Desconexión

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Dramamometro: ... FALLA TOTAL DEL SISTEMA...

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Teléfono apagado.

Yo oculta con sudaderas con capuchas y gafas de sol.

Aidan había sido muy comprensivo: nos largamos.

Ir a su casa (no castillo, lo recalcó) iba a ser algo improvisado, pero me sentó de maravilla su vía de escape. Me había dado dos opciones: avión o ferry. El avión era mucho más corto y no era caro, pero la idea de viajar en ferry, mar abierto, era demasiado grande. Además de que llegábamos al puerto cercano al museo del Titanic, algo que no me iba a perder por nada del mundo.

Tras tres horas de viaje en tren desde Oxford a Liverpool, nos quedamos en una hostal cercana al puerto. Cogeríamos el primer ferry, que demoraría ocho horas en llegar a Belfast, la capital de Irlanda del Norte, donde Aidan vivía.

Dejamos nuestros bolsos en la habitación compartida con otras seis personas y bajamos a buscar algo para comer. La noche caía en aquel puerto pero las luces iluminaban el mar que separaba Liverpool de Birkenhead, desde donde zarparía el ferry. El olor del mar inundo mis fosas nasales mientras caminábamos por la calle, Aidan parecía saber a dónde se dirigía, mientras que yo me sentía completamente perdida.

—¿A dónde vamos? —pregunto. La brisa marina golpeaba mi rostro, haciéndome estremecer.

—Si estamos en Liverpool por una noche, será mejor que lo aprovechemos —se limita a responder, y continua caminando.

Nos detenemos a unos metros y observo una gigantesca noria completamente iluminada, al borde del mar. Las edificaciones, antiguas, compuestas de ladrillos con hermosos arcos puestos cada ciertos metros. Era realmente hermoso.

—Te presento el Royal Albert Dock, patrimonio de la humanidad—dice con una sonrisa. Anonadada y boquiabierta, observo el bullicio y ajetreo de la zona. Me sobrecoge.

—Gracias —susurro tras unos minutos. Voltea a mirarme sin entender.

—¿Por qué?

—Por todo. No sé qué habría hecho si no hubieses estado —explico. Me da una sonrisa amable.

—Probablemente explotar —replica, haciéndome reír.

—Probablemente.

Nos acercamos a la pequeña feria y Aidan nos compra unos hot dogs y unas cervezas. Aidan comienza a contarme un poco de la historia del puerto, caminamos por el lugar, observando el mar, los juegos, la gente. Nadie repara en nosotros, en mí. Nos subimos a la noria desde donde podemos ver el puerto en toda su extensión.

El dolor de mi pecho no se va, pero es aplacado por lo bien que lo paso. Tras unas horas, decidimos irnos a dormir a la hostal. Mañana tendríamos que tomar el metro y luego correr para alcanzar el ferry.

Me permití encender el teléfono, solo para querer volver a apagarlo. Cientos de llamadas perdidas de Tom, Harrison, Sara, Zendaya y Martin. Incluso algunas de Tuwaine. Al abrir mis mensajes, sentí que mi teléfono iba a explotar. No mire Instagram, sabía que las notificaciones serían sobre las fotos, y no quería amargarme más de lo que ya estaba. Ignore los mensajes de todos y volví a apagar el teléfono. No me sentía capaz de lidiar con ello ahora. Necesitaba paz, necesitaba desconectarme de toda aquella abrumadora realidad. Olvidar que mi rostro era conocido por los demás, que la prensa hablaba de mí, que los paparazis se dedicaban a arruinar mi vida.

—¿______? —me llama Aidan en voz baja, desde el camastro de arriba. Asomo la cabeza por el lado y lo veo.

—¿Si?

¿El amor lo puede todo? (Tom Holland & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora