Capítulo 1

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Las sombras hablan

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Las sombras hablan. Estoy segura de eso. Susurran como pecador a un cura. Como niña que no quiere confesar su travesura. Sientes su aliento en tu nuca aun sabiendo que están en todas partes. Mi madre me decía que no las escuchara, que al cerrar mis ojos, todo desaparecería. No sabía lo equivocada que estaba, o por ahí sí lo sabía, pero quería verme sufrir. Cómo gritaba por las noches, cómo me despertaba con mis manos frías y cómo no podía cerrar los ojos hasta que esa voz se callara.

Yo escuchaba dos sombras. No. No eran sombras. Eran monstruos. De carne y hueso. Se camuflaban entre las sobras y salían cada vez que respiraba. Tenían garras como cualquier criatura, que con ellas, te llevaban a lo más profundo de tus miedos. Sin embargo, todo su peligro y maldad no eran visibles. Su belleza y misterio quedaban a la luz. Te atraía y te obligaba a realizar cosas inhumanas. Eso era lo peor de las sombras, no veías su verdadero rostro, no hasta que ellas quieran.

Aterrador, ¿verdad?

Mis sombras desaparecieron hace dos años. El silencio en mi cabeza me hacía dudar que en verdad se había ido. Esa voz sigue aquí. Lo sé. La siento. Puedo escuchar su risa en mi oído.

Me concentro en el silencio de la calle, en el viento frío de invierno, en el cielo negro de una ciudad sin vida. Sin embargo, lo único que podía ver eran sombras. Era una obsesión. Decido buscar entre las penumbras mis bragas y remera. Me tropiezo con un par de objetos pero logro vestirme. Cuando abro la puerta de la habitación, un gruñido hace que me quede quieta en el lugar.

—¿Ya te vas? —su voz ronca hace eco en el silencio de la habitación —Pensé que te ibas a quedar a dormir.

Me doy vuelta sobre mis talones y paso una mano por mi cabello alborotado.

—Lo siento, me he olvidado las pastillas en casa —confieso.

Al decir eso, Mike abre sus ojos marrones tomando la seriedad de la situación. Se sienta en su lugar y asiente con la cabeza. Mis palabras parecen haberlo despertado. La pregunta era a quién no lo despertaría.

—Oh, está bien, no pasa nada —Me dedica una sonrisa tranquilizadora —¿Quieres que te lleve a tu casa?

Niego y me acerco a él —Tranquilo, son dos cuadras. Tú descansa que mañana tienes el partido.

Su mano se encierra en mi muñeca y me tira hacia él y no puedo evitar soltar una risita.

—No tengo ningún problema, y no dudo en que puedas defenderte sola —traga en seco y me acaricia mi mejilla con su pulgar —. Pero si India se entera de que te dejé sola, me cortará mis bolas. ¿Acaso quieres que no tengamos hijos? —bromea con un tono desesperado.

Río y beso sus suaves labios. Lo miro fijamente y paso una mano por su cabello, mi novio es hermoso.

—Nadie te cortará nada mientras yo esté viva, Mike —le doy un pico y me suelto de sus brazos para dirigirme a la puerta —. Adiós.

El club del pasillo 66 #1 ✔️ En ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora