«La Academia Umbrella era un grupo que sabía destacar, por su aspecto, habilidades y demás. La número ocho, Erin Hagrevees, no. Su talento siempre fue volverse invisible»
Erin Hargreeves es una de los ocho.
Antes, la conocían como The Spy. Antes, e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
....
Antes
Erin rió a carcajadas, tratando de taparse la boca para no hacer tanto ruido y atraer a Pogo, su cabeza recostada sobre las piernas de Ben, ambos tumbados en la cama de éste último. Ben jugaba tranquilamente con el cabello rubio de ella, haciendo y deshaciendo espirales, y sonrió sinceramente al verla reír de la ocurrencia que acababa de decir Klaus, que estaba monólogando acerca de su última escapada mientras fumaba un cigarrillo, caminando a un lado
Se preguntó porqué antes no había pasado más tiempo con éstos dos. Probablemente porque solía estar con Allison. Sin embargo, ella y Allison no estaban en los mejores términos desde hace mucho, de amigas, pasaron a ser rivales. Como Diego y Luther, no podían compartir el mismo aire sin discutir.
A Erin le gustan Ben y Klaus, son suaves de una manera que sus otros hermanos no son, y ahora que tenían quince años y Luther no hablaba realmente con nadie más que con Allison a no ser que estuvieran en misión y Diego pasaba los días entre el entrenamiento y estar con mamá, eran una compañía que agradecía.
—Estás loco, Klaus —le dijo Erin con franqueza cuando él terminó de contar su anecdota.
—Pues muchas gracias, hermanita —él sonrió y se inclinó hacia adelante con elegancia—. Ahora, si me disculpan, voy a mear.
—Interesante información para compartir.
—Lo sé —Klaus salió de la habitación agitando las manos.
Era tarde por la noche, el único atisbo que veían de libertad, exceptuando las “horas de juego” de los días sábados.
Erin se acurrucó más en el regazo de Ben. Todos querían a Ben, pero sospechaba que ella y Klaus eran los únicos que no le temía a los otros que vivían en su interior.
Ben le permitió acomodarse, desvaneciendose su tensión nerviosa.
—Me...Me gusta tu cabello —confesó avergonzado, aún con sus dedos entre el pelo rubio.
Lo dijo diferente de como lo diría Klaus o antes Allison, no era solo “tu cabello es genial”, era casi un “me gustas”. Erin sintió un calorcillo en el pecho que ya era usual cuando estaba con Ben.
Por toda respuesta, subió la mano hasta su cabeza y entrelazó sus dedos con los Ben, quién pareció ligeramente sorprendido por el gesto, pero se apartó.
—¿Lees en voz alta, Ben? —preguntó. Ambos eligieron estratégicamente no hablar de sus manos entrelazadas—. Me gusta mucho tu voz.
Ben, mejillas brillantes, tomó el libro a su lado, lo sostuvo con su mano libre y, con su voz suave habitual, comenzó a leer. Erin cerró los ojos ante el sonido de su voz mientras afianzaban el agarre de sus manos.
