7. Cena familiar

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Luego de que mi mamá se encargara de medicarme y bajarme un poco la temperatura, me informó que era momento de cenar. Aún tengo mucho sueño por lo que después de comer volveré a la comodidad de mi cama.

—¿Cómo les fue hoy en la escuela? —indaga mamá con una gran sonrisa mientras coloca los platos en la mesa.

La hora de la cena es la más sagrada para mi familia puesto que es el único momento donde podemos estar todos juntos sin ir contra el tiempo y los horarios. Solemos cenar alrededor de esta mesa a diario, entablando sencillas conversaciones e intentando pasar tiempo en familia.

—Bien —responde Oliver con una sonrisa muy parecida a la de la mujer que nos dio la vida.

Estamos alrededor de la rectangular mesa de madera listos para comenzar a devorar nuestra comida. Mamá está sentada a un extremo de la mesa y Oliver al otro, papá y Jessie están a cada lado de mi progenitora mientras que yo estoy junto a mi hermano. Siempre nos sentamos de esta manera; tenemos puestos fijos.

—A mí también.

Mamá asiente en dirección a nosotros para acto seguido mirar a Jessie con el ceño fruncido. Mis padres aún siguen enojados con ella a pesar de las explicaciones que proporcionó, para ellos es inaceptable que no avisara que se iría al cine con sus amigas pasando, de esa manera, por encima de la autoridad que tienen como padres.

—También te he preguntado a ti cómo te fue —le dice mi progenitora a la adolescente arrastrando las sílabas en palabras que esconden impaciencia—. Cuando te hacen una pregunta, la respondes. Es una falta de respeto que no lo hagas.

Mis padres siempre nos repiten que debemos ser educados, tener modales y respeto por quienes lo impongan. En cada cuento que leo también mencionan mucho esas buenas características de una persona; las princesas suelen ser educadas y tener unos maravillosos modales.

—Me fue bien, no entiendo el drama. —Jessenia suelta un suspiro que transmite cansancio y pesadez.

Por primera vez desde que estamos sentados alrededor de la mesa, papá levanta la mirada de su celular y la mira con desaprobación.

—No le respondas así a tu madre —advierte.

Cinco minutos después nos encontramos comiendo en silencio. Papá traga mientras teclea en su celular y mamá lo mira con reprensión; Jessie come lento, evitando el pan además de las carnes; Oliver es todo lo contrario, da grandes y desesperados mordiscos a su comida. Yo como lentamente mientras los observo a todos.

A pesar de que la cena es el único momento en el que podemos estar todos juntos como una gran familia, es la ocasión en la que menos suelo hablar ya que me parece grosero hacerlo mientras mastico además de que a nadie le interesan mis temas de conversación.

Ser una niña entre tantos mayores tiene como ventaja ser la consentida, pero, inevitablemente, tiene como desventaja que nunca toman en serio lo que dices ya que, en una cabeza adulta, surgen otras prioridades.

—En la escuela harán un acto hablando de la cultura de diversas naciones —habla Oliver llamando la atención de todos en la mesa, excepto la de papá—. Tengo que comprar materiales, vestuarios y demás cosas necesarias para mi presentación. ¿Podrían darme dinero para costear todo eso? —ruega.

—¿Cuánto necesitas? —cuestiona mamá.

—Trescientos.

—¿Tanto?

—Son muchos materiales —explica mi hermano—. Hasta tengo que comprar ingredientes de comidas para presentar el tema, va a ser una gran exposición.

Mamá aprueba las palabras de Oliver para luego responderle que sí le dará el dinero necesario para los gastos de la exposición. Segundos después mira desde el celular de su esposo hasta el rostro del mismo con enojo, desesperación y decepción.

—Ni siquiera le tienes respeto a la mesa que compartes con tus hijos —reprocha obteniendo que mi padre ruede los ojos y que mis hermanos se miren entre sí.

Las palabras de mi madre marcan el inicio de una pequeña discusión que no entiendo en lo absoluto. No sé por qué mi madre se enojó, no sé por qué mis hermanos parecen saber demasiado y tampoco sé por qué mi padre reacciona de esa manera.

Solo sé que mi progenitor impacta su mano abierta contra la mejilla de mamá, dejándonos a todos entre gritos, llantos y miradas cargadas de decepción.

Como un cuento de hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora