Capítulo 6

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Narrado por Amanda a 5 de agosto de 2016:


Mamá me coloca el tutú y me da una vuelta admirando lo guapa que estoy. Coloca mi pelo, mojándolo con un poco de agua para que no me quede ningún pelo levantado en mi moño. Le sonrío y corro hasta la fila, todos mis compañeros están allí. Me aliso el mayot, es mi favorito.
Escucho como el público aplaude y nuestra profesora entra para desearnos buena suerte. Antes de salir al escenario, miro hacia atrás y no veo a mi madre, lo que me causa un nerviosismo extremo, la necesito.
Salimos al escenario y todo se ha vuelto gris, mi tutú está gris, mi mayot está gris, mi piel está gris y el público está gris. No sé lo que pasa.
Una música triste suena muy bajita y danzo hasta el medio del escenario. Mi danza es muy apagada y siento como todo en mí se está apagando hasta que ni si quiera puedo moverme y caigo al suelo. Cierro los ojos, mi corazón late muy deprisa y eso es lo único que escucho. Al abrir los ojos, todo el mundo está feliz aplaudiendo y mis compañeros dan las gracias.
Intento levantarme pero todo en mi cuerpo pesa y no lo consigo. Intento gritar pero no sale nada de mi boca. Diviso a mi madre de pie aplaudiendo y grita mi nombre entusiasmada.
Mama me he caído.
Escucho un ruido que no identifico hasta que veo como el telón se va a cerrar. Intento levantarme antes de que caiga sobre mí pero, de nuevo, nada puedo hacer.
Cierro los ojos deseando que alguien se dé cuenta de que me he caído y que me ayuden pero no ocurre nada.

Despierto desorientada, sin saber bien que ha pasado. 

   -Ha sido una pesadilla, solo eso- Me digo intentando tranquilizarme.

Miro mi alrededor y me doy cuenta de que no estoy en mi habitación. Las paredes son blancas y ese olor a alcohol sanitario me indica que estoy en el hospital. Veo la chaqueta de Amelia en la silla y me doy cuenta de que se me fue de las manos. Mis brazos están cubiertos por unas vendas. No quiero verlos. Los meto bajo la sábana con tanta suerte que engancho el cable de la vía en algún sitio y me lo arranco haciéndome un daño terrible.

   -Mierda- Chillo.

La puerta se abre y mi hermana entra a toda prisa, con más preocupación de la que puede albergar. Una mujer con bata llama a un ats para que venga a limpiar el estropicio que he creado y se queda en la puerta.
Amelia se me acerca y me abraza, suelta todas las lágrimas que le quedan en mi hombro.
No puedo llorar, tengo que aguantar por mi hermana... Después de lo que he hecho se lo merece.

   -Amelia- Le susurro avergonzada.

Ella mira hacia la mujer y, cuando el ats sale de la habitación, me la presenta:

   -Amanda, está es la doctora Soler, necesita hacerte una evaluación pero no te va a hacer daño-.

Me siento totalmente fuera de lugar, yo solo quiero irme a mi casa.

   -Amelia, yo no necesito hacerme ninguna evaluación, estoy bien, solo tenemos que irnos a casa y dejar que pase el tiempo-.

Mis balbuceos lejos de intentar razonar con mi hermana la llevan a un profundo dolor que expresar impasible:

   -No Amanda, tú no estás bien-.

   -Solo ha sido un accidente- Le explico para convencerla.

Ella me mira pero cuando va a decirme algo, la doctora se me acerca y me dice:

   -Amanda, esto es más común de lo que piensas, tengo casos como los tuyos todos los días-.

¿Casos como los míos? ¿Qué quiere decir con eso? ¿Qué casos son los míos?
Es una psicóloga, era de esperar.
Quiero intentar hablar con mi hermana y explicarle que solo necesito tiempo pero no me sale hablarle, solo emano furia.

   -Si me dejas evaluarte, podré ayudarte- Insiste la doctora.

