Los días pasaron de manera fugaz mientras veía a mi madre planificar junto a los médicos todo lo relacionado al trasplante que se avecina. Fueron días difíciles, ajetreados y dolorosos, pero nada de eso quita lo fugaces que fueron.
He permanecido en el hospital desde que me desmayé en casa. Algunos días fue mi madre quien me cuidó, otros mi tía y, la minoría de ocasiones, lo hizo mi hermano.
Llevo una semana sin ver a Jessie ya que está, al igual que yo, internada en este hospital. He escuchado a mi madre decir que tuvo suerte de no haberla tenido que traer por una emergencia, aunque de igual manera le da miedo que su hija mayor no soporte el procedimiento al que se debe someter. Oliver pasa sus días conmigo o hablando con los nuevos amigos que mi madre le consiguió.
No he visto a mi padre desde aquel día en el que se fue de casa enojado, no sé si ha hablado con alguien de mi familia o si me sigue recordando. Supongo que las palabras de mi madre en su dirección fueron ciertas.
—¿Salvemos a la guerrera de seis años? —inquiere mi tía entrando a la habitación con una gran sonrisa.
—Más de quince personas han donado en las últimas dos horas y algunos artistas han compartido el link. —Oliver se encoge de hombros en su lugar—. Si todo continúa así de bien, podremos pagar la estadía en el hospital y algunas semanas de tratamiento.
—¿Qué es donado? —pregunto acercando mi cara para poder ver con claridad el móvil de Oliver.
—Donar significa que una persona te brinda algo de ayuda ya sea con dinero u otros medios —explica.
En el móvil hay una foto mía sosteniendo un libro mientras esperaba que la sesión de quimioterapia terminase; no alcanzo a leer el texto bajo la foto antes de que la incomparable voz de Diana me haga girar en dirección a la puerta.
—¡Feliz cumpleaños, Alyssa! —exclama antes de correr hasta donde estoy y envolverme en un abrazo.
—Gracias, Diana. No puedo creer que te dejaron venir hasta el hospital.
—Es tu cumpleaños, el doctor dijo que solo por hoy podría estar aquí.
Hoy es veintiuno de noviembre, el día de mi cumpleaños. Estoy muy emocionada porque finalmente tengo seis años, lo que significa que por fin estoy grande. Creo que ahora podré utilizar pastas de dientes picantes, mamá dejará de cortar los espaguetis para mí y Jessie me permitirá usar su maquillaje.
—¿Podemos jugar? Traje algunos juguetes de casa y mi mamá me dijo que en la mañana te obsequió la nueva muñeca —habla la pelirroja poniendo su mochila de Frozen en la esquina de la cama.
—No puedo jugar, Diana. Lo siento.
Frunce su entrecejo con curiosidad y me toca la frente intentando de esa manera medir mi temperatura.
—¿Por qué? No tienes fiebre, si puedes jugar.
—Tengo seis años, Diana. —Suspiro para luego esbozar una media sonrisa—. Estoy grande, no voy a jugar nunca más.
—Alyssa, solo eres mayor que Diana por un mes. Si tú eres grande, ella también lo es. —Ríe Oliver.
—Mi cerebro piensa como adulto —digo en mi defensa.
—Yo solo traje pastel y regalos para las niñas, los adultos comemos verduras hoy —informa mi tía—. ¿Quiere que en su comida haya más brócoli o apio, señora Alyssa?
Abro mi boca con sorpresa e indignación. Yo si quiero comer el pastel especial que hicieron para mí.
—Pero es mi cumpleaños.
—Los adultos no comen pastel en su cumpleaños —informa mamá desde su lugar.
—Pero te vi comer pastel de manzana en tu cumpleaños.
—Seguro viste mal, si los adultos comen pastel en sus cumpleaños les crecerá un árbol de pastel en el estómago —añade Oliver.
Me encuentro con la mirada de Diana, la cual luce igual de impresionada y aterrada que la mía. Un nudo se instala en mi pecho gracias al miedo, ¿nunca más podré comer pastel en mi cumpleaños?
—Yo... ya no quiero ser grande —susurro al tiempo que veo a mi hermano reprimir su risa.
—¡Ahora podremos jugar! —exclama mi prima—. Levántate, el doctor dijo que no puedo quedarme mucho tiempo.
Hasta donde tengo entendido, en el hospital solo se permiten visitas desde las cinco de la tarde hasta las siete de la noche y solo dejan entrar a tres personas por paciente. Probablemente mamá habló con mi médico pidiendo una excepción para que mi tía y mi prima también pudieran acompañarme el día de hoy por esas dos horas.
Bajo de la cama y me siento en el sofá para jugar con las muñecas que trajo Diana, mientras tanto, los adultos se concentran en hablar entre sí.
Presto atención a varias partes de la conversación. Escucho que mi tía compró una nueva cafetera que la tiene más enamorada que su esposo; que si no logran estabilizar pronto a mi hermana, será riesgoso que termine con su embarazo después; mamá trabajará un horario doble mañana y Oliver asistirá a una rehabilitación para hablar con más personas.
Lo último me sorprende ya que he conocido niños que van a rehabilitación cuando no pueden caminar, moverse por su cuenta, hablar o tomar cosas con sus manos. Pensé que las rehabilitaciones solo son para los que están enfermos, es raro que Oliver vaya a una rehabilitación para hablar.
—¿Por qué Oliver va a rehabilitación? —cuestiono obteniendo la atención de los adultos presentes.
Veo a mamá y a mi hermano cohibirse en su lugar, como si tuvieran miedo de que yo conociera la respuesta.
—Para hablar con personas.
—¿Qué es rehabilitación? —pregunta Diana.
—Es para ayudar a los que no se mueven —respondo con simpleza.
—También sirve para que te ayuden con algún problema —añade mi tía.
—¿Por qué? —vuelvo a cuestionar, ya que no entiendo las respuestas que recibo.
Los tres adultos en la habitación ríen haciendo que Diana y yo terminemos ignorandolos.
Cada ciertos minutos contemplo la puerta esperando que la única persona de mi familia que aun no me ha deseado un feliz cumpleaños aparezca, ilusión que se desmorona cuando el reloj marca las siete menos cinco.
—¡¿Pastel de frutas?! —exclamo en un chillido, entendiendo que ni en mi cumpleaños me dejaran comer algo con chocolate.
Creo que ahora sí quiero ser adulta.
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Como un cuento de hadas
Short StorySi alguien tuviera que describir a Alyssa Weber usando solo tres palabras, esas indudablemente serían: curiosa, traviesa y bondadosa. Esa escurridiza niña de cinco años lucha contra todos los dragones que la acechan a ella y a su familia, sin embarg...