Capitulo 43

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Entramos al edificio iluminado por algunas luces de exteriores. Meti mis manos a mí chaqueta, no se si sentia frio o era el miedo el que hablaba. Todos los muebles estaban repleto de tierra y escombro. Me empujo contra un sofa, caí sentada. Wesh se colocó a mí lado y comenzó a acariciar mi pierna. Por primera vez en mí vida lamentaba usar vestido. Su mano fue subiendo, intente alejarlo pero con su otra mano me sujeto para que no intentara nada. Empecé a moverme, era obvio lo que quería hacer pero yo tenía que hacer todo lo posible por evitarlo. La sonrisa de Wesh era aterradora, la palma de su mano llegó hasta mí vagina y empezó a masajearla, yo estaba asqueada, empecé a retorcerme y safe una de mis manos, la llevé directamente a su cara donde lo arañe. Wesh lanzó un gritó, me abofeteó y después se levantó del sillón.

—eres una perra… no vales la pena— comenzó a caminar —disfruta tu regreso a casa.

Wesh salió del edificio, escuche cuando encendió su auto y después cuando se alejaba. Me levanté del sillón con mis piernas temblando aún por el miedo. Salí del edificio y mire a todos lados pero la oscuridad impedía ver, no sabía en dónde estaba, ni cómo regresar a casa. Comencé a caminar sin rumbo fijo, parecía un pequeño pueblo. Había negocios cerrados y casas muy antiguas, observe a todos lados buscando una señal de vida pero nada aparecía. 

Después de varios minutos caminado en la oscuridad, solo con la luz de la luna. Una figura avanzaba hacia mí, no lograba distinguir si era un hombre o una mujer. Sus pasos eran muy lentos, empecé a caminar hacía la figura, tenía la esperanza que sería alguien que podría ayudarme. Conforme pasaban los segundos me ponía más nerviosa, hasta que vi más de cerca la figura. Era un hombre anciano, su pelo blanco cubría parte de su rostro y cojeaba de uno de sus pies. Me detuve mientras el señor avanzaba, cuando estuvo algunos metros frente a mí empecé a hablarle.

—disculpe… ¿Me puede decir en donde estoy? 

El anciano no me miro y siguio su paso. Suspiré, no sabía qué hacer así que seguí mi camino. De pronto alguien me tomó de la mano, era el anciano, me miró y me apuntó con la mano hacía el otro lado y empezó a caminar, era como si quisiera que lo siguiera. Con todo el miedo en mí cuerpo lo seguí, ambos caminábamos despacio, creo que el por su problema del pie y yo por miedo. Pasamos varias casas, negocios, una escuela, hasta que llegamos a una iglesia, el anciano torpemente abrió la puerta y entró, yo lo seguí. El lugar estaba iluminado por algunas velas, a comparación del edificio donde me dejó Wesh, este lugar estaba más limpio.

El anciano siguió caminando hasta otra puerta al fondo de la iglesia, lo seguí y llegamos hasta una pequeña cocina, era muy humilde y solo contaba con lo más esencial, una parrilla, una mesa, dos sillas y un fregadero con algunos platos. El hombre se acercó a la mesa y tomó una bolsa de pan que había sobre ella, tomó uno con sus manos y me lo ofreció, lo tomé tímidamente y le sonreí.

—¿Vive solo aquí?

El hombre quien seguía moviéndose por la cocina, me ignoraba. Tomó un pan y se sentó, me miró y me señalo la silla con la mano. 

—gracias…

Por fin, después de algunos minutos el anciano me miraba, señaló sus oídos con los dedos y negó con la cabeza y así entendí que el señor estaba sordo. Suspire triste pero agradecida de haberme topado con él, al menos no vagaré en las calles por la noche. Más tarde el amable hombre me dio una manta y me indico una de las bancas de la iglesia, me recoste en una y me cubrí con ella. El anciano hombre hizo lo mismo. Sin darme cuenta comencé a llorar, estaba asustada y preocupada por mí madre y Jack. Solo de pensar que ellos estaban angustiados por mí, me ponía muy mal, pero nada podía hacer ahora, tendría que esperar a que amaneciera para buscar como regresar a casa.

La luz de un nuevo día llegaba directamente a mí rostro. Abrí los ojos y mire a todos lados, la iglesia parecía más viva que la noche anterior. El anciano que me había ayudado ya no estaba, me senté en la banca para pensar que haría. Un ruido me tomó por sorpresa, un hombre con túnica negra se acercó a mi. Era un sacerdote.

—buenos días— parecía muy feliz —es un hermoso día ¿No crees? 

—si… yo… 

—no te preocupes, no me molesta que la gente duerma aquí. 

—el anciano… el ¿Esta bien?

—¿Anciano?— el sacerdote se sento a mi lado.

—si, el que me trajo aquí… era sordo.

—aaah, Timmy… no es un anciano, creo que la oscuridad te confundió— sonrió —él vaga por todos lados, lo más seguro es que este en librería.

—pensé que todo estaba deshabitado.

—no, somos un pueblo pequeño y muy antiguo, pero aún hay gente.

—¿Donde estoy?

—villarose…

—¡Por dios! Estoy demasiado lejos de la ciudad. 

—¿Cómo es que llegaste aquí?

—un mal hombre me trajo, me alejo de mí familia… él quería que se preocuparan por mi— me cubrí el rostro con ambas manos.

—tranquila— me quito las manos del rostro —vamos con Greta, tiene una pequeña cafetería, puedes llamar a alguien de ahí y comer algo mientras esperas ¿Que te parece?

—gracias…

El sacerdote y yo salimos de la iglesia, de dia no se veía tan tétrico. Algunas personas que caminaban por las aceras, saludaba al hombre al lado mio. Pocos minutos después llegamos a la pequeña cafetería. El lugar estaba solo, una mujer de edad avanzada y pelo rubio nos saludó y se acercó a nosotros.

—Greta ¿Podrías prestar tu teléfono a esta dulce chica perdida?

—claro, ven sígueme.

Me guió atrás del mostrador y apuntó hacia donde estaba el aparato, avance unos pasos y tomé el teléfono, me quedé pensando un momento. Tenía que acabar con todo esto, estaba harta de vivir así y de sentir miedo todos los días. Llame a la operadora y pedí el número de la oficina de Wesh. Rápidamente me comunique y contestó su asistente.

—necesito hablar con el Lic.Wesh, dígale que soy Lena… por favor.

—un minuto— dijo la chica del otro lado.

Mis manos temblaban y el sudor empezaba a bañar mi frente. Estaba demasiado nerviosa pero no podía echarme atrás. De pronto escuche su voz tras el auricular.

—¿Que quieres perra?

—me rindo, haré lo que quieras… solo devuelveme a Cassy. Haré lo que quieras, lo que tu me digas.

—esa voz me agrada— sonrió —¿Ya volviste a la ciudad? 

—no… 

—perfecto, no te muevas de ahí… por cierto Andrew está hecho un loco buscandote. Fue una dulzura verlo esta mañana  cuando estuvo aquí.

—¿Estarás muy satisfecho?

—un poco, pero ahora que estás dispuesta a todo, lo disfrutaré más— volvió a reír —¿Dónde estás?

—en una cafetería, en el pueblo donde me dejaste.

—esperame ahi… nos vamos a divertir mucho.

Aprendiendo a confiar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora