Había pasado otra semana y entre el trabajo y el sinfín de tareas que nos mandaban los profesores, no había notado apenas el paso del tiempo. Aunque eso no quiera decir que había sido la mejor semana de mi vida. Nada más lejos de la realidad.
Mis padres habían venido de "visita" (porque estar un fin de semana en casa, para mí, se llamaba visita y no "vuelta a casa" como habían dicho ellos) y habían convertido mi tranquila casa en un maldito campo de batalla. Quizá yo había ayudado con eso, pero es que simplemente con el paso del tiempo el estar cerca de mi madre se hacía sencillamente más insoportable y, bueno, mi padre... Él parecía no estar nunca, todo el día encerrado en su despacho o hablando por teléfono mientras comíamos. No entendía como podían seguir juntos si no hablaban más de 30 minutos al día. Pero supongo que eran igual de materialistas como para darles igual la comunicación en su pareja. Me daba sencillamente igual, tampoco es que les hubiera escuchado discutir alguna vez. Para ser sincera, se llevaban bastante bien cuando hablaban y, aunque apenas lo hicieran, siempre iban a todos lados juntos. Aunque eso implicara dejarme sola.
- ¿Por qué me odias tanto? ¿Cuál es tu problema?- Me gritó mamá el domingo por la mañana mientras discutíamos.
Y me hubiera gustado gritarle la verdad. Decirle que mi maldito problema era que nunca había podido contar con ella y había aprendido a hacerme a mí misma sola. Me hubiera gustado decirle que la odiaba porque nunca había tenido el tiempo suficiente para leerme los cuentos que me leían mis nanas o darme la mitad de besos que me habían dado ellas, unas extrañas. Pero sobre todo, me hubiera gustado soltarle que no podía perdonarla por haberme culpado por lo que pasó, por el dolor que sentía y siento, por no haberme simplemente abrazado cuando recibí la noticia en lugar de decirme "te lo dije, nunca debiste dejarle entrar en tu vida. Ahora asume tus consecuencias". Me hubiera simplemente gustado que me pidiera perdón y se arrepintiera de verdad, que me dijera que por fin iba a ser una madre y que lamentaba mucho la mierda de vida que tenía. Pero eso jamás pasó. Simplemente callé y ella victimizó. Como siempre había sido entre nosotras.
En la escuela era otra historia. Esta última semana, Reeds me ignoró después de que decidí volver a sus clases, aunque siguiera haciendo caso omiso a muchas de sus órdenes. Y Niall McBain... Me ignoró también, se me quedaba mirando, pero no se acercaba ni decía nada. Estaba tranquila y lo agradecí, ya que ya tenía bastante con lo mío. El trabajo, por otro lado, me hacía más que bien. Me gustaba tener un tiempo para desconectar y sentirme de utilidad. Y la verdad es que Jamal no volvió a presionar, aunque oía de vez en cuando sus chistes malos. La verdad es que era bastante agradable, sabiendo cuando hablar, pero sobre todo, cuando callar. Por fin todos me ignoraban y eso me gustaba. Por eso me sorprendió tanto lo que dijo de Anna en mitad del almuerzo.
- ¿Crees que algún día dejarán de babear por ti?- Quité los auriculares de mis oídos y la miré frunciendo el ceño.
- ¿Qué?
- Como si no lo supieras.- dijo poniendo los ojos en blanco y yo me limité a regañarla con la mirada.- Hablo de todos los estúpidos que se te quedan mirando siempre. No es que me importe, ¿sabes? Pero no entiendo por qué no les haces caso- acarició su nuca. ¡Estaba nerviosa!
- ¿Y por qué debería hacerlo?- dije dudosa. Anna bufó.
- ¡No me gusta ser el centro de las miradas de todos en mi tiempo de descanso!- dramatizó y quise reírme, pero ella estaba seria.- Y además, hay algunos realmente guapos.- casi susurró y yo seguí el rumbo de su mirada.
Estaba mirando a un grupo de chicos que a su vez no apartaban la mirada de nuestro árbol.
- ¿Quién?- fingí interés.
- Como si no lo hubieras visto ya...- pues no, no lo había visto pero no me atreví a decirlo. Suspiró.- El de la gorra verde. Él es guapo. Sería un buen partido.- dijo casi con enfado.
Así que de eso iba todo. ¡Le gustaba un chico! Reí para mí y me fijé en él. Era mono, la verdad, tenía un buen cuerpo y una sonrisa bonita. No le veía muy bien de lejos, pero tenía pinta de ser un buen chico. Y maldita sea, muy estúpido, porque no paraba de mirarme a mí en lugar de a la muy guapa y colada por él, Anna.
- ¿Por qué eres tan estúpida de lanzarme a sus brazos si a ti te gusta? Te creía más valiente, Anna.- dije fingiendo decepción. Ella me miró con los ojos como platos.
- ¡No me gusta!- Dijo rápidamente.
- Sí lo hace.- Sí, Anna era un poco parecida a mí y sabía que sólo haría falta pincharla un poco para que ella terminara reconociéndolo.
- No.
- Pues entonces creo que me lanzaré yo. Ahora que lo pienso, tienes razón, es muy guapo.- ella abrió mucho la boca y vi como apretaba sus puños.
- No te atreverás, ¿verdad?- y me reí. ¡Bingo!
- Claro que no, idiota. Que no hayamos sido amigas todavía, no significa que no sepa serlo. Y realmente puedo ver cuánto te gusta, así que haremos algo mejor.
- ¿Qué?- dijo mirándome desconfiada. Me acerqué a ella y susurré para que el moreno no leyera mis labios.
- Vamos a hacer que sea tuyo.- ella gimoteo.
- No lo será. Él nunca se fijaría en alguien como yo.
- Anna, por dios, no seas llorica. Si tú quieres, puedes tener a cualquiera. Y créeme que ese chico...
- Kevin.- me interrumpió sonando como una tonta enamorada al decir su nombre. Le sonreí.
- Bueno, Kevin no será menos. Así que, ¿Tenemos un trato?- me miró dudosa, pero luego sonrió.
- Lo tenemos.- dijo apretando mi mano. Realmente quería cumplir lo que le prometí, me gustaba esta chica, así que solo esperaba que el idiota de Kevin dejara pronto de mirarme así.
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Después me iré
Любовные романыAlexia Woods se ve obligada a mudarse a Chicago cuando sus padres deciden darle esta segunda "oportunidad". Ha estado perdida mucho tiempo y es hora de reencontrarse, pero lo que no espera es que tal vez en este camino de vuelta, no sólo se encuent...