Capítulo 27

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Narrado por Carlota a 26 de Septiembre de 2016:


Cierro la puerta tras de mí toda histérica y miro el reloj. Cinco minutos para que mi madre se despierte, que alivio.

Me voy a la cocina pasando por el salón de la casa, creo recordar que allí dejé el diario, y me siento en un taburete del mostrador de la cocina.
Escucho a mi madre estirarse mientras camina y, al entrar, me mira con sorpresa.

   -No podía dormir- Hago una pequeña pausa que hace que mi madre se preocupe por si he escuchado algo que no debiese anoche y me apresuro a calmarla- con la sesión de hoy-.

Ella respira aliviada y enciende la máquina para hacer dos cafés. Pone dos tostadas en la sartén y sirve los cafés sentándose a mi lado.

   -Mamá, todo saldrá bien-.

Me arrepiento de haberle dicho eso porque veo como sus ojos se llenan de lágrimas.
Me abraza con cariño y se reprime, lo siento.

   -Las tostadas-.

Del chillido que pega me deja sorda y, la verdad, es que si huele un poco a quemado.
Las saca de la sartén con una sonrisa triunfal y nos echamos a reír.
Mi madre se da cuenta del ruido que hacemos y me hace un pequeño gesto de silencio para que paremos.
Unta las tostadas con mermelada de fresa y las deja en la mesa.
Desayunamos en silencio y cuando he acabado me ordena ir a despertar a mi hermana.
Me levanto y voy hasta mi cuarto, enciendo la luz y la pillo ocupando la cama entera.

   -Pero bueno estrella de mar ¿qué haces tú aquí?-.

Me tiro encima de ella para hacerle cosquillas y solo le queda chillar y pedirme que pare pero no lo hago:

   -Devuélveme a mi hermana ¿dónde la tienes escondida?-.

   -Que soy yo, que soy yo tata-.

Dejo de hacerle cosquillas y le pregunto:

   -¿Cómo sé que eres tú?-.

Ella se queda pensativa y se levanta la camiseta del pijama.

   -Ves, esta cicatriz no la tiene nadie más-.

A mí se me para el corazón con la información que me da y la abrazo.
Aún me afecta esa cicatriz.
La llevo en brazos hasta la cocina y preparo su cacao de por la mañana y saco galletas de chocolate.

   -¿Me vas a llevar al colegio hoy?-.

Miro a mi madre para pedirle permiso y acepta. Sé que es una compensación por lo de ayer pero aún así disfruta vernos tan unidas.

Dejo que mi hermana termine de desayunar y vamos a mi habitación a vestirnos.
Acaba mucho antes que yo, por supuesto, y me mira quejándose de lo lenta que soy.

   -¿Acabaste tortuga?-.

Me pone sus morros pomposos de cuando chulea y no puedo evitar en rabietarme. Pongo los ojos en blanco y la engancho para cogerla en aire y llevármela al baño.
Me mira con los ojitos de "por favor" y me siento en la taza del váter a hacerle una trenza de raíz de esas que tanto le gustan y, al acabar, vuelve a ponerme la cara de queja por no estar lista yo. Esta niña se debe de pensar que soy una máquina y lo hago todo a la vez.
Ante su intensa mirada me hago un moño rápido y mal hecho y la saco del baño empujándola.

   -Nos vamos mamá-.

Sus chillidos por el pasillo me hacen mucha gracia pero cabrean a mamá que la regaña y nos dice las típicas frases de madre antes de salir.

Bajamos las escaleras haciendo una carrera como nosotras solas sabemos
y nos tranquilizamos cogiendo postura al salir.

   -Y cuéntame ¿hay algún chico que te interese?-.

   -No tata-.

Eso es que si.

   -Ah ¿no?-.

Ella se para a pensar y acaba por contestarme:

   -A ver... Es un secreto ¿eh?- Hace una pequeña pausa y continúa- hay uno en sexto que es muy majo, juega al fútbol conmigo y dice que soy muy buena-.

   -No, ese es muy mayor-.

Mi tono es de regaño pero ella me encara diciendo:

   -No, yo también soy mayor-.

Frunce el ceño y pone morros. Me hace mucha gracia verla así y, además por experiencia propia, cuanto más le diga peor será.

   -¿Y tú qué chicos te gustan? ¿Marco?-.

Me deja totalmente descolocada con su pregunta y me quedo en shock unos minutos.
Amanda... Amanda no, no, no es un chico.
Sigo pensando hasta que mi hermana me frena.

   -¿Qué es ese ruido?-.

Pongo atención y viene de una caja al lado de la basura... Parece... Parece... No consigo descifrarlo hasta que abro la caja y... Es un cachorrito.

   -¿Podemos llevarlo?-.

Quiero decirle que no... Pero es tan bonito. Su pelo es blanco, muy blanco y lo tiene rizadin. Apenas abre los ojos y casi no se mueve pero llora mucho.
Me saco la mantela y lo recojo en ella. Mi hermana sonríe feliz y miro la hora. ¡Es tardísimo!

   -Venga vamos-.

Yo agarro el cachorro como si fuese un bebé y la agarro de la mano para tirar de ella. Caminamos rápido hasta que llegamos y la veo correr hasta la puerta sin despedirse.

Yo me doy la vuelta y le pregunto al cachorro:

   -Madre mía ¿qué voy a hacer contigo?-.

Cuando llego a casa, entro con sigilo y voy hasta mi habitación a paso exageradamente rápido para que no me pille mi madre. Doy una vuelta sobre mi misma, buscando el sitio adecuado hasta que veo el zapatero. Coloco el cachorro sobre la cama y abro el armario. Pongo en el suelo de este un cojín y ropa alrededor para que no se caiga de él.
Lo recojo y lo dejo en el suelo del armario sobre la cama improvisada y cierro la puerta.

Escucho a mi madre llamarme, preguntándome si ya he llegado y tengo que dejar a mi pequeño solo.
Salgo al pasillo y le contesto.

   -Es que he escuchado ruidos pero no te escuché llegar-.

   -El sigilo es la clave de todo-.

Ella sonríe y mira al reloj.

   -Deberíamos ir yendo-.

Asiento y coge la chaqueta para irnos. Bajamos a por el coche y nos ponemos rumbo al hospital. Cuando entramos, los chicos me esperan a las puertas y les sonrío.

   -Supongo que te quedas con ellos-.

Asiento y ella añade:

   -Iré a hacer la compra y vuelvo a por ti-.

Sé que para ella tampoco es fácil y quiero ahorrarle el momento.
Le doy un beso y me acerco a mis amigos. Sergio me pone el brazo por encima de los hombros y me semiabraza a la vez que caminamos.

   -¿Preparada?- Me pregunta Jenny.

Todos se la quedan mirando un poco mal pero yo le contesto sin más preocupación:

   -Si, supongo-.

Vuelve el silencio seprulcal hasta llegar a la sala. Allí me guían hasta dos camas y me ayudan a acomodarme. Cuando me doy cuenta, veo a Sergio en la otra cama.

   -¿Tú también?-.

Asiente y entra una enfermera.
Se acerca a Sergio y le pone una vía y después a mí.
Nos pone un gotero y se vuelve a ir. Estoy bastante acojonada pero me quedo callada hasta que Sergio me tiende unos auriculares.

   -Esta selección de música te relajará-.

Le sonrió y me los pongo. Un piano muy suave empieza a sonar y cierro los ojos.

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