Desde que tengo uso de razón me han encantado los cuentos de hadas. Esos donde las sirenas cantan para atraer a los príncipes de tierra firme, en los que las princesas rechazan la corona para vivir en el campo vendiendo flores, donde las hadas luchan contra piratas o donde las princesas perdidas tienen una cabellera mágica.
No hay día en el que no me imagine lo magnífico que sería vivir en uno y tener esos poderes fabulosos que ayudan a las princesas a luchar contra los monstruos.
No obstante, en una videollamada que tuve con una chica que me estaba ayudando a reunir fondos para mi trasplante, ella me dijo que no era necesario portar una corona o poderes mágicos para que nuestra vida sea como un cuento de hadas.
Me dijo que el catéter en mi pecho era la espada, los médicos mis aliados y la leucemia el villano, la interrumpí para comentarle que era un dragón lo que le saco una media sonrisa y un leve asentimiento. También comentó que yo estaba peleando con el dragón por mi salud y que estaba segura de que yo ganaría la guerra para así concluir con un final feliz mi cuento de hadas.
Eso fue antes de mi trasplante y, cuando la llamada de video terminó, se me presentó de nuevo la duda que siempre lograba atraparme:
¿Puedo yo, Alyssa Weber, vencer al dragón?
Pensaba que la respuesta a esa pregunta llegaría cuando el proceso terminara, por eso los médicos me tomaron por sorpresa cuando me informaron que solo en un tiempo sabrían si el trasplante funciono.
Pasé semanas preguntándome si mi delgado cuerpo lograría ganarle al monstruo.
Siempre les preguntaba a los doctores sobre qué podía hacer para ayudarlos a curarme y la respuesta siempre coincidía: seguir al pie de la letra las indicaciones y portarme bien. Yo esperaba que me recomendaran algo como respirar más rápido o pestañear más veces, no que me dijeran que me quedara tranquila.
A pesar de la indignación que sentí al recibir esas respuestas, decidí hacer lo que me pidieron y, luego de sentirme muy enferma y de tomar muchos medicamentos, el médico me dijo que todo estaba bien.
Ahora mismo, me encuentro volviendo a casa luego de una consulta en la que solo escuché palabras positivas.
—Mamá, ¿oíste lo que dijo el doctor? —Lanzo mi mochila al sofá y me siento en el piso para deshacerme de mis zapatos.
—¿Qué cosa? —pregunta antes de poner sus llaves en la mesa del recibidor—. No se te olvide guardar los zapatos y la mochila en su lugar —sermonea antes de que pueda responder a su pregunta.
—Sí, yo sé —contesto—. El doctor dijo que dentro de poco comenzará a crecer nuevamente mi cabello —le recuerdo.
Su mirada se cruza con la mía y asiente en mi dirección con una gran sonrisa antes de perderse en la cocina.
—También dijo que puedo practicar algún deporte —comento siguiéndola.
—Sí, eso recomendó, es bueno que tengas actividad física —dice mientras se sirve un vaso de agua.
—¿Qué deporte practicaré?
—El que tú quieras, piensa muy bien qué te gusta y mañana me dices.
Sonrío. Al fin podré hacer algo divertido.
Salgo de la cocina y me dirijo hacia mi habitación. Alineo mis muñecas en la orilla de mi cama, posiciono mi mesa roja frente a mi cama para luego buscar mis cuadernos y lápices dentro de uno de mis cajones.
—Buenos días, alumnas —les hablo a las seis niñas sentadas en mi cama—. Soy la maestra Alyssa y hoy les enseñaré la tabla del tres.
Las horas pasan volando entre juegos y travesuras.
Me siento muy feliz de estar sana, valoro mucho poder realizar todas las actividades de las que la leucemia me privó por tanto tiempo.
Cuando el sol se pone y la luna hace acto de presencia corro hasta la ventana para hablarle a mi hermana en la luna.
—¿Sabías que no es necesaria la magia para que nuestra vida sea como un cuento de hadas?
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Como un cuento de hadas
Historia CortaSi alguien tuviera que describir a Alyssa Weber usando solo tres palabras, esas indudablemente serían: curiosa, traviesa y bondadosa. Esa escurridiza niña de cinco años lucha contra todos los dragones que la acechan a ella y a su familia, sin embarg...