—Hola, Aly —me saluda mi hermana apenas entra a la habitación de paredes blancas.
—Hola —respondo—. ¿Me has traído algo de comer? No me gusta la comida de este hospital —digo haciendo un puchero.
Ella esboza una media sonrisa a medida que se acerca a la cama donde me encuentro acostada. Sus vibrantes ojos marrones se ven envueltos en la rojez que indica que ha estado llorando, sus ojeras se ven más pronunciadas y las notas de cansancio en su expresión son intensas.
—No, no he traído más comida. —Ríe al hablar, como si no pudiera creer mi petición—. Te traigo una buena noticia, cariño.
¿Cariño? Me atrevo a decir que el día de hoy no reconozco a mi hermana. Ella nunca me ha llamado por un apodo, menos uno tan cursi y amoroso. Me sorprende mucho verla sentada a mi lado, hablándome con la delicadeza con la que se le habla a alguien que se ama y dándome todas las muestras de cariño que por años estuvieron ausentes entre nosotras.
Puedo suponer que soy responsable de la inquietud en su semblante y el cansancio de sus ojos. Me arriesgo a apostar que ella quiere verme sana, que ella me ayudará vencer al cáncer, que ella se volverá una cómplice diez años mayor que yo. Diría que por primera vez seremos como las hermanas inseparables que protagonizan algunos programas de televisión.
Le importo.
Es la primera vez que siento amor de su parte y eso me hace querer guardar este momento como un preciado tesoro que solo los piratas más astutos podrán encontrar. Sin dudas le doy las gracias al dragón por regalarme estos instantes con Jessie.
—Papá ha conseguido el dinero para pagar el hospital, la próxima semana te harán la primera Quimioterapia —suelta con emoción.
Siento mi corazón latir fuertemente contra mi caja torácica seguido de una presión que desde mi pecho se expande hasta mi garganta. Los nervios me hacen prisionera y el miedo se vuelve mi gobernante.
Ella espera expectante por una respuesta entusiasta de mi parte, no obstante, es algo que no puedo darle. Es imposible que yo esté emocionada cuando me tengo que someter a un tratamiento que por su nombre promete ser doloroso.
—Él está loco si cree que aceptaremos el dinero de la perra por la que nos abandonó —habla mi madre haciendo acto de presencia.
Sé que se refiere a la nueva esposa de papá. ¿Acaso nos está ofreciendo dinero? ¿No es una madrastra cruel como la de Cenicienta? Creo que mamá debería aceptar el dinero ya que así podrán curarme más rápido, aunque sin dinero no tendré que pasar por un tratamiento doloroso.
Hay ventajas de cualquier manera.
—Aceptaremos el dinero hasta de la mismísima Maléfica si es necesario —gruñe Jessie en dirección a nuestra progenitora—. No dejes que tu orgullo y dolor sean más grandes que el amor que le tienes a tu hija. La próxima semana se llevará a cabo su quimioterapia y es algo que no pondrás en discusión.
Mamá mira a Jessie con asombro y, sin responder nada, sale de la habitación. Si hay alguien que siempre está triste o enojada, es mamá.
— ¿La quimioterapia dolerá mucho? —inquiero.
—No estoy segura, pero sea como sea todos sabemos que puedes con eso. No bromeamos cuando decimos que eres fuerte y valiente, tú puedes hacerlo.
La abrazo.
No sabes que necesitas el amor de alguien hasta que lo tienes y te preguntas: «¿cómo pude estar tanto tiempo sin esto?» Hay una conexión envolviéndonos en el largo abrazo que recompensa los perdidos a lo largo de los años. Nos olvidamos de todas nuestras diferencias, regaños y peleas, de las barreras que nos separaban y de todo ese desprecio que nos demostramos cada día. Solo somos nosotras, dos hermanas que se quieren y que se cuidarán siempre.
—Jessie —hablo capturando su atención cuando nos separamos—. Si todo está solucionado, ¿por qué luces triste?
Traga saliva cuando escucha mi pregunta y parece teletransportarse a sus recuerdos dolorosos. Imagino su mente trabajando con ayuda de personajes como los de Intensamente para revivir esos recuerdos que la queman.
—Porque a veces los mayores creemos desear y estar listos para algo, pero cuando sucede no es como esperábamos y nos arrepentimos —explica en voz baja.
— ¿Qué hiciste que ahora te arrepientes? —continúo interrogando.
—Dejarme deslumbrar por el amor. —Una lágrima se desliza por su mejilla y la limpia con rapidez—. Tonterías que apestan, pero no importa —resta importancia a su asunto.
—No estés triste por esas tonterías, mamá dice que todo tiene solución.
Ella ríe al escucharme y luego se limpia las nuevas lágrimas que le salen. La castaña siempre llora y ríe al mismo tiempo, es algo rara en ese aspecto.
—No te preocupes, Alyssa.
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Como un cuento de hadas
Short StorySi alguien tuviera que describir a Alyssa Weber usando solo tres palabras, esas indudablemente serían: curiosa, traviesa y bondadosa. Esa escurridiza niña de cinco años lucha contra todos los dragones que la acechan a ella y a su familia, sin embarg...