30. Detective Alyssa

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Ya no soy la maestra Alyssa, ahora soy una detective secreta.

Desde que escuché que mi hermana perdió sus joyas al igual que yo, me dispuse a realizar una lista de las cosas que faltan en cada lugar de la casa.

Mi madre posee muchos adornos de cristal y de oro que compró en el lugar de su luna de miel, así que fueron lo primero que investigué ya que son brillantes como los accesorios perdidos. Siempre juego con ellos a escondidas y fue fácil darme cuenta de que tres desaparecieron de su lugar. Por otro lado, en el pasillo no se encuentra el proyector de luces de colores que papá le regaló a Oliver y tampoco encontré un piano de juguete que solo usé tres veces.

Ya he investigado casi toda la casa; solo me falta la habitación de Oliver, lugar donde estoy ahora mismo.

No me molesté en tocar ya que él jamás toca antes de entrar a mi cuarto. Lo primero que llama mi atención al entrar a la oscura habitación es el horrible olor, decido cubrirme la nariz para comenzar a hacer mi trabajo como detective.

La única luz es la que entra por la ventana. Quisiera prender las lámparas, pero soy muy baja como para alcanzar el interruptor.

Todos los superhéroes de juguete que no se pueden casar con mis Barbies porque Oliver me prohibió tocarlos están en su lugar al igual que los videojuegos. Veo los cuadros, las revistas, la computadora apagada y su tableta; todo parece estar en su lugar.

Creo que los monstruos todavía no se llevaron nada de esta parte de la casa.

—¿Puedes prender la luz? —inquiero en dirección al bulto que forma Oliver en medio de la oscuridad.

Por como se ve, supongo que está de rodillas frente a su mesita de noche. Su sombra se mueve rápidamente y el sonido de que está moviendo una bolsa plástica llega a mis oídos. No recibo una respuesta para mi pregunta así que dudo que me haya escuchado, siempre suele tener sus pequeños auriculares a todo volumen.

Levanto una silla y la llevo cerca del interruptor de luz para luego subirme a presionar el botón que automáticamente saca la habitación de la oscuridad.

Mi hermano mayor se encuentra con los aparatos blancos en sus orejas, inclinado en dirección a su mesita de noche mientras huele un polvo blanco. Me pongo de pie detrás de él, observando cómo sacude su nariz y apoya su cabeza contra la cama para acto seguido mover sus manos siguiendo un ritmo incomprensible.

—Oliver, ven a comer. —La voz de mi hermana detrás de mí me hace girar y encontrarla con los ojos muy abiertos mirando a mi hermano.

—¿Por qué Oliver está oliendo eso? —pregunto en voz baja.

—¡Maldito inconsciente! —grita Jessie logrando por fin captar la atención del más alto en la habitación—. ¿Cómo te atreves a meterte esa cochinada en la casa donde vive una niña de cinco años? Los rumores eran ciertos, eres un drogadicto de mierda al que no le importa nada.

»No sé cómo pude dudar en un principio.

Mientras mi hermana suelta su montaña de malas palabras, Oliver se levanta y nos mira. Sus ojos están tan rojos como sus mejillas, todo lo contrario a sus pálidos labios.

—Ocúpate de tu embarazo y tu trastorno. A mí déjame en paz.

—Tú eres el que deberías largarte y no volver, eres un puto adicto que se destruye a si mismo cada día. —Jessenia niega repetidas veces con su cabeza, subiendo cada vez más el tono de su voz—. ¿De dónde sacas para comprar eso? ¿Eres el que ha estado robando las cosas en esta casa? Me das asco, haces caso omiso a todos los problemas y solo te preocupas por ti mismo.

—Jessie, son los monstruos quienes están desapareciendo las cosas —informo a la castaña.

—Sí, es el monstruo en el que se convirtió nuestro hermano.

—¡Lárgate, zorra asquerosa! —El risueño Oliver fue sustituido por uno furioso.

