14. Dragón

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Me quedé dormida luego de que el tercer médico que visité en la semana me suministrara una sustancia transparente utilizando la típica jeringa. No supe por qué, pero en el momento en que dicha sustancia estuvo dentro de mí, comencé a sentir mis ojos muy pesados seguido del cansancio y hasta que finalmente caí en un profundo sueño.

Antes de inyectarme, me revisó de pies a cabeza en busca de señales en mi piel, luego leyó los análisis de sangre que el médico anterior había pedido que me hicieran y finalmente me hizo salir de su consultorio para hablar a solas con mi madre.

No sé sobre qué hablaron ni antes ni después de quedarme dormida, me han mantenido en la ignorancia por aproximadamente cinco horas.

—Hola, hermanita. —La voz de Oliver me saca de mis pensamientos y, al verlo, automáticamente sonrío, es la primera persona que me habla desde que desperté.

—Hola, Oli —digo con entusiasmo, ignorando el dolor que nuevamente se apoderó de mis articulaciones.

Se nota nervioso, preocupado y asustado. Me mira desde la puerta sin intenciones de dar los pasos restantes para llegar hasta la cama donde estoy acostada. La pena y lastima relucen en su expresión. Podría decir que le asusta dañarme con su cercanía, por lo que se mantiene en su lugar lejos de mí.

—Tengo que decirte algo —habla luego de segundos en silencio.

—¿Un secreto? —inquiero.

—No, no es un secreto. Es algo sobre ti y la razón por la que estás en este hospital.

No entiendo nada. No he podido escuchar la sentencia final del hematólogo y tampoco he visto a mi madre desde que me inyectaron para que durmiera. No sé qué tan mal estoy, no sé si tengo una grave enfermedad o si por el contrario estoy aquí por una tontería.

No tengo ni idea de por qué Oliver está a punto de romperse a llorar.

—A partir de ahora visitaremos mucho este hospital. —Sus primeras palabras me hacen sentir aún más nerviosa ya que me indican que tengo algo grave—. Verás, el médico ha dicho que estás un poco enfer...

No lo dejo terminar antes de azotarlo con mis preguntas.

—¿Qué tengo? ¿Es muy grave? ¿Tendrán que inyectarme muchas veces? ¿Cuánto tiempo estaré enferma? ¿Por qué no me dan medicinas y ya?

—Es un cáncer que se llama leucemia, Alyssa. No se puede curar con simples medicamentos, pero los doctores tienen otros tratamientos dentro de la clínica. Te curarás muy rápido, eres una niña muy valiente. —Su voz se quiebra cuando pronuncia la última oración.

Cáncer.

He escuchado mucho sobre dicha enfermedad, también he visto en algunas películas personas que la padecen y en la escuela nos dieron una clase sobre eso.

«Los niños con cáncer no son diferentes a nosotros, solo más delicados y especiales. No deben tratarlos de una mala manera, ¿entienden?» Las palabras de mi maestra se vuelven a reproducir en mi cabeza.

Cáncer.

Vi una película donde un niño padecía esa enfermedad y, en consecuencia, perdió todo su cabello. Él lloraba, sangraba, nunca mejoraba y siempre estaba triste, hasta que murió.

Me produce escalofríos pensar que ese es mi destino. Me aterra creer que esa enfermedad puede ser mi final.

Cáncer.

Es como un vil dragón que amenaza con acabar con los sueños y esperanzas de cada persona a la que ataca. Arranca la estabilidad, salud, bienestar y vida, acabando con quienes lo sufren e, inevitablemente, con las personas que los rodean.

¿Seré lo suficientemente fuerte como para vencer al dragón?

Mi profesora también dijo en esa clase que se puede curar, que los doctores hacen su mayor esfuerzo para que la persona pueda estar completamente sana nuevamente; dijo que aunque es  difícil si se puede salir adelante.

En todos los cuentos de hadas, las damas luchan contra el dragón que escupe fuego hasta que este termina acabado aunque, a veces, ellas necesitan de un príncipe para que les brinde su fuerza como ayuda, pero ¿qué pasa con las que no tenemos ningún príncipe? ¿Podemos vencer al dragón solas?

¿Puedo yo, Alyssa Weber, vencer al cáncer?

Unos brazos envolviéndome me hacen salir de mi ola de pensamientos y, justo en ese momento, me doy cuenta que estoy llorando. Los sollozos y lágrimas se han apoderado tanto de mí como de mi hermano mayor. Ambos nos aferramos al otro en un fuerte abrazo que promete mantenernos unidos y protegidos.

—Eres fuerte y valiente —susurra entre lágrimas.

¿Puedo yo...

Como un cuento de hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora