Mi momento favorito del día es cuando por fin suena el despertador y puedo levantarme de mi cama. No me gusta dormir, sé que pierdo mucho tiempo haciéndolo y estoy segura de que pasar esas horas jugando sería mucho más divertido; lastima que mi mamá no lo vea de esa manera.
Ayer me fui a dormir esperando con ansias que amaneciera para poder jugar a que soy la maestra de todas mis muñecas y ya por fin ha llegado ese momento por el que tanto esperé.
Es sábado, por lo que no debo ir al jardín de niños. Está demás decir que el sábado es mi día favorito de la semana, pero ¿cómo no podría serlo si puedo pasar todo el día jugando, viendo caricaturas en la televisión o corriendo por toda mi casa?
—Hola, niñas —hablo en dirección a las cinco muñecas sentadas en mi cama—. Hoy aprenderemos las vocales —doblo las palabras de mi profesora en el jardín—, tienen que repetir después de mí para que puedan aprender: «A, E, I, O, U ». —Mis alumnas siguen mi indicación de repetir las vocales.
Estoy sentada en una mesa frente a mi cama sosteniendo mi cuaderno en mi mano derecha y mi bolígrafo en la izquierda. Tengo cinco años, pero creo que soy una maestra maravillosa.
—Muy bien, ahora cada una tiene que decir un color —les ordeno e imagino que cada una de mis muñecas suelta un color distinto.
Adoraría que los juguetes de la vida real fueran como los de Toy story.
Me levanto de mi silla, no sin antes disculparme con mis alumnas por dejarlas solas en medio de la clase. Tengo mucha sed, beberé agua para poder continuar siendo la mejor maestra del universo.
Camino por el pasillo en dirección a la habitación de mi hermana mayor para pedirle que por favor me sirva un poco de agua. Mi mamá dice que no puedo tomarla yo misma porque se me puede caer y corro riesgos de lastimarme, entonces por eso debo acudir a cualquier persona disponible para que me de agua en mi vaso de Hello Kitty.
Mamá y papá trabajan todos los días desde muy temprano hasta las siete de la noche. Mi madre deja la comida lista para nosotros los fines de semana, pero cuando debemos ir a la escuela solo prepara el desayuno y nos da dinero para comprar nuestro almuerzo. Si hablamos de la cena, a veces la hacen mis hermanos o mi papá, pero la mayoría de las veces quien cocina es mi madre.
—¿Qué pasa, Alyssa? —inquiere mi hermana al abrir la puerta de su habitación.
—Quiero agua. —Esas dos palabras son suficientes para que ella ruede los ojos.
Los mayores y su pereza. No entiendo que le cuesta darme mi vaso lleno de agua y volver a encerrarse en su habitación, es muy fácil.
Sin decir ni una palabra comienza a caminar hasta la cocina y yo imito su acto. Jessie tiene quince años, es muy alta, tiene el cabello largo de un color parecido al del chocolate, ojos marrones y una sonrisa adornada por la ortodoncia.
Mi hermana es muy bonita, pero siempre dice que es fea; los mayores son muy ciegos a veces.
—Toma. —Me extiende el vaso lleno—. Voy a mi cuarto, en un rato vendré a servirte el almuerzo. No quiero que hagas un desastre, ya conoces las reglas. —Su tono es serio cuando suelta lo último.
—¿Qué vas a hacer en tu habitación? —cuestiono—. ¿Vas a llamar a tu novio?
—¡No vuelvas a repetir eso! —exclama en mi dirección con un tono alarmado—. Ve a tu habitación.
Obedezco a su orden y me encamino a mi cuarto para continuar con mi clase.
Pasan dos horas hasta que Jessie me da mi almuerzo. Arrugo la cara cuando veo tantos vegetales, pero me los como todos al ver la cara enojada de mi hermana. Ella no come nada, solo lo hace cuando mamá está aquí. No entiendo por qué me dice que coma todos los vegetales cuando ella no come ninguno.
—¿Dónde está Oliver? —le pregunto por nuestro hermano mayor al ver que hoy no nos acompaña en el comedor.
—Salió con sus amigos —responde—. Ya sabes, como es el mayor puede salir a todos lados mientras que nosotras debemos estar en estas cuatro paredes en todo momento—se queja.
—Mamá dijo que tú podrás salir sola cuando cumplas dieciséis —le recuerdo.
—De igual manera no me agrada que Oliver salga siempre que quiere.
—Él tiene diecisiete. Tú también podrás hacer lo que él hace cuando tengas diecisiete.
—Supongo. —Se encoge de hombros.
Al terminar regreso a mi habitación y continúo jugando con mis muñecas, pero esta vez una tiara adorna mi cabeza y sostengo mi varita.
—Hola, alumnas. Soy la princesa Alyssa, su maestra.
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Como un cuento de hadas
Short StorySi alguien tuviera que describir a Alyssa Weber usando solo tres palabras, esas indudablemente serían: curiosa, traviesa y bondadosa. Esa escurridiza niña de cinco años lucha contra todos los dragones que la acechan a ella y a su familia, sin embarg...