Capítulo 32

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Narrado por Amanda a 7 de octubre de 2016:


Me levanto a mirar por la ventana pero aún no veo el coche de Lucas.
Tenía que haberle contado que tengo un perro... Bueno, no es mío pero me hago cargo de él.

Vuelvo al sofá y cojo a Adolfito. Lo acurruco en mis brazos y observo como se va quedando dormido. Es tan adorable... Escucho la llave entrando en la cerradura y la puerta se abre de par en par.  Mi hermana entra totalmente ilusionada, como una niña.

   -Aman...-.

Clava la mirada en el perro y es incapaz de acabar mi nombre. No atisvo ninguna expresión en mi hermana pero si en Lucas, que entra detrás de ella y me mira un tanto molesto.

   -No es mío-.

El silencio sigue reinando e incomodándome, con lo cual dicido preguntar como ha ido el viaje.

   -Bien- Contesta secamente mi hermana y pregunta- ¿de quién es?-.

   -De una amiga-.

   -¿Y cuándo viene a por él?-.

La miro con mala cara y ella me insiste con la mirada.

   -Es que a mi amiga no la dejan tener el perro en casa, entonces vive aquí-.

Mi hermana abre los ojos y suspira, creo que no le gusta la idea.

   -¿Es verdad eso que me estas contando?-.

Todo mi cuerpo desaprueba su pregunta. ¿Acaso no confía en mí? ¿Cuándo le he mentido yo? Puede que si le haya ocultado cosas pero nunca le miento.

Mi móvil empieza a sonar y lo cojo poniéndome en pie junto a Adolfito.

   -Amanda ¿podemos ir a ver a Adolfito? Alba no deja de decirme que es hora de darle de comer y que debemos ir a verlo-.

Carlota parece desganada y me entristezco pero escucho a Alba por detrás y me doy cuenta de que lo que pasa es que esta agotada de escucharla.

   -Si pero mejor lo sacamos a pasear, no me apetece quedarme en casa-.

Digo esto más para mi hermana y para Lucas que para Carlota.

   -¿En el parque del colegio?-.

Le contesto de forma afirmativa y me despido para colgarle.
Mi hermana y Lucas siguen en medio del pasillo mirándome sin saber que decir y yo alardeo:

   -Era mi amiga, que quiere ver a su perro. Me voy a ir al parque con ella y su hermana para pasear a Adolfito-.

Recojo una pequeña bolsa con las cosas del perro que está sobre el sofá y me abro paso para salir de la casa. ¿Mentirosa yo?
Estoy muy ofendida.

Camino con pasos firmes hasta salir de la parcela de casa y me paro para vestirle una chaqueta a Adolfito y atarlo.
Noto el viento que hace y me maldigo por no haber cogido ningún tipo de abrigo pero no voy a volver a casa, no quiero volver todavía.
Vuelvo la mirada al camino y no veo a nadie, esta desierto. Me pregunto dónde estará la gente pero tampoco me como demasiado la cabeza, pues cuando menos me lo espero cruzo la acera para adentrarme en el parque.
Ando unos metros hasta llegar a la fuente y doy otro par de pasos hasta el banco donde estaba sentada Carlota aquella mañana.
Me siento y veo como Adolfito se sienta conmigo a mis pies.

Miró el móvil por si Carlota me ha hablado o dicho algo más pero no lo ha hecho, ni ella ni mi hermana.
Pienso en llamar a mi madre para preguntarle lo que hacer, estas últimas semanas, cada vez que la veo o la llamo parece ser una madre con buenos consejos. Pero decido no hacerlo, no quiero darle dolores de cabeza o que piense que ya no me llevo tan bien con Amelia, que creo que es lo que cree.

   -Adolfito-.

Alba corriendo hacia el perro que se pone en pie y comienza a ladrar y a tirar de la correa.
Le doy la correa a Alba que lo coge en brazos y gira como si fueran dos bailarines en un musical.
Carlota se sienta junto a mí y apoya su espalda en el respaldo estirándose del todo.
 
   -¿Cansada?-.

Ella me mira incrédula como si no supiese como me he dado cuenta y me empieza a contar:

   - Se podría decir que no estoy durmiendo mucho a causa de unas pesadillas y le podríamos añadir unas quimios totalmente agotadoras y los ejercicios físicos que estoy haciendo para que este culo no sean tres-.

¿Su culo tres? ¿Pero de qué está hablando? Si su culo es maravilloso así como esta.
Asiento y pregunto por las pesadillas que sinceramente es de lo que prefiero hablar.
Me cuenta algo sobre un lugar abandonado lleno de humo y el sentimiento de no encontrar a su mejor amiga y yo me pregunto si tendrá problemas con ella. Pero solo lo hago mentalmente, no quiero forzarla a contarme nada.

Miro la hora en mi móvil, despistada y me doy cuenta de que llevamos aquí sentadas dos horas. Si no me doy prisa no llegaré al trabajo a tiempo y hoy es mi primer día sola.

   -Carlota me tengo que ir ya, es hora de que vaya a trabajar-.

Ella me mira triste unos segundos pero se recompone y asiente. Llama a su hermana para que se acerque y le explica la situación.
Alba coge en brazos al perro y le besa la frente achuchándolo. Luego lo deja en el suelo y me abraza.
Me siento muy bien apretujada por sus pequeños brazos, casi tanto que espero a que me suelte ella. Carlota también se levanta y se me acerca, supongo que venía con intenciones de darme sus característicos dos besos pero acaba por abrazarme también y repito lo hecho con Alba. Pero esta vez, cuando noto que se va a apartar, la aprieto otros dos segundos lo que la sorprende gratamente.
Cojo la correa de Adolfito y ante sus lloros comenzamos a caminar.
Acabo por cogerlo en brazos tras ver que no cesa de gruñir y le susurro:

   -Yo tampoco quería irme pero necesitamos el dinero del trabajo-.

Al llegar a casa, veo a mi hermana y a Lucas tirados en el sofá durmiendo y me resultan mucho más adorables que antes.
Quizás todo haya sido un shock y esto simplemente los haya cogido de imprevisto.
Acomodo a Adolfito en el pequeño cercado que tiene en el salón y, este, se da tres vueltas a si mismo y se duerme.
Es tan cuqui, solo tengo ojos para él.
Me acuerdo de pronto de la hora que era en el parque y apresuro a vestirme para ir corriendo a trabajar.

Cuando acabo, le dejo una nota a mi hermana en la mesa del comedor diciéndole que no tiene que preocuparse por el perro y que hablaremos cuando vuelva.
No específico la hora de llegada porque si me retraso, sé que ella empezará a preocuparse así que lo veo más coherente así.
Salgo de casa haciendo el mínimo ruido, por una vez en mi vida, y me incorporo al poco movimiento que hay en esta zona de la ciudad como una más hasta que llego a la tienda.

   -Hola ¿tú debes de ser Amanda?-.

La muchacha tras el mostrador me mira con una sonrisa y asiento. Me lleva hasta el despacho y me indica las tareas que me han quedado.

   -Mucha suerte-.

Me dedica una media sonrisa y se va dejándome sola ante la adversidad.

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