Narrado por Carlota a 26 de Septiembre de 2016:
Miro a mi alrededor, la sala de espera está totalmente desierta, y agacho la cabeza entre mis manos derrotada.
Siento como todo se me viene encima y no puedo evitar regodearme en mi propia mierda:-Cáncer uno, pelo cero-.
-¿Carlota?- Me pregunta una voz masculina.
Levanto la cabeza para mirar quién me habla y me viene un flash del muchacho presentándose.
-Mario-.
Lo debo de pronunciar con demasiado énfasis porque lo veo sonreír y se enrojece. Asiente con la cabeza y pregunta:
-¿Te has perdido?-.-Esa era la intención- Mascullo.
Me mira sin entender nada de lo que he dicho y su cara parece una interrogación enorme pero eso no lo frena y, de pronto, me pregunta feliz:
-¿En qué habitación estas?-.
No entiendo su entusiasmo estando aquí dentro y, sin quererlo, empiezan a rodar lágrimas por mi cara. La impotencia me puede.
Él cambia totalmente de cara y me abraza. Me aprieta hasta que dejo de gimotear y, sin saber por qué me siento mucho mejor.-No quiero quedarme calva-.
Él me suelta y me dice otra vez con una sonrisa:
-Pero si es lo mejor, no tienes que usar dos toallas, no tienes que peinarte, no usas champoo y no sabes cuanto te ahorras... Y lo puto mejor esta súper suave-.
No puedo evitar reírme y él agarra mi mano para pasársela por la calva y que compruebe lo suave que es.
-Venga va ¿en qué habitación estas?- Me repite la pregunta.
Me seco las lágrimas con cuidado y le contesto:
-No me han ingresado... He venido a consulta-.
Asiente y me agarra para llevarme allí de nuevo.
Caminamos durante unos minutos pero lo freno tirando de su brazo hacia atrás y me queda mirando esperando a que le explique lo que esta pasando:-¿Podemos no ir a la consulta?-.
Él sonríe y me pregunta:
-¿A dónde vamos?-.
Le sonrío y tiro de su brazo. Echo a correr y él tiene que ponerse también a correr hasta que comienza a ponerse rojo y para en seco. Lo miro muy asustada y veo como Mario se dobla agotado.
-Ayuda-.
Empiezo a chillar como una loca intentando que nos ayuden cuanto antes y noto como el terror me sube por las venas. Lo agarro por los brazos para intentar mirarle la cara, esta muy roja.
Alguien me empuja y un grupo de personal sanitario lo rodea sin dejarme verle.-Mario- Chillo.
Me abro paso hasta Mario que esta sentado en una silla de ruedas y veo como le colocan una mascarilla.
-¿No sabes que su capacidad pulmonar es reducida? No podéis echaros a correr, sin ninguna razón podría ahogarse en cualquier momento- Me riñe uno de los enfermeros.
¿Ahogarse? Miro a Mario con miedo que me responde con los ojos entrecerrados y me pongo de rodillas a su lado.
-Lo siento-.
Las lágrimas brotan de mis ojos sin poder detenerlas y solo quiero volver atrás en el tiempo y desechar mi idea de mierda.
De pronto, mi madre me engancha y me echa hacia atrás sin entender lo que esta pasando. Me doy la vuelta dos segundos para intentar explicárselo todo pero al ver que se llevan a Mario echo a andar junto a él. Mi madre me sigue sin decir nada hasta llegar a la sala de pediatría.
Nos dejan en la habitación de Mario y lo enchufan a otra máquina antes de irse.
ESTÁS LEYENDO
El Banco
RomansaEn la noche desierta, de la vieja Coruña, se encuentra una calle que a su vez se pierde entre una multitud de languidas calles y a juego con ellas, forma parte de su adusto mobiliario, con porte señorial, un antiguo banco. Sus tablas han recibido e...