Los días en casa han sido muy diferentes a como los recordaba.
Mi madre decidió contratar a una niñera ya que, ahora que no está Jessie, necesita a una persona que cuide de mí mientras que ella trabaja.
La rutina siempre es la misma: Belle, mi nueva niñera, llega a las ocho de la mañana a mi casa y media hora después mamá parte a su trabajo. La pelinegra me prepara el desayuno y me ayuda a comer para luego dibujar conmigo en la sala de estar. Cuando el reloj marca las once y media, me asiste en un baño además de que elige mi ropa y seguido de eso me da mis medicamentos y mi almuerzo.
Al tiempo que termino de comer, vemos a mi hermano cruzar la puerta y encerrarse en su habitación a escuchar las mismas canciones que muchas veces criticó cuando Jessie las ponía a todo volumen. Tomo una siesta de dos horas y me despierto a las cuatro, encontrando a Belle sentada en el sofá tecleando en su celular. La invito a jugar y lo hacemos hasta las seis de la tarde, justo cuando mi madre llega y me despido de la amable chica.
Debo admitir que me parece muy divertido quedarme con mi niñera porque ella nunca se niega a jugar conmigo además de que es muy graciosa, no obstante, a veces voy a tocar la puerta de la recámara de Jessie para pedirle que me sirva agua y es a medio camino cuando recuerdo que ya no está.
—Aly, debo irme. —La voz de Oliver me saca de mis pensamientos—. Te voy a extrañar mucho.
Suelto la crayola verde con la que estaba coloreando una manzana y levanto mi mirada hasta encontrarme con mi hermano, quien esboza una media sonrisa en mi dirección y me extiende su mano para que me levante del piso.
—¿Estarás por mucho tiempo en ese hospital?—interrogo sin dejar de mirarlo.
—El que sea necesario —interviene mi padre, quien acaba de salir de la cocina sosteniendo un vaso de agua.
Mi hermano mayor se pone de cuclillas para quedar a mi altura y me da un tierno beso en la frente.
Mi madre me contó que él debe ir a una clínica ya que está enfermo. Lo voy a extrañar mucho, ahora que se va me quedaré sola con mi progenitora en casa.
—Me esforzaré por volver en poco tiempo.
—De seguro te curarás más rápido de lo que yo lo hice. —Río.
Lo noto tensarse en su lugar al escucharme y se pone de pie de inmediato para luego despedirse y caminar a paso veloz en dirección a la salida.
—Nos vamos, princesa. Mañana vendré a verte en la tarde —habla papá—. No te olvides de practicar la tabla del tres, te la voy a preguntar.
—¿Tendré algún premio si me la aprendo?
—Una sorpresa. —Asiente antes de marcharse.
Recojo todos mis colores y los guardo en mi escuche para luego ir a mi habitación a poner todo en su lugar. Camino de regreso a la sala de estar y tomo la hoja donde pinté verde para acto seguido dirigirme hasta la cocina.
—Belle, ya termine de pintar —digo extendiéndole el dibujo y ella lo recibe con una sonrisa.
—Está muy bonito —aprueba—. ¿Quieres comer ya?
—¡Sí, estoy hambrienta! —exclamo haciéndola reír.
Una vez, en la sala de quimioterapias, escuché a una señora decir que nuestras vidas antes, durante y después de estar enfermos eran completamente distintas.
Ya no comparto las cenas con mis hermanos, no recibo respuesta al tocar la puerta del cuarto de Jessie, no guardo ningún secreto de Oliver y tampoco escucho de manera constante a mis padres discutir en la cocina. Ya no voy a la escuela, no poseo el cabello negro que solía enredarse fácilmente y tampoco tengo permitido comerme una barra de chocolate.
Todos esos cambios me indican que esa mujer tenía razón y que, a pesar de las notorias diferencias, siempre hay algo bueno en cada una de las etapas.
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Como un cuento de hadas
Короткий рассказSi alguien tuviera que describir a Alyssa Weber usando solo tres palabras, esas indudablemente serían: curiosa, traviesa y bondadosa. Esa escurridiza niña de cinco años lucha contra todos los dragones que la acechan a ella y a su familia, sin embarg...