«La Academia Umbrella era un grupo que sabía destacar, por su aspecto, habilidades y demás. La número ocho, Erin Hagrevees, no. Su talento siempre fue volverse invisible»
Erin Hargreeves es una de los ocho.
Antes, la conocían como The Spy. Antes, e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
....
Hace 17 años
Diego debe reconocer que está asombrado. Klaus siempre es tan volátil y reacio a cooperar con nada de lo diga papá, y sin embargo, acaba de ofrecerse de voluntario para ser el primero en ser apuñalado un montón de veces por esa aguja enorme.
Papá dijo que ésto era un sello, un privilegio, la promesa de su transformación oficial en los héroes de la Academia Umbrella. Un privilegio. No es lo que ve Diego, solo ve esa enorme aguja y el sudor le cae por la frente.
Por el contrario, Klaus tiene en el rostro una sonrisa despreocupada mientras entrega su brazo al hombre. Cuando la aguja se clava en su antebrazo, se tensa y aprieta su puño libre contra su estómago, pero eso es todo. Su sonrisa apenas tiembla ligeramente mientras busca plática al tatuador, y solo guarda silencio cuando papá se lo ordena con un golpe de su bastón contra el suelo.
Diego se da cuenta de que nunca había observado realmente a Klaus hasta ahora. Es más alto que Diego (lo que le encanta restregarle en la cara), tiene la piel muy pálida, su pelo rizado le cae con gracia hace adelante, un riso cubriéndole un solo ojo. Y sus ojos, verdes y brillantes.
Diego no se da cuenta de que el tiempo pasa hasta que Klaus se levanta, mordiéndose el labio y tratando de disimular cualquier rastro de dolor de su rostro. Les guiña un ojo a todos, fingiendo que no hay perlas de lágrimas retenidas en sus ojos.
—No fue tan malo, tal vez repita la experiencia —comenta.
—¡Silencio, número cuatro! —lo regaña papá—. Ponte en tu lugar.
Diego respira profundo. La siguiente es Allison, y luego él, así que se pone de pie junto a la silla para esperar.
No puede evitar mirar a Klaus de forma diferente desde ese día.
Mientras, en los asientos de esperan aún quedan Luther, Ben, Erin y Cinco. Tienen prohibido hablar, y después de que Allison se pusiera a llorar cuando fue su turno, están tan nerviosos que ni Cinco se atreve a romper esa regla.
Erin mira a Ben de reojo, quién está removiendose incómodamente en la silla mientras tamborilea los dedos contra el asiento, pero sin hacer ruido.
Erin no es mucho de tener gestos sensibles, sin embrago, ahora desearía poder decirle a Ben una palabra de aliento, tal vez algo ligero para distraerlo, pero papá los escucharía y sería peor para ambos. En cambio, posa disimuladamente su mano sobre la de Ben, quién se sobresalta un poco, pero no la aparta, sino que la mira sorprendido. Erin mantiene la vista al frente, sonriendo ligeramente. Un pequeña sonrisa se dibuja en los labios de Ben mientras entrelaza los dedos de sus manos y vuelve a mirar al frente.
