Capítulo 39

3 1 0
                                    

Narrado por Carlota a 15 de Octubre de 2016:


Veo la luz desde la ventana y toco el timbre.
Sé que es muy tarde pero la luz indica que todavía está despierta.
Se abre la puerta y aparece una mujer un poco más mayor que Amanda pero muy parecida.

   -Busco a Amanda-.

   -Bienvenida al club de gente que buscamos a Amanda- Me contesta ella muy cabreada pero me deja pasar.

Me señala el sofá para que me siente y observa con sorpresa como Adolfito corre hacia mí.
Juego con él unos segundos hasta que me doy cuenta de que la mujer no deja de mirarme.

   -¿Y tú quién eres?-.

Pienso en qué le puedo contar pero me limito a explicarle un poco por encima quién soy.

   -Yo soy su hermana, encantada. Me llamo Amelia-.

Parece mucho más tranquila y me anima de nuevo a sentarme.
No me apetece esperar pero quiero ver a Amanda, así que accedo y me siento con ella. Tengo que pedirle perdón a la cara y esperar que acepte mis disculpas.

No sé cómo lo hacemos pero acabamos charlando junto a un café y un álbum de fotos.
Ella se ríe con uno de mis comentarios y, de pronto, se abre la puerta.
Nos ponemos de pie como si esperásemos en una consulta y la vemos entrar agarrada de Sue.
Sue me mira sorprendida pero pronto me pone cara de asco y Amelia se percata de todo.
Amanda nos mira un poco confundida y mira a Sue.
Amelia intercede y camina hasta donde está Amanda para cogerla.

   -Carlota, ayúdame-.

Veo como Sue se mosquea un poco y se mete por medio:

   -No os preocupéis, puedo yo-.

   -Muchas gracias, pero soy su hermana y sé mejor lo que necesita Amanda-.

Amelia es muy dura con sus palabras y Sue solo puede optar por irse.
Me apetece sacarle la lengua cuando vuelve a mirarme con desprecio pero no lo hago porque no quiero que me vean.
La ayudo a coger a Amanda y la llevamos a su cuarto con mucho cuidado.

Hay ropa por todas partes, parece que estuvo buscando algo que ponerse o descartando ropa.
La tumbamos en la cama y Amelia me pide que la ayude a ponerle el pijama.

   -¿Puedo quedarme a dormir?-.

Abro los ojos como platos al darme cuenta de que lo he dicho en alto pero Amelia no pone objeción y saca del armario una camiseta para que me sienta más cómoda.

   -Muchas gracias-.

Me acuesto a su lado esperando a que Amelia se vaya y cierro los ojos.

Me despierto un poco aturdida y me encuentro a Amanda mirándome con una sonrisa.
No sé muy bien por qué tiene esa amplia sonrisa pero no me disgusta.

   -¿Qué haces aquí?-.

Su pregunta emana curiosidad pero la verdad es que no sé cómo contestarla, ayer tenía muy claro que debía pedirle perdón pero ahora no parece disgustada.

   -Me apetecía verte-.

No sé por qué he dicho semejante gilipollez pero no me arrepiento.
Me fijo en un mechón de pelo que cae por su frente y un impulso me hace colocarlo tras su oreja. Dejo que mi mano acaricie su piel suave y me quedo embelesada en sus labios. Son carnosos y más rojizos de lo normal.

   -Amanda... Yo... Siento una confusión enorme-.

Ella hace un sutil movimiento con la cabeza y me muerdo el labio.
Hay algo en ella que no deja de llamarme, de pedirme que me acerque más a su cara y lo hago.
Para mi sorpresa no retrocede y se acerca un poco más.
Puedo sentir su respiración en una bocanada de aire caliente que impacta contra mis labios. Estamos tan cerca...
El móvil de Amanda suena y esta se estremece.
Noto mucho calor en mis mejillas y ella se echa atrás para cogerlo.

Mierda.

Yo quiero... Quiero... No sé ni lo que quiero.
Ella cambia de semblante y contesta el mensaje.
Seguro que es la payasa de Sue... Como si no hubiese tenido suficiente ayer. 

   -Oye Carlota ¿por qué no desayunamos?-.

No. No quiero salir de la cama. Ahora no.

   -¿Cómo desayunar? ¿Ahora? No-.

Mierda ¿por qué lo he dicho en alto?
Contrólate Carlota.

   -¿No?-.

Su pregunta queda en el aire porque no sé qué contestar y un flash de David preguntándome si tengo miedo a tenerlo claro me invade la mente.

   -¿Me puedes besar?- Pregunto tímidamente.

Amanda abre los ojos como platos y se echa a reír.

   -¿De qué te ríes?-.

Verla reír me cabrea muchísimo pero espero a que me conteste a la pregunta que le he hecho.

   -Hace unos días me acusabas de haberte emborrachado para besarte y hoy quieres que te bese-.

Tiene razón, esto no tiene sentido.
Niego con la cabeza e intento salir de la cama pero ella me agarra y me atrae hacia ella. Volvemos a estar a pocos centímetros de distancia, vuelvo a sentir su respiración en mis labios y... Me besa.
Es un beso lleno de inseguridad pero bonito...
Agarra mi mandíbula para presionarla hacia abajo y conseguir que entreabra los labios. Aprovecha para agarrar con firmeza mi labio inferior e introduce su suave lengua.
Siento como todo mi cuerpo se tensa y necesito más. Camino con mi mano por el colchón hasta sentir su abdomen y lo rozo con ternura.
Noto como se tensa el sentir el roce de mi piel en la suya y el beso se intensifica. Su mano agarra mi cabeza y sus dedos se enredan en mi pelo.
Rozo con extremada suavidad la goma de su pantalón e intento colar uno de mis dedos hasta que ella agarra mi mano con fuerza. ¿Qué pasa?

Deja de besarme y abro los ojos para ver lo que está pasando. ¿Por qué para?

   -¿No crees que vas un poco rápido?-.

No, claro que no... Bueno, no sé.

Un mogollón de dudas se agalopan en mi cabeza y no sé qué hacer.
Lágrimas comienzan aflorar de mis ojos sin poder controlarlas y veo en su rostro un ápice de desesperación.

  -Carlota... No... No llores-.

Vuelve a acercarse y me besa de nuevo.
Todos mis sentimientos se apresuran a explosionar y, ahora, quien se aparte soy yo.

   -Creo que me gusta cuando me besas-.

Ella sonríe ante mi inesperada confesión y me mira con ternura. Acaricia con sus dedos mi piel y seca todo ápice de lluvia en mi cara.

Si me gusta... Ella me gusta... ¿Las mujeres me gustan? No, solo ella... Ella tiene...

   -No pienses por favor-.

Es un susurro casi inaudible que hace que mis pelos se pongan de punta y la beso.
Este beso es distinto esta lleno de decisión y... Y.. Deseo.
Una de sus manos vuelve a enzarzarse en una lucha silenciosa con mi pelo y la otra baja sin control por mi cuerpo, quedándose en mi pecho.
Noto un dolor punzante pero no emito ninguna reacción a ello salvo intentar pegarme más a ella.
Amanda me empuja con suavidad hacia la almohada y, en un rápido salto, noto su pierna entre las mías.
Va a pasar y no quiero parar.
La mano que tenía en mi nuca pasa, en un descuido, a mis bragas y a caricia mi parte más íntima. Un ligero temblor comienza a atacar mis piernas que rodean la suya con dureza pero no la disuaden.
Dos dedos, índice y corazón se adentran en mi ropa interior y rozan con suavidad mi frágil deseo.
Gimo en un intento por plasmarlo todo a la vez.

El BancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora