Capítulo 5

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Alexia

No soportaba tener que verle ni un minuto más. Cada vez que mi mirada chocaba con la suya un sin fin de confusos recuerdos inundaban mi cabeza.

Sentía asco. Verdadero asco al recordar lo que hicimos, lo que hice, lo que hizo. No podía terminar de reconciliarme con esa parte de mi pasado y, honestamente, el tenerle tan tremendamente cerca no me estaba ayudando. No era capaz de comprender cómo no pude acordarme de él nada más verle el lunes, porque ahora incluso entre ese grupo de tíos igual de altos que él y embutido en ese enorme traje y casco de fútbol americano, era capaz de verle. Había cambiado... Ya no era el chico con pelo rapado y cuerpo delgaducho que conocí un día. Sin duda seguía siendo el mismo gilipollas que hace un año, solo que ahora metido en un cuerpo mucho más de hombre, más alto y fuerte de lo que le recordaba, y con el pelo más largo. Ni siquiera sabía que fuera rubio, pero sin duda que así estaba mucho más guapo. Aunque siguiera provocándome arcadas cada vez que le veía.

Para mi suerte, no me había encontrado con él más veces en esta semana. El profesor de Historia seguía enfermo y yo se lo agradecía al cielo enormemente. Pero ahora que le había visto... Ni siquiera me importó cuando Reeds me expulsó del partido de béisbol, se molestaron mucho más mis compañeros de equipo. No es que me hubieran cogido especial cariño o supiera tan siquiera el nombre de alguno, no, simplemente era la mejor jugadora por el momento así que imagínate si eran malos.

- Eres buena, mujer.- Oí que decían a mi lado.

Me giré hacía el extraño con el ceño fruncido. Era un chico del equipo contrario, de piel oscura y ojos negros. Me sonreía cálidamente.

- Tú también lo eres.- Dije confusa. La verdad es que por lo poco que había visto, era bastante bueno. Se rió un poco, haciendo que un pinchazo se me clavara en el pecho.

Tenía su misma risa. Consiguió que por un momento mi mente volara a un tiempo mucho mejor y quería pedirle que volviera a reír para mí, solo para volver a sentirle tan cerca.

- ¡Eh! ¿Qué hice?- me dijo mirándome divertido- Bueno, si no fueran tan bonitos tus ojos te prometo que me preocuparía por esa mirada. Le sonreí de vuelta, negando con la cabeza aún aturdida.

- Solo me recordaste a alguien.

- Vamos, chicos. Se acabó el partido.- Oí gritar a Reeds.- Vengan a estirar cinco minutos.

Y yo me bajé de las gradas tan rápido como pude, alejándome de ese extraño.

- ¿A alguien especial?- Me sorprendió nuevamente aquel chico, situándose a mi lado.

Yo estaba con la pierna flexionada hacía atrás, sujetándola contra mi culo. Le miré un segundo y extrañamente, su mirada me hizo sentir cálida.

- Mucho.- Fui capaz de decir tras el nudo que sentía en mi garganta.

Yo no era de llorar mucho, solo había tomado conciencia en los últimos meses de que realmente se había ido y juro que dolía como un maldito puño de acero apretando mi corazón hasta dejarlo destrozado. No había un solo día en que dejara de echarle de menos. Daría todo lo que tengo por poder abrazarle una vez más...

- Yo también sé lo que es perder a alguien especial.- Dijo solo para mí, mirándome serio, como si realmente supiera de lo que estaba hablando.

He de reconocer que era la primera vez en tanto tiempo que me sentía mínimamente comprendida y era irónico porque después de un año y medio, era un desconocido quien parecía entenderme. Sentí como mis ojos picaban un poco, pero no iba a llorar delante de él. Yo no lloraba delante de nadie así que centré mi mirada en el suelo y asentí.

- Supongo que sí. Pero yo no sé lo que es eso.- Mentí como una imbécil, negándome a reconocer que dolía delante de él. No quería dar explicaciones a nadie, no tenía por qué.

Él me sonrío como si no me creyera nada, como si sintiera pena por mí. Odiaba esa sonrisa.

- Claro.- Dijo sin una pizca de convencimiento en su voz.

- Deja de mirarme así.- Espeté más brusca de lo que pretendía.- No me gusta la pena.

- No siento pena. ¿Por qué debería sentirla por alguien que no conoce el dolor?- Contestó él, con tranquila burla. Bien, tengo que admitir que me acababa de dejar callada.

- Woods, Reynolds. Dejen de hablar y pónganse a estirar en silencio.- Rugió Reeds demasiado cerca. No me sorprendió que se hubiera dado cuenta, había notado su mirada puesta en mi durante toda la clase. Bufé.- ¿Tiene algún problema, Alexia?- Me dijo mordaz. Puse los ojos en blanco y luego negué.- Genial.- dijo antes de alejarse. ¿Siempre tenía que tener la última palabra?

Escuché como el desconocido, ahora conocido como Reynolds, se reía a mi lado.

- Tiene un mal carácter.- me susurró cómplice.

- Es un malfollado.- Escupí y entonces estalló en risas, haciendo que me riera yo también.

- Alexia, espere un momento.- Me detuvo la voz del profesor cuando estaba a punto de meterme en el vestuario de chicas. Me gustaba como sonaba mi nombre en sus labios, la verdad, su voz hacía que pareciera una insinuación cada vez que lo pronunciaba con ese tono tan oscuro y pausado.

- ¿Y bien?- pregunté cuando me tuvo en una esquina apartada del gimnasio.

Rápidamente me acorraló contra la pared, haciendo que me inundara su olor. Olía a peligro, a problemas y a él. A esa clase de problemas en los que no te importaría caer una y otra vez. Desde ahora declaro que amaba su olor. No había apenas espacio entre su cuerpo y el mío, un solo paso por mi parte y tendría su musculado torso pegado a mis pechos. Realmente me estaba tentando ese paso...

- No crea que no he escuchado lo que dijo.- fruncí el ceño sin saber a qué de todo se refería. Debe ser más especifico, profe.- Soy yo el que se folla a alguien así que en ningún momento podré haber sido un malfollado.- Mis ojos querían salirse de mis órbitas, pero los mantuve dentro tan bien como pude.

¡Joder! Sonaba jodidamente follable cuando decía follar. Definitivamente este hombre era una bomba para mis hormonas. Pero eso él no debía saberlo, así que cuadré mis hombros y di ese maldito paso hacia él.

Después me iréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora