19. El inicio

44 7 2
                                    

He pasado mucho tiempo en el hospital rodeada de médicos vestidos de blanco, escuchando conversaciones sobre enfermedades que desconozco y comiendo sopa como si fuese el fin del mundo. Sé que pasaré mucho más tiempo aquí en el momento en que me trasladan a una habitación más grande y con más privacidad.

La semana ha pasado volando y con eso se fue la tristeza de Jessie, a quien ahora veo muy poco porque, según Oliver, pasa mucho tiempo en casa de su novio. Mi hermano ha estado cada vez más pensativo y descuidado, siempre tiene rojeces rodeando sus ojos como si nunca durmiera. Papá viene a verme todos los días por unas horas cuando sale de trabajar. Mamá pasa todo el día en el hospital conmigo gracias a que adelantó sus vacaciones del trabajo.

Les doy las gracias mentalmente por no abandonarme en este hospital.

Hoy es mi primera Quimioterapia y me siento muy nerviosa. Estoy temblando mientras camino junto a mi madre en dirección a la sala donde se llevará a cabo el proceso. Casi puedo escuchar mi corazón saltando en mi pecho y un nudo se instala en mi garganta cuando estoy apunto de comenzar a llorar.

De repente siento el calor de unos brazos envolviendo mi cuerpo y no tardó mucho en darme cuenta de que es mamá. Me aprieta fuertemente contra sí misma en un abrazo acogedor y tranquilizador. Me hace tan feliz que ella me siga queriendo a pesar de que estoy enferma .

Cuando cruzamos la puerta blanca me sorprende ver que hay varias personas en la sala, algunas están sentadas o de pie y otras están en unas sillas conectadas a algunos aparatos extraños. Los segundos o no tienen cabello, o tienen muy poco.

Ellos están enfermos como yo.

Mi sentido del habla permanece bloqueado cuando el enfermero me dice que me siente en una de las sillas desocupadas, le hago caso a todas las indicaciones que me da y lo veo hacer su trabajo. No puedo evitar soltar un chillido al tiempo que siento el pinchazo en mi brazo, sin embargo, al ver cómo la mirada de dos niños se dirige a mí, hago todo lo posible por no llorar.

Luego de eso, el proceso comienza. Mi corazón late intranquilo mientras observo a mí alrededor sin nada interesante que hacer o decir. No siento un dolor fuerte, solo la molestia por la cosa que pusieron en mi brazo.

— ¿Te sientes bien? —inquiere mi progenitora sentada a mi lado, a lo que respondo susurrando un —. ¿Qué tal estuvo el episodio de hoy de Barbie? —inquiere y la miro con el ceño fruncido.

—¡Mamá! —digo como si no pudiera creer lo que acaba de decirme—. Estaba viendo una de las películas, no es una serie y por eso no puedes decir «episodio» —explico.

Se ríe y procede a tomar mi mano.

—Entiendo, lo siento —dice riendo—. ¿Cuál de las películas estabas viendo?

Barbie y el castillo de diamantes —respondo con una sonrisa.

Seguimos sumidas entre conversaciones sobre juegos, películas y cuentos hasta que el proceso termina. Al volver a mi habitación de hospital lo único que hago es acostarme a dormir, no sin antes pensar en el camino que me falta por recorrer en mi batalla contra el dragón.

Como un cuento de hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora