Capítulo 22

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Narrado por Amanda a 26 de septiembre de 2016:


No sé como seguir la conversación pero no me hace falta porque acaba por intervenir Carlota:

   -¿Te invito a un café? ¿Te apetece?-.

Asiento y nos adentramos de nuevo al hospital. Caminamos durante unos segundos hasta la pequeña cafetería.

   -Un té de frutos del bosque y un...-.

Espera pacientemente hasta que me decidido y me dirijo al camarero con una sonrisa:

   -Descafeinado de máquina con leche fría-.

Nos sentamos en una mesa cerca de la salida y volvemos a caer en un silencio incómodo.
Mierda.
Le llega un mensaje y se le pone una sonrisa en la boca. Alzo la mirada para saber quien le habla y veo que es un chico. Supongo que será su novio y me entristezco.
¿Qué estoy haciendo?
Ella suelta el teléfono y, al levantar la cabeza, se le pierde la sonrisa.
Acerca su mano a la mía y me la acaricia.

   -¿Te pasa algo?-.

Su dulce voz hace que levante la mirada para verle los ojos y ella suelta mi mano rápidamente. El camarero nos interrumpe para dejar las bebidas y Carlota le paga dejándole una buena propina. Espero a que este se haya alejado un poco para descargar mis sentimientos.

   -La verdad es que últimamente tengo un poco de vida en mi caos- Le digo forzando una risa y continuo- te parecerá una tontería pero en estos últimos meses han pasado tantas cosas que han direccionado mi vida que tengo la sensación de que no puedo parar ni a tomarme un café-.

Rozo mi café con las manos y ella me mira con los ojos vidriosos. Siento que va a estallar en cualquier momento y, así es, gira la cabeza hacia la izquierda para que no la vea llorar. Me acerco poniéndome de pie y agarro suavemente su cabeza con mis manos.

-Carlota, tranquila-.

Ella intenta hablar pero solo consigue balbucearme que se siente igual. La abrazo con cariño, rodeándola con mis brazos y doy pequeños besos en su pelo. Huele a limpio y su cuello a vainilla. Ella se abre paso con sus brazos hasta mi cuello y se cuelga de él.

   -Te he mentido, tengo cáncer-.

Sus palabras me rompen en mil pedazos y no sé si quiera que decir.
Me suelta para ver mi reacción pero decido agachar la cabeza muerta de miedo.
¿Yo intentando quitarme la vida voluntariamente mientras ella lucha fuertemente por aferrarse a ella?

   -Amanda-.

Su voz es un suave susurro que intenta llamar mi atención pero, a mí, sólo me salen tartamudeos sin sentido para ella:

   -No... No soy lo que necesitas... Yo... Yo me tengo que ir-.

Camino decida a irme hasta que escucho su voz quebrarse:

   -No es justo que te pires-.

Freno en seco para pensar un segundo lo que debo hacer, lo que es justo y decido dar la vuelta y enfrentarla.

   -Yo no soy buena para ti-.

Ella me empuja a fuera de la cafetería tras percatarse de que todo el mundo nos mira y me dice:

   -Pues a mí me gusta lo que he visto de ti-.

¿Yo?
Su voz suena tan segura de si misma que por un momento consigue hacerme dudar de lo que voy a decir:

   -Carlota no me conoces ¿cómo te voy a gustar?-.

   -Pues no sé, simplemente sé que me has marcado y quiero conocerte-.

   -¿Conocerme? Vamos a ver- Hago un inciso porque no sé ni por donde empezar y acabo por decirle- si supieras lo que hice no me mirarías ni a la cara-.

Ella se queda callada por la dureza de la frase y veo en sus ojos miedo.
Hasta aquí Amanda.
Dejo a Carlota allí parada y camino hasta salir del hospital. Camino hasta alejarme, incluso, de la zona perdiéndome en esta maldita ciudad.
Noto como mis venas se ensanchan y el cabreo hace que me hierva la sangre.

   -¿Qué coño esperabas, eh Amanda?- Me grito a mi misma.

Me agarro la cabeza y dejo de andar. Pego un grito y levanto la cabeza para darme cuenta de que toda la gente me mira.

   -¿Qué mierdas mira señora?-.

La mujer sigue cuchicheando, con el que supongo sea su marido, pero ahora camina más deprisa sin volver a mirarme y yo vuelvo a andar. Cojo mi teléfono y miro los mensajes de mi hermana preocupada diciéndome que me han ido a buscar ella y Lucas. Le contesto rápidamente que no iré a casa y llamo a un número marcado de memoria.
Un tono, dos, hasta tres.

   -¿Amanda?-.

   -Estoy perdida, ven a buscarme Tamara-.

Un silencio sume a la línea durante unos segundos interminables hasta que me pregunta:

   -¿Dónde estas?-.

   -En diez minutos en el parque-.

   -Voy para a...-.

Cuelgo el teléfono a toda prisa, sin ni si quiera dejarla terminar de hablar. Miro mis zapatillas y echo a correr entre las calles, sorteando personas, bicletas, incluso, un par de patinetes electricos hasta llegar a las puertas del parque.
Veo su coche y miro mi reloj. Once minutos. Me pongo la capucha y miro hacia ambos lados de reojo, como si fuese a hacer algo muy malo. Camino con la cabeza baja hasta subirme al coche.

   -Once minutos, has perdido eficacia-.

Parece que esta de buen humor y eso me reconforta.

   -¿Tráfico?-.

   -Habías tardado mucho en llamar-.

   -¿Pensabas que ya no volvería?-.

   -Sabía que lo harías, tarde o temprano-.

Sonrío y ella deja de mirarme para ponerse en marcha.
No deja de sorprenderme lo guapa que es y lo bien que se conserva.
Mete tercera tras un pequeño acelerón y posa su mano sobre mi pierna. Un escalofrío me recorre de forma inminente y sé que la he cagado pero no creo que haya una vuelta atrás.
El zumbido de la vibración de mi teléfono me alerta y al ver a mi hermana en la foto lo apago.

   -¿Problemas?-.

La miro para comprobar cómo me ha visto pero sigue con los ojos plegados al asfalto.

   -No, en absoluto-.

Guardo el movil en el bolsillo y espero a llegar a su casa.
Ella acaricia con suavidad mi rodilla al aparcar frente a su casa y nos bajamos. Su sonrisa pícara me priva y corro a su encuentro.
Entramos en la casa y cierro la puerta. Engancho su brazo y tiro de ella hacia mí. Hundo mi mano en su pelo y mis labios se aferran a los suyos. Sin dejar de besarla la subo a mi regazo y ella aprieta con fuerza sus piernas a mi cadera. Subo las escaleras con cuidado pero sin dejar de besarla.
La tiro a la cama muy descuidadamente y me quito la sudadera.

   -Amanda-.

Me nombra queriendo decirme algo pero me acerco y la beso y obvio sus palabras. Tiro de su blusa haciendo que salten los botones y tiro del sujetador hacia abajo dejando que sus pechos se descubran.

   -Joder- Vitoreo.

Me quito los pantalones lo más deprisa que me dan mis manos sudorosas y, empujándola para tumbarla, le arranco los pantalones junto a las bragas. Levanto sus piernas para hundir la cabeza entre ellas y comienzo a mover la lengua. Escuchos los bestiales gemidos que me regala y muerdo uno de sus muslos. Ella se incorpora dolida pero no deja de gemir una y otra vez. Introduzco dos dedos dentro de ella y le grito:

   -Dame lo que quiero Carlota-.

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