¿El amor lo puede todo? (Tom Holland & tu)

Las cartas sobre la mesa

Dedicado a never_weak drama is coming

_____________________________

Día a día, comienzo a recuperar mi agilidad. Los avances en mi proyecto me tienen la cabeza echando humo hasta cuando duermo, porque sí, he estado hasta soñando con el proyecto (creo que necesito despejarme). Cuando por fin puedo dejar de usar el cabestrillo, vuelvo a mis clases, y gracias a los libros que Aidan me pasó al comienzo, he incluso adelantado algo de materia, lo que me hace sentir como la más ñoña de todo el campus.

Louis, quien me había proporcionado una copia de sus fabulosos apuntes durante mi estadía en cama, se entusiasmó mucho con mi proyecto, aunque yo diría que el suyo era increíblemente más ambicioso y difícil (terapia génica para erradicar el VIH). Paul me puso al día con los chismes de la comunidad estudiantil (tal se besó con este, este le respondió feo a un profesor, una secretaria había perdido los estribos y arraso con las postulaciones, etc). Agatha se ruborizaba y tartamudeaba cuando Aidan se acercaba para comentar sobre el proyecto.

—Ya descubrí la verdad—dice de pronto Louis, cuando un día nos encontrábamos almorzando en el casino.

—¿Qué?—preguntamos los demás al unísono. Louis me apunta con su dedo índice.

—Eres una bruja y has inventado un hechizo para tener a chicos guapos a tu alrededor—sentencia. Estallamos en risas.

—¿No crees que si fuese una bruja estaría completamente recuperada?—señala Paul.

—¿O incluso nunca hubiese pasado?—acota Agatha.

—Lamentablemente soy una muggle como tú—le digo, encogiéndome de hombros. Louis suelta un bufido.

—Habla por ti—comenta, haciéndonos reír.

Harrison era como mi lazarillo, me iba a dejar y a buscar a las clases, lo que, por supuesto, ponía completamente nerviosa a Agatha, aunque también provocaba que Paul sacara sus dotes de coqueteo. El pobre de Hazza, tan ciego ante las indirectas, no captaba ni porsiacaso los coqueteos de Paul, lo que me hacia reír a carcajadas.

—Tienes competencia—le comente un día a Sara, mientras Harrison estaba paseando a Thor. Ella me miro sin entender.

—¿De qué hablas?

—De Hazza. Mi amigo Paul le ha echado el ojo. Yo que tú, hago mi jugada—le explico. Sara se puso colorada como una frutilla.

—¡Que no me gusta Harrison!—me reclamo, haciéndome reír.

—Como digas.

Me sentía ansiosa de que en pocos días podría volver a ver a Tom, lo extrañaba con cada fibra de mí ser, pero aquel nerviosismo no se alejaba de mi destartalado corazón.

Mientras caminaba junto a Aidan de vuelta a mi habitación, luego de que prácticamente nos echaran de la biblioteca, no podía dejar de pensar en Tom. ¿Cómo estaría? ¿Qué me diría? ¿Se perdonaría a si mismo por las cosas que se culpa? Y la pregunta que más me carcomía por dentro: ¿Cuánto tiempo lo tendría junto a mí antes de que tuviese que marcharse de nuevo?

—Esta callada hoy—comenta Aidan, sacándome de mis pensamientos. Lo miro y sonrío avergonzada.

—Lo siento. Mi mente esta en otra parte—me disculpo. Aidan sonríe y levanta las cejas.

—¿En otra parte, o con otra persona?—pregunta. Nos detenemos frente a la mampara y el abre la puerta. Suspiro.

—¿Tan obvia soy?