Capítulo 40

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Narrado por Amanda a 15 de Octubre de 2016:


Despego mis labios de los suyos y empiezo a notar su respiración alterada. Su pelvis se acerca cada vez más a mi mano y necesito meterle un dedo.
Sus labios me buscan pero yo retrocedo buscando una reacción de sorpresa hasta que la siento lo suficientemente desprevenida y mojada para darme el gusto. De su boca brota un sonoro gemido, que supongo, que mi hermana y Lucas hayan escuchado pero no me importa...
Aunque a ella parece que sí que mira a todos lados desorientada y preocupada.

   -Me pueden escuchar Amanda-.

Su tono es de riña y me da risa. Ella se enfurece y saca mi mano de entre sus piernas. La miro nerviosa por si se ha cabreado de verdad y se echa a reír.
Eso me tranquiliza y hace que baje la guardia, momento que utiliza para clavarse en mi camiseta del pijama y arrebatármela.
Se sienta sobre mí y se deja caer.
Cierro los ojos creyendo que va a besarme pero subciona uno de mis pezones y me hace agarrarla, clavándole las uñas en sus nalgas.
Cuanto más se las clavo, más subciona y hace que chille.
Sonríe satisfecha y eso me enciende todavía más.
Le arranco la camiseta y me mira triunfal al ver mi reacción. Lleva el sujetador puesto.
Me incorporo para quitárselo pero ella me empuja, dejándome caer sobre la cama de nuevo.

   -Déjame quitarte el sujetador-.

Mi súplica no llega a ningún lado porque acaba por negar con la cabeza y me pone una mano sobre un pecho, haciendo fuerza para que no me mueva. La otra la pasa por detrás de ella y se inclina hacia atrás para rozar la entrepierna de mi pantalón.
No sé lo que pasó porque su semblante de poder pasa a ser uno de completo terror.

   -Carlota ¿qué pasa?-.

Ella no contesta pero coge la camiseta que llevaba y comienza a ponérsela.

   -Carlota-.

Intentó llamar su atención pero ella sigue sin mirarme, no sé si quiera si me está escuchando. Se baja de mí y se sienta en la cama. Se tapa la cara y me siento de un salto para acercarme.
Murmura algo pero no puedo entender y le quito las manos de la cara pidiéndole que lo repita.

   -Soy virgen-.

La acaricio la cara con una sonrisa y me acerco a su boca. Ella se intenta apartar pero consigo besarla. La atraigo hasta tenerla más cerca y termino el beso poniéndome de pie.

   -Eso no es nada malo, ya verás que divertido. Y dicho eso ¿Señorita quiere usted desayunar?-.

Me mira divertida y niega con la cabeza.

   -¿Entonces no tiene hambre?-.

Sigue con esa expresión risueña que tanto la favorece y sé que es porque le sigo el juego. Le encanta jugar.

   -Si tengo hambre-.

Se muerde el labio mientras me observa con deseo quitarme los pantalones y le pregunto:

   -¿De qué?-.

Me señala y yo pongo de rodillas junto a ella. Me señalo a mí misma abriendo los ojos para que vea mi sorpresa y ella asiente.
Me acerco y la beso. Aprovecho que está totalmente quieta para desabrocharle el sujetador pero ella se lleva las manos a sus pechos y lo sujeta.
La miro un poco perdida por su reacción y me aclara:

   -No son precisamente eróticos, preferiría que no me lo quites-.

La miro con extrañeza pero se lo vuelvo a abrochar y la tumbo, abriéndome camino con mi pierna como anteriormente hice.
Su respiración vuelve a un ritmo muy descontrolado y yo me hago de rogar dándole pequeños besos en el cuello.
Ella levanta su pelvis frotándola con mi pierna y yo la muevo contra ella.
Semilevanta la cabeza y vuelve a brotar un sonoro gemido de toda ella.
Sigo bajando con mi boca por sus hombros, pechos,... Hasta alcanzar el límite que me marca la goma de sus braguitas y la engancho con mis dientes para luego soltarla de golpe.
Otro suave gemido que me pone cada vez más y me apresuro a quitarle las bragas con las manos.
Vuelvo a hacer un caminito de besos hasta rozar su pelo pélvico y abro sus piernas para abrirme paso. Ella echa los codos hacia atrás para semilevantarse y la miro con curiosidad. Esta totalmente avergonzada y rozo su muslo con la lengua ante su atenta mirada. Se muerde el labio y le pido que se vuelva a tumbar, cosa que hace. Es sexualmente obediente y eso me pone más.
Acerco mi nariz a su sexo y hundo mi lengua buscando su clítoris hasta que noto como se retuerce. Levanto la mirada para saber si es de incomodidad o de placer, por suerte es por lo segundo y aprieto mi lengua contra su cuerpo.
Intenta apartarse de mí pero le agarro las caderas con fuerza para que no lo haga.
La miro y observo como tiene la boca abierta y aprieta con los dedos la sábana.

   -Supongo que esto te gusta-.

Mis palabras están llenas de deseo oculta y la hacen temblar. Suelto una de mis manos y agarro la suya, dejando que me la apriete. Con la otra mano me acerco a sus labios menores y la penetro.
Hace fuerza con su mano sobre la mía clavándome las uñas y gime.
Meto y saco el dedo a un ritmo muy lento pero duro para que lo sienta muy adentro mientras hago círculos sobre su clítoris con mi lengua.
Agarra mi muñeca con fuerza y yo agarro la suya tirando de ella para sentarla. Abre los ojos y me mira muy perdida y ansiosa y aprovecho para sentarla sobre mis piernas y acercarla a mí todavía más.
Hundo dos dedos en su coño y los muevo dentro sin sacarlos hasta que ella empieza a mover su pelvis mucho más rápido. Gime e intenta besarme torpemente mientras yo la observo prendada de su belleza.
Duramos así dos o tres minutos hasta que noto como su vagina se tensa y pega un grito de plena satisfacción.
Su cuerpo se echa hacia delante cayendo ambas en el colchón derrotadas.
Me abraza sin fuerza y comienzo a acariciarle el pelo.
No quiero que esté momento acabe nunca.
Abre los ojos y me mira sonrojada.

   -¿Mejor o peor de lo que esperabas?-.

Ella sonríe de oreja a oreja pero no dice nada. Intenta moverse pero desiste, parece que le cuesta un mundo hacerlo.

   -¿Tienes hambre?-.

Asiente e intento moverme pero me agarra. Niego con la cabeza y la miro perdida.

   -No te muevas, quédate aquí conmigo-.

Su voz esta llena de miedo pero al pasarle mis brazos por encima parece tranquilizarse.
Nos quedamos abrazadas durante unos minutos hasta que me da por coger el teléfono y veo la hora.

   -Mierda-.

Ella levanta un poco la cabeza, parece que estaba más dormida que despierta, me pregunta qué pasa y le contesto:

   -En una hora tengo que entrar a trabajar-.

Carlota se entristece pero, de pronto, parece darse cuenta de algo.

   -¿Qué hora es?-.

   -Van a ser las tres de la tarde-.

Baja la cabeza abatida y me asusto.

   -A las cuatro, me toca una sesión de quimioterapia-.

Quimioterapia que palabra más llena de miedo e inseguridad.

   -¿Cómo lo llevas?-.

En realidad no quiero saberlo, su cara al escuchar mi pregunta es una sonrisa forzada que no me da ninguna buena vibración.

   -Aún no se sabe nada-.

Asiento y beso su frente. Me pide la ropa y se la señaló pero antes de dejarla ir, la beso. Me lo devuelve con dulzura y se va al baño. Siento como algo de mí se va con ella.

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