They found me

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Dramamometro: nivel 2

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Incompleta.

Así me sentía sin Tom. No podía sonreír al cien por ciento. Le necesitaba. Maldita distancia. Malditas clases. Maldito todo.

—La señora Dilton no tiene el gen—dice Aidan, sacándome de mis pensamientos. Resoplo frustrada.

—De acuerdo. ¿Quién más falta?—pregunto, mientras anoto en la computadora.

—Esos son todos por hoy. Mañana tenemos los resultados de los que faltan, o eso espero—replica, apilando las carpetas. Me reclino en el respaldo y miro el techo.

—¿En qué momento se me ocurrió investigar esto?—pregunto. Me siento agotada. Un trapo sucio tiene más energía que yo en estos momentos. Aidan suelta un bufido.

—En qué momento se me ocurrió ser parte de esto. Ya sufrí con mi proyecto, ahora debo sufrir con esto. ¿Por qué soy así?—pregunta, apoyándose en el escritorio y cerrando los ojos, mientras se toca las sienes. Rio por lo bajo.

—No eres muy brillante, al parecer—bromeo. Levanta la cabeza y me mira, arqueando una ceja.

—Muchas gracias—replica con sarcasmo. Me encojo de hombros y reímos.—¿Qué dices si vamos por un café a T&B?

—En estos momentos, aceptaría una cerveza. No creo que vaya a la clase de mañana, mi cerebro esta frito y debo estudiar para el examen de cardio biología—le recuerdo. El asiente.

—Una cerveza, entonces. Yo invito—ofrece. Me levanto y sonrío burlona.

—No pensaba pagar, pero gracias de todas maneras—digo con sorna. Él se ríe.

Salimos de la oficina de la doctora Moore. A esta hora, su secretaria ya se ha ido y está todo oscuro, dándole un aspecto algo terrorífico al lugar. Al llegar al vestíbulo del hospital, me siento más tranquila, ya que puedo ver el exterior, el sol aun iluminando con sus últimos rayos, dando un aspecto entre rosado y morado al cielo.

Caminamos por las calles, con la brisa helada chocando contra nuestros rostros, revolviendo mi cabello. Conversar con Aidan me quita un poco el peso de mis hombros, y el aire fresco me ayuda a despejarme y olvidar, por un momento, el bendito proyecto. Las calles de Oxford nunca han sido muy concurridas, pero a esta hora, y con el frío que hace, están aún más vacías. Las luces cálidas del café se escapan del local, iluminando la vereda. Aidan me abre la puerta y hace una exagerada reverencia. Me rio carcajeando y yo también hago una ridícula reverencia. Entramos y me da un empujón en el hombro.

—Deberías tener más respeto por la nobleza, ______—bromea. Nos sentamos en la barra y pide dos cervezas.

—Lo haré cuando tenga que hacerlo—replico, encogiéndome de hombros. Aidan me queda mirando y ríe por lo bajo.—¿Qué?

—Nada—dice, sacudiendo la cabeza. Frunzo el ceño.

—Dime—le insisto. Suspira y me mira.

—Yo... podría decirse que soy como de la realeza—admite finalmente. ¿QUE COÑO?

Lo miro anonadada. Por un lado, puede estar gastándome una broma, una muy buena broma. Pero por otro, sabiendo la historia de este lugar, es posible. No me sorprendería que fuere el pariente lejano de algún rey o algo por el estilo.

—¿Estas de coña?—pregunto. Él se ríe ante mi vocabulario.

—No, no estoy de coña, ______.

¿El amor lo puede todo? (Tom Holland & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora