Capítulo 58

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Narrado por Amanda a 20 de Noviembre de 2016:


Empaqueto la ropa más nueva que tengo en la maleta y meto también el tutú y el mayot. Aunque hace un tiempo que no lo uso tanto, creo que me será de utilidad en Inglaterra. Cuando acabo, tacho de la lista "hacer la maleta" y me voy a la cocina a por una manzana. Camino hasta el salón y me siento en el sofá a comérmela.
Veo el teléfono y no puedo frenar la curiosidad de ver si hay mensajes de Carlota pero de nuevo, nada.
No hay ni uno solo, ni llamadas si quiera.
Algo me huele mal, aunque supongo que su madre habrá tenido la misma charla con ella que conmigo.
Me da pena que ella haya renunciado a mí sin luchar pero ¿a quién quiero engañar? Si yo he sido la primera en dejarla en la estocada.

Agarro mi cabeza martirizada y suelto la manzana sobre la mesita junto al móvil.
Podría pasarme a despedirme y hablar con ella.
Borro el pensamiento de inmediato y saco la lista del bolsillo.

   -Eso no está en la lista Amanda-.

Releo la lista y la vuelvo a guardar. Cojo la manzana y la termino. Visto una sudadera y unas mayas, como de costumbre y me pongo en marcha. Riego las plantas de la entrada con la manguera y corro hasta la salida temiendo perder el bus. Por suerte, llegó justo a tiempo y me subo. Ando hasta el último asiento y espero a que se vuelva a poner en marcha. Me coloco la sudadera y guardo mis manos en los bolsillos. Miro atraves del cristal los coches que hay fuera y luego doy una visual a las personas que hay dentro pero no veo nada interesante y me sumo en el aburrimiento.
Una voz mecanizada me avisa de que he llegado a mi destino y me bajo. Las aceras están poco concurridas y llego en poco tiempo. Entro al edificio y me dirijo a la habitación de mi madre.
Al entrar, la veo escribiendo en una libreta pero la cierra de inmediato y se levanta para abrazarme.
Hoy no la acompaña Alberto y me quedo un poco perpleja.

   -¿Cómo estás? Pareces cansada-.

La verdad es que llevo días sin pegar ojo, desde que volví de París se podría decir que no he dormido a gusto.
Le resto importancia y le pregunto por ella.

   -Pues vamos a ver. Si preguntas por el tratamiento, cada día mejor y si me preguntas por mí, creo que no he estado así de bien desde... Bueno, no lo recuerdo-.

Una sonrisa brota de mis labios por lo feliz que me hace verla así. Ella se ríe y me insiste:

   -¿Y tú? No pareces estar muy bien-.

Dios mamá ¿cómo puedes saberlo todo?
Ella me mira esperando a que le cuente y lo hago.

   -¡Eso es horrible Amanda! Yo te conozco eres una mujer fuerte, más que nadie que haya conocido y no es justo lo que estás haciendo-.

Aparto la mirada tras su regañina y me alejo un poco.

   -Mamá, no espero que lo entiendas. Solo te cuento lo que ha pasado-.

Ella resopla pero parece darse cuenta de algo y me pregunta:

   -¿Cuándo te vas?-.

Ahora si que no puedo mirarla. Ella recae en la misma pregunta de nuevo y le contesto:

   -Hoy... Por la madrugada-.

Ella asiente un tanto nerviosa pero no parece enfadada. Se me acerca y me pregunta si es lo que quiero pero ¿qué importa si es lo que quiero? Es lo mejor que puedo hacer. Poner tierra de por medio me dará calma o eso espero.
Mamá me abraza con ternura y disipa todos mis pensamientos.

   -Deberías de ir a despedirte de Alberto también, creo que tenía algo que darte-.

Me suelto de su abrazo y asiento. Caminamos hasta su habitación pero no está allí, lo que a mi madre le resulta raro pero pronto se encamina hacia otro lugar.
Nos paramos frente a otra puerta y ella la abre con cuidado.
Alberto señala una pizarra enorme dentro de una biblioteca y un par de personas atienden en silencio.
Alberto nos ve y pide unos minutos a las personas que lo escuchan. Sale junto a nosotras de la biblioteca y me da dos besos.

   -¡Qué grata sorpresa!-.

Mira a mi madre que lo mira con pena y él se alarma. Me pregunta que pasa y le cuento sobre mi viaje.

   -Que pena pero... ¿Volverás pronto, no?-.

   -Vendré de visita supongo, Amelia me ha conseguido un buen trabajo allí-.

Él asiente pero no dice nada hasta que mi madre le da un codazo. Él la mira desconcertado pero, pronto se da cuenta de lo que pasa, y me dice:

   -Si tienes unos minutos, en cuanto acabe de dar la clase me gustaría darte algo-.

Asiento y él vuelve adentro.
Mi madre y yo lo esperamos sentadas en unos sillones en otra sala charlando del buen profesor que es Alberto.
Mi móvil suena y lo saco de inmediato esperando que sea Carlota pero es Sue.
Me alejo unos pasos de mi madre y lo cojo.

   -Sue, no esperaba que me llamases-.

La verdad me ha cogido por sorpresa.

   -Yo tampoco pensaba llamarte... Me dejo bastante sobrecogida que te vayas así sin más pero he pensado que podría llevarte al aeropuerto-.

Su contestación me deja unos segundos pensativa pero le contesto:

   -El avión que cogeré sale de madrugada, no me gustaría tenerte en vela toda la noche-.

   -No te preocupes, mañana es mi día libre... Si quieres que te lleve estaré encantada-.

La verdad es que ir en taxi desde mi casa me va a salir por un pico con lo cual acepto.

   -Perfecto ¿a qué hora sales de casa?-.

   -Si quieres puedes venir a cenar y duermes un par de horas en casa-.

Ella acepta sin dudarlo y nos despedimos. Parecía entusiasmada pero aún así sentí su dolor hacia mi marcha.
Vuelvo a los sillones con mi madre y sigo preguntándole por Alberto.
Nuestra charla se ve interrumpida por este después de unos minutos y nos saluda con dos besos a cada una pero muy soso todo. Cada vez que sé más cosas de él me doy cuenta que es soso y no vergonzoso.

   -Alberto sé que sois pareja, puedes besarla si quieres-.

Él me sonríe y la besa. Ambos se ríen nerviosos y yo les muestro mi mayor sonrisa.
Nos encaminamos a la habitación de Alberto y entramos en ella. Nada más pasar veo un cuadro enorme con una foto de él y un muchacho mayor que mi hermana.

   -Es mi sobrino Gus, un hijo para mí-.

Le sonrío nerviosa por haber sido cazada y mi madre le da otro codazo. Por un momento quiero intervenir para que deje de hacerlo pero me quedo callada ante la intervención de Alberto:

   -Ah si, las fotografías-.

¿Fotografías? ¿De qué habla?
Se da la vuelta para coger un sobre de la mesita de noche y me lo da.

   -Son las fotos que nos sacamos el otro día, le pedí un favor a una de las cuidadoras y me hizo copias-.

Asiento y él las saca para enseñármelas. Un nudo se forma en mi garganta cuando las veo, esta tan guapa Carlota. Se nos ve felices, como si nada pudiera separarnos.

   -Muchas gracias Alberto-.

Estoy un poco descolocada pero disimulo y él parece creérselo. Se acerca y me abraza y mi madre también se une. Por un momento, el sentimiento de familia consigue aplacar el dolor que tengo.

   -Gracias-.

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