Capítulo 19

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Narrado por Carlota a 24 de Septiembre de 2016:


Subo la última caja al coche y me giro para despedirme de Marco y Abril mientras mis padres se meten en el coche. Siento que todo es un drama innecesario, realmente vamos a vivir a unas calles del piso pero, a la vez, también tengo la sensación de que se me esta privando de la poca libertad que tenía.
Abrazo a Abril primero que derrama un par de lágrimas y después a Marco que besa mi pelo con todo el cariño del mundo.
Me subo al coche afligida y miro a mi hermana que observa mi reacción con cara triste. Le acaricio la cara y ella pone su cabeza sobre mi hombro, sabe que es algo que me encanta.
Miro las calles con atención por la ventana pensando en lo poco que queda para que se apaguen mis sueños... Y los de quien me rodea.
Mi padre mete marcha atrás para aparcar y nos bajamos del coche en cuanto este cesa su rodaje.
Repetimos el suplicio de las cajas a la inversa, ahora no toca bajarlas sino subirlas.
Cuando mis padres me dijeron que era una casa amplia no lo creí demasiado, en esta zona encontrar algo amplio es un suplicio, pero solo con entrar me doy cuenta de mi error.
Mis padres entran a mi habitación para dejarlo todo tirado por el suelo y se van a colocar sus cosas. Cuando me quejaba de recoger pensé que iba a ser más difícil que ordenar pero me equivocaba de nuevo.

   -Tata ¿me ayudas?-.

Esa voz de corderito me cautiva así que me doy la vuelta y la sigo hasta su nueva habitación.
Tiene todo también tirado por el suelo pero a diferencia de mí controla mejor donde esta cada cosa y tiene ya todo el paripé planeado.
Comienza a darme ordenes de como quiere colocarlo todo y a gritarme si no hago caso hasta que la freno:

   -Alba, no soy tu criada-.

Ella me mira a los ojos un poco pérdida y lo deja.

-Vale, ¿te ayudo yo a ti?- Me pregunta para que no me enfade.

Me acerco a ella y le paso la mano por el pelo a modo de caricia.

   -Anda, vamos a acabar aquí primero-.

Acabamos de meter toda la ropa y vamos a mi habitación.

   -Vamos a tirar todo por el suelo y ya colocamos-.

Ella asiente y empieza a abrir todas las cajas y a sembrarlo todo.

Terminamos a la media hora de esparcir todas mis cosas por la habitación y me deprime no tenerlo todo ordenado como a mí me gusta pero eso me llevará días.
Mi hermana se sienta en la cama agotada y me doy cuenta la buena idea de mis padres de hacer la mudanza el sábado para descansar el domingo.
Mi madre entra a toda prisa en la habitación y nos asustamos.

   -Carlota tenemos que ir al hospital. La cita-.

Mi hermana se levanta de un salto para agarrarme de la mano, creo que quiere venir ella también pero no creo que nuestra madre nos deje. Los hospitales no son para niños.

   -Alba cariño, tú vas a quedarte a ayudar a papá-.

Mi hermana se entristece con el comentario de nuestra madre pero se resigna.
Ya cuando mi hermana tuvo que estar en el hospital a mí solo me dejaban visitarla una o dos veces a la semana para que no la viese en esas condiciones y supongo que conmigo volverán a hacerlo así.
Acaricio la cabeza de mi hermana con cariño y ella me abraza. Se me cae el alma a los pies con el gesto y tengo que reprimir mis lágrimas.
Mi madre se da cuenta y manda marchar a Alba.
Cierra la puerta y exploto en lágrimas.

   -Mamá no quiero pasar por esto-.

Ella me abraza y me aprieta contra si misma.
Esto va a ser muy duro.
El abrazo acaba cuando mi madre se da cuenta de la hora que es y me suelta.

   -Venga que no deberíamos llegar tarde- Me dice para suavizar la situación.

Asiento y me seco las lágrimas de mis mejillas. Sonrío un par de veces por instinto y mi madre se ríe. Ese truco me lo enseñó ella.
Agarro una chaqueta que he dejado en el perchero y mi bolso.
Nunca había tenido un perchero en mi habitación y me hacía realmente mucha ilusión.
Sigo a mi madre que sale al pasillo decidida y coge las llaves del coche a la entrada. Nos despedimos de papá y Alba y salimos al portal.
Corremos al coche muertas de frío y agradezco que este no sea el coche viejo porque la calefacción era lentísima.
Mi madre pone en movimiento el coche dándole brío y yo me pego al asiento para acomodarme.
Las ventanillas de los coches son mi perdición, vivo enamorada en los detalles que ves a mucha velocidad, aunque en esta situación me siento como un corderito en el viaje al matadero. Rara metáfora porque aunque voy a curarme parece que me estén llevando a matar todo por lo que he luchado.

Mi madre aparca a la primera, casi siempre tiene más suerte que papá que tiene que dar mil y una vueltas volviéndose loco para encontrar aparcamiento.
Nos bajamos del coche y mi madre acude a mí para darme su mano.
Nunca pensé que atendiesen en fin de semana pero supongo que el cáncer no entiende de festivos.
Caminamos por el hospital guiadas por los cartelitos informativos hasta llegar a una sala con un montón de dibujos.
En los asientos hay una mujer con un carrito y una niña de la edad mi hermana sonriéndome.
La doctora sale y la llama para entrar. La niña se despide con la mano de nosotras y entra tan campante. Ojalá yo pudiese hacerlo así.
Camino de un lado para otro buscando la calma pero no la encuentro por ningún lado hasta que la puerta se abre y la mujer me nombra.
Mierda.
Camino hacia la puerta junto a mi madre y entramos. Nos sentamos una al lado de la otra y la miramos atentamente.
Ella comienza a hablar un poco sobre la enfermedad, todos los casos que han tratado con éxito y mil cosas más que simplemente no me interesan.

   -Me gustaría ofrecerte una radioterapia pero por desgracia está demasiado avanzado y tenemos que utilizar una quimio-.

   -¿Cómo una quimio? No voy a dejar que me den quimioterapia y se me caiga el pelo- Le digo alzando la voz.

   -Existen pelucas y otras formas de apaliar los efectos físicos- Me dice totalmente seria.

¿Pelucas? ¿Qué pelucas? ¿Se esta riendo de mí?

   -Mire...- Hago una pausa para leer su nombre y prosigo- Señora Martinez, mi pelo no es negociable-.

   -¿No habría otra forma?-.

Me giro hacia mi madre sorprendida por estar apoyándome en mi decisión y le sonrío victoriosa a la doctora.

   -Es la más segura y rápida... Luego practicaríamos una operación para hacer la limpieza total y después ya no habría más que hacer, todo listo-.

Por más que lo intenta no consigue quitarle hierro al asunto, es mi pelo y no quiero perderlo.

   -No-.

Mi negativa coge más firmeza cuando me levanto y me voy con la cabeza muy alta.
Mi pelo no es negociable señora.

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