Jessie no lo piensa dos veces antes de estampar la palma de su mano contra la cara de Oliver, haciendo exactamente el mismo movimiento que mi padre hizo antes de golpear a mi madre en esa cena y teniendo una expresión de furia que hace que se parezca aún más a él.

—¿Ahora por qué están peleando? —Mi madre entra a la habitación con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Porque Oliver... —Jessie lo mira y vacila antes de hablar—. Porque Oliver consume drogas y lo estaba haciendo frente a Alyssa.

Lo primero que hace mi madre luego de escuchar las palabras de mi hermana es llamar a mi padre exigiendo que venga a la casa rápido. Él llega una hora más tarde y su reacción es una de completo asco y decepción.

Descubrir que las cosas en la casa desaparecen gracias a mi hermano mayor es duro para mi madre y también para mí. Los ladrones son monstruos y me asusta el hecho de que Oliver lo sea.

Quisiera entender más.

—Todos mis hijos están perdidos —gruñe papá luego de que Jessie le relatara todo—. Todo esto es tu culpa —grita fuertemente en dirección a mi progenitora—, no los educaste bien. Cada uno de ellos es peor que el otro, ¿Qué sigue? ¿Que se vuelvan delincuentes?

—No hay nadie más culpable que tú —responde mamá mientras señala a mi padre con su dedo índice—. Los perturbaste tanto con tu falta de atención y con tus gritos que no les dejaste otra vía de escape.

Creo que el único responsable es Oliver, a fin de cuentas, es él quien está haciendo algo malo.

—No hablen de nosotros como si fuésemos unas putas cargas llenas de errores —reclama Jessie poniéndose de pie.

Yo sí soy una carga. Nadie aquí me quiere realmente, solo traigo problemas y los pongo tristes. Es horrible escuchar y saber que soy responsable de todos los gritos, el dragón me convirtió en algo malo para mi familia.

—Lo son, son unos errores. —La voz de mi padre es tan firme que provoca que una lágrima se deslice por la mejilla de Jessie—. La zorra, el drogadicto y la enferma, me da vergüenza verlos y saber que son mis hijos. No se parecen en nada a mí.

No me gustan las peleas. No me gustan los gritos. Odio ver a mi familia insultarse entre si. No quiero estar aquí.

—Agradezco no parecerme a ti, Ronald —dice Oliver levantándose del sofá donde apoyaba su cabeza—. Solo eres un viejo insensible que ve los errores de los demás y se hace ciego ante los suyos. No sabes cuánto te odio.

Sin dar tiempo para que alguien le dé una respuesta, mi hermano sale de la casa.

Con la vista borrosa, veo a mi padre chocando su puño contra el sofá. Mi corazón late muy fuerte dentro de mi pecho y mi respiración comienza a entrecortarse al tiempo que escucho a mi madre llorar.

En los cuentos de hadas los padres no se divorcian, las hermanas no tienen embarazos difíciles, los hermanos no se convierten en monstruos, las hadas madrinas no se enferman y la paz les sobra a todos.

¿Por qué es tan difícil vivir como en un cuento de hadas?

—No sé en qué momento de mi vida pude enamorarme de ti, ahora el amor fue reemplazado con un asco incomparable —sisea mi madre—. ¡Lárgate y no te atrevas a volver a esta casa! No sé cómo pude pensar que me ayudarías a solucionarlo cuando en realidad empeoraste todo.

»Sal y no entres nunca más. Ya no eres parte de esta familia. A partir de ahora mis hijos no tienen padre.

Antes de que mi madre termine de hablar, mi padre sale de la casa. No hay que pedírselo dos veces, él solo nos abandona nuevamente y es justo en ese momento en el que la sangre saliendo de mi nariz pone alerta a mi hermana.

Y un minuto es suficiente para que el miedo me gane haciendo que mis ojos se cierren.

Como un cuento de hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora