Horas han pasado desde la discusión que presencié en los aposentos de las esperanzas perdidas. Horas que les han servido a mis hermanos para partir en direcciones que desconozco, a mi madre para volver a sentarse en la silla de la blanca habitación y a mi padre para ponerse al día con mi nuevo médico.
El hombre vestido con una bata blanca me realizó diversos análisis el día de hoy. No sé para qué me los hizo si ya está claro que el dragón me está atacando, pero mis padres alegaron que eran necesarios cuando quise poner resistencia.
Y es que me encontraba aterrada, aún lo estoy. Me asusta de manera inhumana pensar cuánto me dolerá cada análisis y cada tratamiento a partir de ahora; me da miedo convertirme en una niña con piel roja, como los tomates, si los moretones se expanden y se apoderan de mí; me aterra pensar que no soportaré absolutamente nada.
Tengo ganas de chasquear los dedos y ya estar curada, pero en la escuela dijeron que las enfermedades no se curan por arte de magia y que cuando se está enfermo uno se debe cuidar mucho más. Mi problema es que, en la clase en la que se habló específicamente del cáncer, dijeron que era una enfermedad mucho más difícil de curar.
Luego de varias pruebas el doctor llegó a la conclusión de que las quimioterapias son el mejor tratamiento para mí. Entre el llanto mi madre asintió y mi padre, siendo un poco más fuerte que ella, agradeció al médico y le pidió indicaciones para cuidarme y prepararme.
Yo no pude decir nada, solo estaba en mi lugar preguntándome qué es una Quimioterapia y cuánto dolerá.
Una lluvia de dudas llegó a mi mente; sin embargo, no fui capaz de formular ninguna por la sencilla razón de que no creía que mis padres fueran capaces de responderlas.
¿Puedo yo, Alyssa Weber, vencer al dragón?
En este momento nos encontramos dentro de la fea habitación. Mamá está sentada en un rincón mirando a la nada mientras que mi padre está sentado en la esquina de la cama donde estoy acostada. En su rostro se dibuja una media sonrisa dirigida hacia mí y sus manos se mueven constantemente como si no supiera qué hacer con ellas.
—¿Quieres jugar? —inquiere rompiendo el silencio.
—No tengo mis juguetes —digo con un tono muy bajo.
—¿Quieres hacer algo para no aburrirte? —intenta animarme.
Antes de que yo pueda responder a la pregunta formulada por mi progenitor, la mujer castaña habla.
—Este hospital, las quimioterapias y todo lo que la niña necesita es carísimo —se dirige a mi padre, ignorando mi presencia—. No podemos pagarlo, no tenemos como.
Que mi padre no pueda responder inmediatamente me indica que no tiene una solución al problema que mi madre acaba de poner en palabras.
Ella no me ha hablado desde que recibió el diagnóstico. Siempre está conmigo, sí, pero me ignora por completo. ¿Ya no me quiere porque estoy enferma? Me asusta que me abandone, me aterra que haga lo que mi padre aún no ha terminado de hacer.
—Intentaré conseguir más dinero —es lo único que responde el hombre y mamá asiente.
—Ve a la casa y supervisa que estén los niños ahí.
—Oliver me avisó que dormirá en casa de su amigo y Jessie hará una pijamada con la hija de los vecinos.
Mamá parece estar más tranquila al escuchar las palabras de papá y asiente nuevamente. Mi padre se despide antes antes de irse a su casa y yo, al no sentirme para nada entretenida o animada, caigo en un profundo sueño, no sin antes preguntarme nuevamente lo mismo:
¿Puedo?
Luego de este capítulo sigue un extra llamado El dragón de Alyssa. Dicho extra nos ayudará a entender un poco más la enfermedad a la que Aly se enfrenta y todo el proceso por el que tendrá que pasar para superarla. Aclaro que no está narrado por nadie en concreto ya que no es más que una pequeña explicación.
Gracias por leer. <3
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Como un cuento de hadas
Cerita PendekSi alguien tuviera que describir a Alyssa Weber usando solo tres palabras, esas indudablemente serían: curiosa, traviesa y bondadosa. Esa escurridiza niña de cinco años lucha contra todos los dragones que la acechan a ella y a su familia, sin embarg...