Capítulo 18

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Alexia

No escuché ni un solo paso, estaba tardando tanto que casi me había convencido de que no iba a venir. Pero había estado tan segura de que lo que brillaba en sus ojos mientras me quitaba el abrigo era deseo... Había sido todo lo sensual que me fue posible, en ese momento solo quería excitarle, tenerle para mí, sentirle tan perdido cómo yo me había sentido desde que puso sus ojos en mí aquel día. Quería olvidar todo lo que había pasado, quería dejarlo atrás y pensar solo en él por un momento. Así que me adentré en el pasillo y me quedé parada a los pies de un gran cuadro. La casa era grande y sobria. Elegante, pero fría. Con tonos blancos, grises y negros. Era obvio que ahí vivía un hombre.

- Así que aquí estás...- Me sorprendió su voz. Fue tan... Juro que sentí como se paraba mi corazón y mi cuerpo tembló.

Me giré lentamente a verle y ahí estaba él, con el brazo flexionado sobre su cabeza y apoyado en la pared, con los pies cruzados a la altura de los tobillos. Era la imagen más jodidamente sexy y erótica que había tenido el placer de ver jamás. Y justo cuando pensé que no podía ponerme aún más, me dedicó una traviesa sonrisa torcida y se acercó lentamente con el estribillo aún de Sex on fire retumbando por toda la casa, haciéndole ver aún más provocativo. Se deslizó lentamente hasta donde estaba yo, mirándome como un león a punto de alcanzar a su presa, devorándome. Tentándome de tal manera que me hacía sentir consumida, en ebullición. Era uno de esos momentos perfectos en los que no hacían falta las palabras. Nos lo estábamos diciendo todo y sentí como me temblaba el corazón de ¿cariño? Imposible.

Así que decidí que era muy pronto aún, por lo que pasé rápidamente por su lado dándole un rápido beso en la mejilla y me escabullí prácticamente entre sus dedos cuando su mano estaba a punto de rozar mi cara, adentrándome en lo que parecía un gran baño. Estaba cubierto de un brillante suelo negro y los muebles de un perfectísimo blanco con apliques plateados. Transpiraba lujo y sobriedad. Perfecto para un profesor, supuse. Pero no tuve mucho tiempo para seguir mirando, ya que él seguía cada uno de mis pasos. Así que me alegré cuando vi que había otra puerta que conducía a una habitación con una gran cama de matrimonio y escasa de decoración, lo suficientemente impecable como para saber que no era usada a menudo. Salí rápidamente por la puerta principal y volví al pasillo, unos pasos más atrás estaba la puerta del baño. Miré las otras puertas, tratando de decidirme cuál abrir cuando fui prácticamente empujada contra la pared.

Y ahí estaba su cálido cuerpo, a unos centímetros del mío y sin rozarme. Mi piel ardía por su contacto, pero él solo me miraba fijamente a los ojos, haciéndome sentir más desarmada de lo que me había sentido jamás. A su lado me sentía pequeña e indefensa, pero también valiente y mayor. Juro que a partir de ese momento no podría dejar de recordar su mirada ardiente, consumida por el deseo... Bendito el cielo por crear a este hombre.

- Deja de jugar conmigo y desnúdate para mí.- susurró su voz ronca junto a mi oído.

Ok. Eso no es lo que había esperado, pero maldita sea si no había conseguido encenderme como al jodido infierno. Estaba a punto de contestar, pero me olvidé hasta de cómo se respiraba cuando su boca atacó a la mía, con hambre. Sus suaves labios presionaron duramente los míos y su cuerpo hizo lo que tanto estaba anhelando el mío, se pegó en los puntos exactos, haciendo que no pudiera concentrarme en ninguno en concreto, disfrutando de toda la calidez de su duro cuerpo. Su lengua se adentró en mi boca y yo le di la bienvenida como Dios manda, así que no tardamos mucho en estar ambos jadeando, nuestras respiraciones calientes sobre el otro, piel con piel, boca con boca, sus manos sujetando las mías sobre mí cabeza.

- Liam...- Gemí contra su oído y elevé mis piernas alrededor de su cintura cuando una excitante canción comenzó a sonar de fondo.

Liam gruñó antes de morder mi cuello y luego me apretó aún más contra la pared, clavando sus caderas en las mías al ritmo de Crazy in Love de Beyoncé. Juro que eso era jodidamente placentero y con cada embestida de su pelvis contra la mía me arrancaba más y más gemidos. No podía entender como aún sin habernos desnudado podía ponerme tan fácilmente en el borde...

- Hmm...- volví a gemir clavando mis uñas en su espalda cuando su dura erección rozó mi entrepierna.

Y cuando pensé que me iba a derretir ahí mismo del calor, se separó de mí un poco y comenzó a andar por el pasillo.

Me soltó en medio de una amplia habitación. En el centro una enorme cama con sabanas negras. Había cuadros de desnudos artísticos en blanco y negro y un gran espejo justo enfrente de la cama. En una esquina de la habitación había una mesita con dos pequeños sillones y un montón de papeles esparcidos por ella, así que supuse que esta era su habitación. Cuando volví mi mirada a la cama, ahí estaba él. Sentado en el borde de ésta y mirándome con los codos apoyados en las piernas y los dedos entrelazados frente a su boca. Era sexy. Muy sexy. Y no sé en qué momento exacto dejé de escuchar la música, solo sé que en ese preciso momento solo existíamos nosotros. Tragué saliva nerviosa y entonces él me recorrió con la mirada, pero no de la manera en que lo hace un pervertido, no, sino haciéndome sentir bonita, cálida, hasta fijar su mirada en la mía.

- Déjame verte.- y su voz sonó como una petición sincera, cargada de deseo y algo más que no supe reconocer.

Obedecí, cansada de jugar y ansiosa por sentir su piel junto a la mía. Por sentirme un poco menos vacía de lo que me estaba empezando a sentir. Me desvestí lentamente, pero su mirada nunca dejó la mía, ni siquiera cuando me quedé en ropa interior. Liam se levantó lentamente de la cama y dio unos cuantos pasos hasta llegar a mí, pero no me tocó. Me miró fijamente, haciéndome sentir por más ridículo que suene desnuda por primera vez en la noche, como si pudiera verme de verdad. Como si viera mis heridas, mis errores, mi pasado a través de mis ojos y aun así le diera igual. Él solo me miraba serio, como si no fuera un juego más para él, como si realmente yo importara algo. Me asustó. La intensidad de su mirada, la suavidad de sus gestos...

- ¿Y ahora qué?- dije rompiendo ese perfecto momento, no pudiendo soportar ni un segundo más el temor a que me viera de verdad y decidiera echarme, humillándome.

Él me miró con sus ojos brillantes de nuevo, como si después de un lapsus hubiera vuelto en sí. Agarró mi nuca con sus manos y acercó nuestras bocas, justo antes de besarme susurró.

- Ahora voy a follarte y después...- Pero no le dejé continuar. Sabía lo que venía después porque no era tan idiota para pensar que alguien tan perfecto como él pudiera quererme a mí como algo más. Pero tampoco iba a ir de tonta y dejar pasar la oportunidad, así que tratando de que no se sintiera tan dolido mi orgullo, terminé por él.

- Después me iré.

Después me iréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora