«La Academia Umbrella era un grupo que sabía destacar, por su aspecto, habilidades y demás. La número ocho, Erin Hagrevees, no. Su talento siempre fue volverse invisible»
Erin Hargreeves es una de los ocho.
Antes, la conocían como The Spy. Antes, e...
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Hace 15 años
Ben se acurruca contra Erin, ambos escondidos bajo la manta de la cama. El libro abierto sobre las rodillas de Ben, quién lee, mientras que Erin sostiene la linterna. Ambos parecen realmente inmersos en la historia.
—... ahora, hasta le pareció ver forma de ojos entre el follaje —leyó Ben, bajito—. De ojos que lo miraban...
Erin se estremeció, aunque intentó ocultarlo, mientras Ben volvía a poner el marcapáginas, bostezando, y cerraba el libro. Miró a Erin con una tímida sonrisa.
—¿Y? ¿Te gusta? ¿Ha conseguido asustarte hasta ahora? —Ben preguntó.
Erin sonrió de medio lado con arrogancia, levantó los brazos y jugueteó con la luz de la linterna que daba en su rostro.
—Nop —dijo, y si Ben le creyó o no, no mencionó nada—. Pero definitivamente no deberías dejar que lo lean Klaus o Vanya, son demasiado puros para El resplandor aún —bromeó.
—¿Y nosotros no? —Ben alzó una ceja.
—Oh, no, nosotros ya estamos condenados —afirmó Erin con solemnidad, haciendo a Ben reír suavemente.
Erin deseaba que los momentos como éste duraran para siempre, pero desde que cumplieron los quince años, papá había intensificado el entrenamiento y tenían cada vez menos tiempo para reunirse a escondidas de noche. Todos caían rendidos en la cama la mayoría de los días, a veces sin siquiera quitarse los zapatos. Sin embargo, era tarde y, valga la redundancia, tenían entrenamiento mañana.
—Me voy a dormir —informó.
Ben pareció triste por un momento, pero asintió.
—Está bien, ¿seguimos mañana?
—Oh, definitivamente —Erin asintió con entusiasmo—. Necesito saber que le sucederá a Jack Torrance al final.
Ben compartió su entusiasmo.
—Bien, bye —Erin se estiró y le besó en la mejilla, luego se deslizó fuera de la cama y caminó tranquilamente hacia su habitación.
Solo a medio camino se hizo consciente de lo que acababa de hacer. Besó a Ben en la mejilla. Se hizo automáticamente invisible de la vergüenza, sus mejillas enrojecidas, aunque nadie podía verla.
Aún en su cama, Ben se llevó una mano a la mejilla que Erin había besado y, incluso dormido, siguió sonriendo.
