Capítulo 2

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Narrado por Amanda a 1 de agosto de 2016:


Un ruido me despierta y, sin casi abrir los ojos, noto como la puerta de mi habitación se entreabre.
Abro los ojos del todo y veo una sombra en el umbral de mi puerta.

   -¿Mamá?- Pregunto adormilada.

   -Amelia, tu hermana no deja de llorar, vete a cuidarla- Me dice agarrándose al marco de la puerta para no caerse.

No soy Amelia mama, soy Amanda.
Esta tan borracha que ni si quiera sabe en qué año vive, está delirando con mi niñez.
Otra vez no... Me levanto a toda prisa para llevarla a la cama, la siento con cuidado y la ayudo a desnudarse. Por un momento pierde el equilibrio y su cabeza acaba  en mi hombro. Ese olor a alcohol rancio me abruma y noto como mi estómago quiere explotar.
Recojo la ropa y tumbo a mi madre en la cama, cierro la puerta antes de salir para no molestarla.

Al llegar a la cocina, me enciendo un cigarro. La cabeza me va a explotar.
Hacía, al menos, dos semanas que mamá no venía por casa y la verdad, ya había dado por hecho que no volvería.
Registro la ropa y encuentro un par de billetes, una gargantilla y una bolsita con un polvo blanco.

   -Joder Mamá- Susurro para mí.

Me deshago del polvo por el retrete y me guardo los billetes en el bolsillo del pijama.
Debería de avisar a Amelia de que mamá ha venido, sino cuando la vea va a flipar. Apago el cigarro en el fregadero con agua fría que me hiela las yemas.
Camino hasta su habitación y entro con cuidado para no tropezar con nada. Me acerco a la cama y la acaricio para despertarla.

   -¿Ami qué pasa?- Me pregunta adormilada.

   -Mamá ha aparecido- Susurro.

   -¿Quieres dormir aquí?- Me pregunta.

Me pienso la respuesta durante unos instantes pero a Amelia no le gusta demasiado eso de dormir acompañada.

   -No Amelia, dormiré con ella por si acaso- Le contesto poco convencida.

Ella se despide con un beso y salgo de la habitación. Camino por el pasillo, muy despacio, mi subconsciente no quiere llegar pero acelero el paso cuando escucho unos quejidos en mi cuarto.

   -Mierda mama- Digo echándome las manos a la cabeza.

La agarro de los brazos para ponerla de pie pero ella se retuerce y se suelta. Vuelve a caer al suelo y no deja que la ayude.

   -Déjame, puedo sola- Me dice intentando quitarme las manos de sus hombros. 

   -Mamá- Digo cansada.

   -Déjame- Me repite alzando la voz y me da un manotazo.

Me aparto de ella y me recalca:

   -¿No tienes una habitación niña?-.

Doy un paso atrás y salgo de la habitación con la mirada al suelo, no puedo mirarla. Camino de nuevo hacia la habitación de mi hermana pero me quedo enfrente de la puerta, no consigo abrirla.

   -Mejor me iré al sofá- Me susurro a mí misma.

Doy pequeños pasos en dirección al salón. No estoy segura de querer llegar pero no tengo otra opción. Me acaricio la cara con rencor y noto como me arde el moflete, me habrá dejado marca.
Abro la puerta acristalada del salón y sigo con mis pequeños pasos hasta el sofá. Me siento y, después, me tumbo.
No encuentro postura alguna, doy vueltas y acomodo la cabeza sobre un cojín.
Huele mal. ¿Qué le habrán derramado por encima?
Parece que el sueño me coge de una vez por todas, pero escucho pasos en el jardín y me desvelo de nuevo. Los pasos cesan y... Alguien empieza a aporrear la puerta.
Un mal presentimiento me recorre de arriba a abajo la espina dorsal.
Salgo al pasillo y veo a mi hermana salir también. Me mira un poco dormida y muy perdida por la situación pero caminamos hacia la puerta.

   -Abre- Le pido muerta de miedo.

Ella agarra la manilla y la puerta se abre. Dos hombres vestidos de policía nos observan y uno da un paso adelante para hablar:

   -Estamos buscando a Adelina Méndez Suárez-.

¿Mamá qué has hecho?

   -No está en casa, hace días que no se pasa por aquí- Le miente mi hermana torpemente.

   -No debería mentirnos, la hemos visto entrar- Nos dice el otro policía.

   -Esta en la última habitación a mano derecha- Susurro.

La mirada amenazante de mi hermana me atraviesa y uno de ellos intenta entrar en casa. Mi hermana se le abalanza y el otro la detiene. Amelia grita absurdeces que no consigo procesar mientras la esposan y, al poco, el otro hombre saca a mi madre arrastras.
Tras el número que ejecutan mi hermana y mi madre, cierro la puerta y me dejo caer apoyada sobre ella.

Entreabro los ojos, la luz que traspasa el cristal hace que vuelva a cerrarlos por unos segundos más.
¿Qué hora será?
Mi cuello me está matando y la cabeza otro tanto de lo mismo. Casi no me puedo ni mover pero mis tripas rugen, tengo muchísima hambre.
Corro hacia la cocina, deseosa de alimento pero, al abrir la nevera, no veo más que leche.
Desenrosco el tapón y la huelo, no sé de cuando estará abierta pero no huele mal. Pongo el cartón en la encimera y abro la puerta de la despensa para ver si puedo encontrar algo más. Hay galletas.
Suspiro aliviada y cojo un paquete. Me siento a la mesa con las galletas y la leche y empiezo a comer con ansia.
El teléfono suena y rezo para que sea Amelia.
Tamara.
Lo cojo y la saludo.

   -No es un buen momento, estoy esperando una llamada- Le digo.

Alguien murmura por detrás pero no soy capaz a identificar la voz.

   -He ido a buscar a tu hermana a comisaría y ahora estoy yendo a tu casa- Me dice.

Me pongo la mano en la frente y suspiro aliviada. 

   -Gracias, aquí te espero- Le digo.

Ella se despide y cuelgo.
No estoy segura de si me sorprende o me abruma la situación. Amelia hace lo que quiere y cuando quiere... Pero bueno, eso en esta familia es el pan de cada día.
Recojo el paquete de galletas y limpio la mesa. La leche la meto de nuevo en la nevera y me voy al salón donde me pego como una lapa a la ventana.
Solo espero que no haya sido mucho el dinero que le ha costado a Tamara, este mes necesito cobrar o nos cortarán la luz.
Veo aparcar el coche de Tamara y a mi hermana salir a toda prisa. Corro hacia la puerta y la abro.
Amelia pasa por mi lado empujándome y sin ni si quiera mirarme.
Esta muy enfadada.
Tamara se me acerca y su cara es de pura preocupación.

   -¿Estas bien?- Me pregunta.

No es fácil contestarla, así que cambio de tema:

   -Esta noche hablamos, gracias por sacarla y traerla a casa-.

Me voy a dar la vuelta pero ella me agarra del brazo.

   -Ven, te hará bien despejarte- Me dice.

Tiene razón pero no estoy segura de poder quitarme todo esto de la cabeza. Ella me abraza y yo me dejo llevar.
Tamara siempre está cuando la necesito.

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