El doctor me permitió volver a casa luego de una semana porque ya encontró la manera de mantener mis síntomas bajo control. Solo tengo que ir a la clínica los días que tenga una sesión de quimioterapia o si surge algún problema.
Me siento feliz de estar de nuevo en mi casa. Estoy ansiosa por jugar nuevamente con mis muñecas, por ver todas las películas animadas que existen, colorear en mis libros y acostarme entre mis cobijas de Barbie. Extraño mucho como era mi rutina antes de ser diagnosticada.
—Bienvenida a casa. —Sonríe Oliver en mi dirección.
—Al fin.
—Voy a servir la comida —informa Jessie comenzando a trazar su camino hasta la cocina.
—No tengo hambre, no quiero comer ahora. —Se detiene al escuchar mis palabras.
Mamá asiente y le dice a Jessie que no se preocupe, que ella me dará algo distinto para comer más tarde. Camino por la casa con rapidez hasta llegar a mi habitación, donde soy recibida por el familiar olor a perfume de cereza y todos mis juguetes anhelando ser usados.
Me siento en la alfombra y tomo mis muñecas para comenzar a jugar. Yo misma me doy cuenta de lo mucho que cambió mi ánimo desde la mañana cuando estaba en el hospital hasta ahora en la tarde que me encuentro jugando y sonriendo por lo bien que se siente estar de nuevo en casa.
Las paredes blancas y aburridas de aquel lugar no se comparan con las coloridas de mis aposentos.
Horas después, luego de que termino de comer mi sopa y tomar mi jugo, Oliver entra a mi habitación con una gran sonrisa en su rostro.
—Aly, ¿cómo te sientes? —pregunta acercándose al lugar donde me encuentro rodeada de juguetes.
—Bien, ¡estoy jugando! —exclamo.
—Me alegra verte bien y feliz. —Ríe y frena sus pasos para quedarse de pie junto a uno de los juguetes que puse en la alfombra—. Me llevaré estos tres collares. —Me los muestra luego de sacarlos de la pequeña caja blanca—. Los necesito para un asunto de la escuela, pero no le puedes decir a nadie que yo los tome, ¿bien?
—¿Por qué tú y Jessie tienen tantos secretos? —Es lo único que digo, ignorando que se llevará algunos de mis accesorios favoritos.
—Porque a veces, algunas personas no están de acuerdo con lo que otros hacen y, para evitar que te regañen, es mejor mantener el asunto en secreto —dice como si fuera obvio.
—¿Entonces si tomo chocolates en secreto mamá no me dirá que no puedo? —Amplio mi sonrisa cuando me doy cuenta de la maravillosa idea que mi hermano acaba de darme.
—Así funciona, pero no comas chocolate en secreto porque luego te sentirás muy mal. —Asiento repetidas veces, pero no le haré caso a Oliver. Yo quiero comer chocolates.
Jessie entra a la habitación interrumpiendo nuestra conversación y veo a Oliver esconder en su bolsillo los accesorios que tomó. Él rueda los ojos al verla y ella frunce el entrecejo en su dirección. Siempre es lo mismo cuando se pelean; las miradas asesinas que se lanzan son cada vez peores, sin contar los feos insultos que se gritan.
—Alyssa, ¿qué haces? —cuestiona la castaña.
—Jugando y hablando con Oliver —respondo aunque me parece que la pregunta que formuló tiene una respuesta muy obvia—. ¿Por qué se pelearon? ¿Oliver no levantó la tapa del inodoro otra vez? —interrogo entrecerrando los ojos en dirección del mayor.
Ellos ríen al escuchar mi pregunta, pero no tardan mucho en volver a sus semblantes serios.
—Peleamos porque ella no entiende que no puede andar haciendo esas cosas con ese hombre —responde Oliver con la voz más grave de lo normal, después presiona sus labios en una línea recta.
—Y él no entiende que no puede meterse en mi vida —ataca Jessie.
—Puedo meterme en tu vida cuando sé que estás haciendo cosas que no debes, cruzas los límites cada día. —El enojo está muy presente en las palabras de mi hermano.
—¿Quién eres tú para imponer límites?
—Yo no impuse los límites, esos han estado claros desde siempre. Solo hay que ser inteligentes para saber que no se deben cruzar —se defiende el mayor—. No sé en qué estás pensando al enredarte con ese viejo. Tienes quince años, Jessie.
—Cállate. Tú no sabes nada, solo cállate. —Jessie sale de la habitación dando un portazo.
Oliver suelta un suspiro y seguido de eso enreda sus dedos en su cabello y lo hala con fuerza. Luce cansado y decepcionado. Sé que a él no le gusta pelear con Jessie, la quiere mucho y él mismo me ha dicho que es una tortura que ella sea tan ruda a veces.
—Ya sabes, no puedes decir nada sobre la joyería ni sobre lo que dijimos Jessie y yo, ¿trato? —repite Oliver antes de abandonar mi habitación.
—Trato —contesto.
Otro secreto más para callar.
ESTÁS LEYENDO
Como un cuento de hadas
Cerita PendekSi alguien tuviera que describir a Alyssa Weber usando solo tres palabras, esas indudablemente serían: curiosa, traviesa y bondadosa. Esa escurridiza niña de cinco años lucha contra todos los dragones que la acechan a ella y a su familia, sin embarg...