   -No estoy loca ¿vale?- Digo mirando a la doctora y ahora miro a mi hermana- Amelia, fue un accidente, quiero irme a casa-.

Mi hermana da un paso atrás y la doctora un paso adelante.

   -Amanda, aquí nadie te va a tratar de loca, simplemente, es una enfermedad, como un catarro o una gripe y te tienes que curar. Déjame evaluarte para saber si es un accidente y no hay peligro y, así, te podrás ir- Me asegura.

No quiero escucharla más, solo quiero irme a casa pero sé que eso no va pasar y, cuando miro a mi hermana, solo me sale pedirle perdón y acceder a lo que me piden.

   -Bien, Amelia ¿puedes salir como hemos hablado?- Le pregunta la doctora.

Amelia obedece y sale de la habitación. Eso solo consigue incomodarme más pero no parece importarles en absoluto. Me pregunto de qué habrán hablado mientras yo dormía pero no hago ninguna pregunta.

La doctora empieza a hacerme preguntas y, tengo la sensación de que, ya le han contado muchas cosas. Supongo que habrá sido mi hermana.
La charla se ve interrumpida por una Tamara que irrumpe en la habitación un poco alterada.
Miro a Tamara que se acerca a mí a grandes pasos para tirarse sobre mí y abrazarme. La doctora mira a mi hermana en modo regaño y yo le digo a Tamara:

   -Creo que no he acabado de hablar con la doctora-.

Ella se aparta de mí y mira a la mujer de bata, avergonzada retrocede todavía más y, cuando va a pedirle perdón, esta me dice dándome unos folios y un bolígrafo:

   -Por hoy hemos terminado, necesitas descansar. Si me firmas estos papeles, podrás irte-.

   -¿Cómo por hoy?- Le pregunto inquieta.

Esas palabras verdaderamente me asustan.

   -Esta claro que no he llegado al fondo del asunto y debemos llegar para darte las pautas a seguir- Me explica.

No. No pienso volver aquí.

   -Bien, póngale cita- Le dice Tamara.

   -¿Qué eres mi madre?- Le pregunto revelándome.

La doctora saca una libreta y un bolígrafo y apunta una fecha. Tamara me regaña con la mirada y yo me quedo callada. La psiquiatra me da la hoja y me sonríe.
Firmo los papeles a mala gana y se los devuelvo. Ella se despide saliendo de la habitación y yo me doy la vuelta para no ver a ninguna de las dos.

   -Déjanos solas Amelia- Le dice Tamara.

   -Aquí la única que se tiene que ir, eres tú-.

Amelia y Tamara me miran pero la mirada que me lanza  Tamara amenazante hace que Amelia obedezca porque escucho cerrarse la puerta y abrirse la del armario. Cuando me giro de nuevo, veo a Tamara con mi ropa en la mano y se la arranco con mala cara.

   -No te entiendo Amanda- Me dice con mala cara.

   -¿Qué es lo que no entiendes?- Pregunto a malas y añado- tienes una puerta hermosa para cogerla e irte cuando quieras-.

Sin mirarla me comienzo a vestir el pantalón hasta que la puerta se vuelve a abrir para dejar pasar a una muchacha. La chica me quita la vía y se vuelve a ir en silencio, supongo que la situación también es violenta para ella.

   -Te podías haber muerto- Me regaña Tamara con la voz entrecortada.

   -¿Te hubiese importado?- Le pregunto.

   -Amanda- Me nombra.

   -La respuesta es no, así que no tienes derecho a decir nada- Le reprocho.

Visto la camiseta y paso por su lado vacilante. Ella me engancha del brazo y me da la vuelta para poder besarme. Es un beso de miedo y mal humor pero me sabe como un tranquilizante.

   -Os llevaré a casa- Se ofrece.

   -No hace falta-.

Intento negarme pero su oferta no es rechazable y lo sé.
Me acompaña hasta la puerta y, antes de que pueda abrirla, me da la mano.

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