6. Descubriendo

55 13 0
                                    

Hoy estoy muy cansada, cosa que sorprendió mucho a mi hermano ya que siempre he sido una niña inyectada de energía que nunca para de jugar, sin embargo, justo ahora no veo la hora de llegar a casa y acostarme en mi cama. Supongo que es porque corrí mucho en el jardín de niños.

Camino con Oliver y su mejor amigo, Spencer, hasta mi hogar. Luego de lo sucedido con Jessie, mis padres le asignaron a mi hermano la tarea de recogerme en el jardín de niños.

—Así que Jessie está saliendo con Nicolás Fischer —responde Spencer luego de escuchar atentamente a Oliver contarle lo sucedido—. Ella es una joyita.

—Lo es. —Ríe el pelinegro—. ¿Podrías decirle a Johnson que me consiga más de lo que tú ya sabes? —pregunta provocando que su amigo suelte una carcajada y que yo frunza mi entrecejo intentando comprender a qué se refiere.

—Siempre podemos conseguirlo, pero debes tener en cuenta que debes pagar antes de que te lo entreguemos. —La respuesta de Spencer provoca que mi hermano asienta repetidas veces—. Mañana te enviaré la ubicación del lugar donde te vas a encontrar con él, ¿te parece bien?

—Perfecto —responde antes de despedirse.

Nos adentramos a la casa que en estos momentos se encuentra vacía y el alivio me invade por completo.

—Alyssa, en quince minutos llegará Jessie —informa—. Debes esperarla para que te bañe y te cambie de ropa.

—Está bien —contesto antes de encaminarme a mi cuarto y desplomarme en mi cama.

Nunca había pensado en lo cómodas que son las camas. ¿A quién se le ocurrió crearlas? Esa persona se merece un premio por regalarnos la comodidad y frescura en todo su esplendor.

Mi maestra nos contó que en el mundo hay muchísimas cosas por descubrir y que nosotros, siendo niños llenos de curiosidad y ganas de aprender, seremos unos grandes exploradores a lo largo de nuestra vida.

Los minutos corren dándole tiempo a Jessie para llegar a casa y las horas pasan hasta que mamá se asoma por la puerta de mi cuarto con una sonrisa.

—¿Qué pasa, Alyssa? —cuestiona luego de sentarse en la orilla de mi cama y acariciar mi cabeza—. ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo?

—No me duele nada hoy, solo quiero acostarme aquí. —Río.

—Esto es algo que no sucede todos los días. —Examina mi rostro y pone una mano en mi frente—. Tienes fiebre otra vez. Ven conmigo para darte la medicina y algo de comer.

Acto seguido sale de mi habitación y yo suspiro porque la pereza me absorbe por completo. Hoy descubrí que no hay mejor sensación que acostarse en la comodidad de una cama y cubrirse de cobijas hasta la cabeza mientras se disfruta de la baja temperatura.

Como un cuento de hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora