mira mal desde la distancia.La verdad es que no quiero decírselo y acabo por excusarme:

   -Mis amigos deben de estar esperándome, me tengo que ir-.

Sonrío y camino escuchándolos murmullar algo por lo bajo, supongo que regañando a Mario.
Tras perderme un par de veces, entro en mi habitación bastante agotada. La próxima vez espero recordar ir dejando miguitas de pan para no tener que dar vueltas como una imbécil.
Marco me mira sorprendido y busco con la mirada a Abril que todavía duerme en el butacón.

   -Fui a dar un paseo- Le explico en bajo.

Me acerco a Marco y me siento sobre sus piernas. Él me abraza pegándose a mí y me cuenta que mi madre vendrá luego que ha ido a matricular a mi hermana. Que serio se siente ese tema.

   -Menudo dolor de espalda va a tener Abril cuando despierte- Me comenta riendo.

Semisonrío, sé que solo lo dice para cambiar de tema.

Me estoy quedando dormida en los brazos de Marco cuando escucho bostezar a Abril. Abro los ojos, de nuevo, y la veo estirarse, esta muy graciosa.
Marco se mueve para sacar una pequeña bolsa de su mochila y se la tiende. Abril sonríe sabiendo que va a poder desayunar y me ofrece un trozo de bollo de crema pero niego con la cabeza. Marco se saca del bolsillo chicles de menta y me los da. Abril se levanta con la boca llena y nos abraza.
Me pregunto si tendré ya contados los abrazos que me quedan, si ya se acerca el límite.
Un ruido en la puerta nos hace despegarnos y levantar la mirada.
Es Mario.

   -Hola-.

Me hace gracia verlo saludar desde el umbral pero supongo que no se atreve a pasar. Marco y Abril me miran a mí esperando a que les explique la situación pero no hablo e interviene Abril:

   -¿Quién eres?-.

El chico agacha la cabeza y acabo contestándole yo:

   -Es Mario, lo conocí antes en la planta de los niños...-.

   -Pediatría- Me corrige.

Abril abre los ojos mirándolo mal y le pregunta directamente sin miramientos como es ella:

   -¿Qué quieres?-.

Mario deja de mirar a Abril para pedirme disculpas y Abril camina decidida hacia él.

   -Abril, Abril- La llamo para frenarla e intento calmarla- solo eligió las palabras inadecuadas, no me ha hecho ningún mal-.

Abril parece tranquilizarse y le da una palmada de aviso en la espalda. Mario no tiembla físicamente pero se nota que esta un poco acojonado.

   -Yo solo quería decirte eso, así que ya nos veremos-.

Noto su incomodidad desde aquí así que acorto su sufrimiento despidiéndolo y se va. Marco mira a Abril mal y ella se ríe para acabar preguntándome:

   -¿Qué te dijo el gilipollas este?-.

   -Olvídalo Abril, ya me has dejado sin amigos- Le digo enfurruñada.

   -Los amigos te tienen que tratar bien y saberte defender,... Ese no sabía ni como defenderse él como para defender a nadie- Me explica Abril.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. Charlamos durante un par de horas, sobretodo de por qué Marco y Abril tienen que volver al instituto para acabar sus estudio. Mi madre entra de sopetón con mi hermana que se abalanza sobre mí.

   -¿Por qué te han traído aquí?¿tienes catarro?- Me pregunta la pequeña triste.

Le sonrío, conteniendo mis enormes ganas de llorar, y me pienso muy bien como explicarle esto. Marco la engancha haciéndole cosquillas para distraerla y el sonido de sus carcajadas calma el ambiente. Mi madre se acerca para darme un beso en la frente y yo me agarro a su cuello para que me abrace. La necesito más que nunca.
Mi hermana se zafa de Marco y viene corriendo hacia mí con un libro en la mano.

   -Tata, tienes que leermelo-.

Su exigencia hace que crezca mi curiosidad hacia el libro. Sonrío y se lo cojo para empezar a leer. Observo como mi madre habla con Marco y Abril para que se vayan a tomar algo y descansen y la obedecen. Nos quedamos las tres en familia y el único ruido que quiebra el silencio son mis palabras. Mi hermana se ha acomodado en mi regazo y escucha atenta todo lo que le digo. Nos adentramos en un mundo de hadas y bosques mágicos hasta que, de pronto, nos interrumpe un enfermero.

   -Carlota te han adelantado tu sesión de quimioterapia ¿me sigues?- Me pregunta el muchacho.

Asiento y me levanto dejando a mi hermana en el sillón. Mi madre también se levanta pero la freno.

   -Mamá te tienes que quedar con ella- Le explico.

Miro a mi hermana que sigue tumbada en sillón ya dormida y mi madre se le acerca. El enfermero y yo salimos de la habitación y recorremos un par de pasillos pero yo no puedo seguir su ritmo y, al final, se ve obligado a llevarme en silla de ruedas hasta la sala de quimioterapia.
Allí llama al médico que hay dentro, supongo que para avisarlo, y se va tan ancho. Yo espero, intentando estar lo más tranquila posible y leo una y otra vez todos los posters informando de enfermedades que hay en las paredes.

   -¿Carlota Borelo?- Pregunta una mujer asomada a la puerta.

Levanto la mano y sale a buscar mi silla de ruedas. Le agradezco con la mirada y entramos en la sala.
El médico que me atiende me explica más o menos como va el tratamiento pero yo me limito a asentir porque no entiendo ni quiero entender de que me habla.
Al acabar, abre una segunda puerta que hay en la sala y me llevan a otra llena de gente en camillas. La mujer me ayuda a tumbarme y me pone una nueva vía.

   -Es normal que sientas arcadas o que llegues a vomitar, así que aquí te dejo este cubo por si lo necesitas- Me dice dándome un cubo.

Cuando se va intento prepararme para lo que se me viene encima pero supongo que para eso nadie está preparado.

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