Capítulo 5: La apuesta Robin Hood

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Cuando alcancé a los chicos, fuimos al tablón de noticias que había junto a la Barbacana (Dios, me encantaba ese nombre) para ver la primera actividad que haría con mi grupo. Tiro con arco. Desde que leí Los Juegos del Hambre, sentía atracción por el tiro con arco (aparte de la atracción que sentía por Peeta Mellark). Así que llevaba un par de años practicándolo en la terraza de mi casa. Se me daba bastante bien, lo suficiente como para poderle darle a un blanco de cartón, que era lo que seguramente haríamos.

A las 4:00 p.m. nos dirigíamos hacia la zona de tiro con arco (Josh nos estaba esperando cinco minutos antes en la Barbacana). Estábamos dos grupos juntos; el de los que tenían entre nueve y doce años y el mío. En mi grupo había nueve personas: Danna, Cris... etc. y dos chicas con dos chicos (entre estos había una parejita: Jake y Ally). Al parecer al monitor del otro grupo, PJ, no se le daba bien el tiro con arco, así que Josh se ofreció voluntario para cubrirle el turno.

La zona de tiro con arco era preciosa. Estaba en medio de un bosque de pinos. Había varias dianas distribuidas en todo el campo, y unas cuantas alineadas para practicar. También había una pila de arcos, unos con flechas con ventosa (para los más pequeños del grupo) y otros con flechas normales.

-Vale... -dijo Josh-. Voy a comenzar explicando las cosas más básicas: Cómo se usa el arco, dónde se coloca la flecha, etc.

Empecé a escuchar, pero como todo eso ya lo sabía, dejé de atender. Al rato, mientras todavía Josh estaba soltando todo lo que sabía, Cristina me susurró al oído y comenzamos una conversación a base de susurros.

-Señoritas -dijo Josh con tono sarcástico-. Al parecer deben saber mucho sobre el tiro con arco, cuando no paran de hablar.

Como no me callaba ni una y era cierto que sabía incluso más que él, solté:

-Pues fíjate que sí.

Me acerqué, hasta acabar cara a cara con él. No iba ser inferior a él. Ni de coña.

-Vaya, qué sorpresa, señorita Jones -dijo con asombro. ¿Cómo sabía mi apellido? Ni siquiera me lo preguntó el primer día.

-¿Qué pasa? ¿Que por ser una chica no se me puede dar bien? ¿Qué insinúas de mí?

Los chicos de doce años empezaron a animarme y a hacerle "oh" en tono de desafío a Josh.

-Apuesto a que no tendrías las agallas de ponerte frente al blanco -señalé la diana-, mientras yo lanzo.

-Apuesto a que no serías capaz de lanzarme flechas -dijo.

-¿Apostamos? -solté.

-¿Por qué no? -dijo él.

Josh se puso delante de un blanco y yo cogí uno de los arcos que tenían las flechas de verdad.

-Espera -dijo cuando yo estaba agachada-, ¿vas a utilizar esas?

-¿Qué esperabas? ¿Que utilizara las ventosas? -dije.

-No esperaba que fueras tan fría -dijo.

-¿Qué? ¿Tienes miedo? -dije.

-Claro que no... ¿Y tú qué? ¿No puedes lanzármelas?

-Claro que puedo -le dije automáticamente-. Abre un poquito las piernas, bonito.

Cogí la primera flecha.

-¿Quieres que te haga un corte de pelo chulo?- le dije carcajeándome.

Se la lancé justo encima de la cabeza. Cogí la siguiente, y se la lancé al lado del brazo derecho. Creo que notó el roce, ya que le entró escalofrío. Solo me quedaba una flecha, y no sabía dónde lanzarla para intimidarlo.

Ya sé.

Tomé la última, y empecé a darle vueltas entre los dedos. Mi plan era inquietarlo. La coloqué con sumo cuidado en el soporte y tiré hacía atrás la cuerda. Apunté mi objetivo. Lancé. Justamente en la entrepierna (obviamente no le di a la piel). Donde quería. Vi la cara de pánico que puso. La disfruté.

-Ala -dije tirando el arco al suelo.

Me di la vuelta y comencé a caminar entre los demás.

Él me seguía.

-Vaya, vaya ¿así vas a acabar? -yo seguía caminando y él seguía siguiéndome-. Permíteme decirte que es la forma más tonta de acabar con nuestra victoria. Ya no eres tan valiente, ¿eh?

Me estaba sacando de quicio. Como no podía más y veía que este no aprendía, le di una lección.

Me paré en seco y tomé un arco que había justamente a mi lado. Rápidamente me giré y lancé una de las flecha. Como no estaba muy cerca mía no le hizo ningún rasguño. Tampoco era mi intención. La flecha le pasó a escasos centímetros de la cabeza. Estaba en shock total. Aproveché y empecé a caminar, maás rápido de lo previsto. Él me comenzó a perseguir, con una especie de enfado muy raro. No iba echando tierra hacia atrás como haría una persona normal. Iba como... ansioso.

Me agarró por el brazo y me giró, quedando a insignificantes milímetros de su cara. Nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos verdes me estaban engullendo viva. Aún tenía la respiración agitada del susto. La cara de enfado se le fue difuminando con el paso de los segundos. Volví a mi ser y lo único que pude decir fue:

-¿Qué?

Lo dije en una especie de suspiro, como si me faltara el aire a mí también.

Me soltó, y se giró a los demás.

-Podéis iros a la Barbacana -dijo con tono serio.

Pasó por mi lado y me golpeó el hombro con el suyo. Cristina vino corriendo hacia a mí y, junto a ella, los demás.

-¿Estás bien? -me preguntó Anthony.

-Sí.

Fue lo único que pude decir.

Summer love Memories [Wattys 2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora