Capítulo 35

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Narrado por Carlota a 9 de Octubre de 2016:


Desde la cocina veo como Marco y Amanda juegan con Alba y se me cae la baba.
Ambos están siendo muy comprensivos conmigo y gracias a ellos he pasado un día maravilloso. Casi no he tenido tiempo ni de pensar en todo lo que se me viene encima.
Meto los platos al fregadero y me pongo manos a la obra. Cuando acabo vuelvo al salón pero solo está allí Marco. Lo miro con una interrogación en la cara y él me explica la situación:

   -Amanda se ha ofrecido a ir a dormir a tu hermana y al perro-.

Lo miro con una sonrisa de boba en la cara y, al darme cuenta, la borro.

   -¿Por qué no salís un rato a tomar algo?-.

La pregunta de Marco me pilla un poco por sorpresa y no sé cómo reaccionar.
Quiero salir, pasármelo bien y desmarcarme de la realidad por un momento pero no sé si eso es falta de responsabilidad.
Marco no abre la boca hasta que llega Amanda:

   -¿Amanda te apetece salir?-.

Miro hacia Amanda que lo mira con cara de circunstancias e intervengo:

  -Marco quiere que salga como terapia para que no piense-.

Echo una carcajada al final y ellos dos me sonríen.

   -Si es por tu bien, se hará una excepción supongo-.

Que ella también quiera salir me da un subidón y me pongo de pie para darle un abrazo.
Al despegarme de su cuerpo me siento totalmente fuera de lugar y avergonzada, con lo que decido escaparme con la escusa de prepararme, dejándolos en el salón.

Entro a la habitación con mucho cuidado de no despertar a mi hermana y cojo un vestido del armario a oscuras. Aunque sé perfectamente cual es por el tacto. Sonrío satisfecha y salgo como si fuese un espía concienzudo en su trabajo.

Me meto en el baño y me visto. Este vestido realza el poco pecho que tengo con su escote y deja entrever sutilmente mucha carne.
Me suelto el pelo y me lo cepillo con cuidado para no moldear el alisado.
Me pongo un poco de pintalabios y rimel y salgo al salón.
La escena que veo me hace gracia, Marco le está explicando a Amanda como jugar a un juego de los suyos de la play y ella lo mira totalmente desorientada.

   -¿Vamos Amanda?-.

Dejo caer para que se den cuenta de que estoy en la habitación. Amanda desencaja la mandíbula al verme y Marco se pone en pie para darme un abrazo.

   -Estas despampanante-.

Le resto importancia con la mano al comentario de Marco y vuelvo a buscar la mirada de Amanda que está mirándose con mala cara la ropa que lleva puesta.
No me había dado cuenta de que ella llevaba una sudadera y unas mayas de deporte, no le di mayor importancia porque yo siempre la he visto así pero quizás no quiera salir así.

   -¿Quieres que te preste algo de ropa?-.

Parece avergonzada al contestar afirmativamente pero entro a por unos vaqueros y se los doy. Cuando sale seguimos sin parecer que vayamos juntas pero ella está muchísimo más cómoda y le sonrío agarrándola de la mano.

   -¿Nos vamos?-.

Marco me da un beso en la frente y la mano a Amanda y yo lo semiabrazo antes de que salgamos.

   -¿A dónde vamos?-.

La verdad es que no sé si quiera a donde vamos. La miro confusa y ella se da cuenta.

   -Te llevaré a un sitio un poco diferente pero tenemos que caminar un poquito-.

Su comentario pone el misterio encima de la mesa y eso me hace preguntarme muchas cosas. Le sonrío un poco nerviosa y caminamos con un silencio sepulcral. Entonces tengo una idea brillante y le pregunto el por qué de que llevase el mayot aquel día en el parque.
Ella sonríe y se sonroja. Comienza a contarme una historia de una niña con muchos sueños y una vida muy difícil para conseguirlos. Hasta que de pronto, se para ante un bar repleto y la miro un poco confusa.
No pensé realmente que me fuese a traer a un sitio tan lleno, no siento que pegue con ella pero se acerca al portero y lo saluda.
Este nos abre una puerta lateral que no es la del bar y entramos en un lugar mucho más calmado.
Al fonde del local hay un pequeño escenario y dos muchachos cantan desafinadamente y muy abrazados.

   -¿Me has traído a un karaoke?-.

Amanda me sonríe y una mujer se nos para delante para contestarme:

   -Oh no querida, este no es un karaoke, es el karaoke. Un lugar donde la magia...-.

   -... De una voz desconocida te puede enamorar el corazón- Acaba la frase Amanda como si la hubiese escuchado mil veces.

   -Tania, para servirle-.

Tania levanta su mano hacia la cara de Amanda y ella se la besa. Las miro con sorpresa y Tania se ríe. En realidad no me gusta esa mujer pero Amanda parece muy feliz de verla.

   -No sueles venir con gente ¿Quién es esta adorable muchachita?-.

Vuelvo a mirar con sorpresa a Amanda y ella me mira. No entiendo nada.

   -Una amiga-.

Siento una punzada en el corazón cuando me presenta como su amiga, aunque no entiendo por qué.
Tania nos da la bienvenida a su local y nos abandona tras ser recogida por un par de mujeres.
Amanda me encamina hacia la barra y me mira para que le diga lo que quiero tomar.

   -Una estrella-.

Ella me sonríe y le pide a la camarera casi pegada a su oído. Yo intento ver que ambiente hay en el bar pero no veo nada fuera de lugar, salvo que somos mucho más jóvenes que las demás personas. Y no sé si eso me perturba o me causa intriga.

   -¿Qué tiene este sitio de especial?-.

Ella levanta la mano y me enseña una llave.
Ahora si que no entiendo nada pero la camarera nos interrumpe y nos da las bebidas, dos botellines de cerveza.
Coge su bebida, espera a que yo haga lo mismo y me agarra de la muñeca para guiarme. Me suelto y le doy la mano lo que la confunde un instante pero sigue adelante.
Caminamos hasta una puerta que pone "prohibido el paso" y ella la abre. No suelta mi mano al hacerlo y siento bastante orgullo.
Al pasar la puerta hay unas escaleras que subimos en silencio y luego otra puerta que abre al llegar.
Es una especie de terraza cubierta por un techo de cristal y está llena de pequeñas luces. Ella da la luz y puedo ver una maravillosa explanada muy bien decorada por mesas y sofás. ¿A dónde me has traído Amanda?

   -¿Te gusta?-.

En su voz suena el tintineo de la esperanza y asiento deslumbrada. Intento cerrar mi bocaza pero es un lugar impresionante.
Caminamos por toda la sala hasta una esquina, ni si quiera me había dado cuenta del enorme escenario que hay delante de nosotras.

   -Ahí es donde he aprendido a bailar-.

Me señala el escenario, supongo que se ha dado cuenta de que no he dejado de mirarlo. Nos sentamos en el sofá y ella comienza a contarme historias mientras bebemos. Cuando acabo la cerveza saca otra de una neverita y sigue.

El BancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora