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Una semana, una semana entera sin que Alejandro se presentara por el parque.

Se levantó del banco mientras suspiraba, hoy era el séptimo día consecutivo que su amigo no aparecía. Desde la fiesta de Guillermo no había tenido noticias de él, nada a parte de las conversaciones de Samuel que le aseguraba que estaba bien. Al menos sabía que no le pasaba nada.

Caminó hacia su apartamento, mirando todo el rato al suelo. No entendía por qué tanta preocupación, a lo mejor por que ya estaba acostumbrado a verle cada noche desde que se conocieron. Solo esperaba que estuviera bien.

-¡David!

Antes de salir del parque escuchó una voz llamarle, girándose por instinto. Sonrió al ver al azabache corriendo hacia él, alzando la mano mientras la sacudía para llamar la atención.

Al llegar a su lado apoyó sus manos en sus rodillas, tomándose un momento para recuperar el aliento.

-Parece que hayas corrido una maratón. ¿Estás bien?

-Sí, es que... joder, necesito hacer ejercicio- Alejandro se puso recto cuando su respiración ya estaba normalizada, tosiendo para aclarar su garganta-. Perdón, vi que te estabas yendo y empecé a correr para hablar contigo.

-Lo siento, normalmente no te quedas después de media noche, pensé que hoy tampoco vendrías.

-Sí, en cuanto a eso... lo siento- el azabache miró apenado hacia un lado, rascándose la nuca-. Esta semana no pude venir a verte, tuve un viaje improvisado.

David sonrió al ver la cara de alegría que puso Alejandro al decir eso, negando con la cabeza.

-Tranquilo hombre, ni que estuvieras obligado a quedar conmigo.

-Por ahora- ambos soltaron una risa, mirándose mutuamente-. Me hubiera gustado avisarte, pero me di cuenta de que no tenía medios para comunicarme contigo, y me daba cosa usar a Samuel como mensajero.

-Ya te dije que no pasa nada, tú disfruta de la vida.

Algo que el moreno no hacía desde hace tiempo.

El mayor ladeó confuso la cabeza cuando el menor sacó un papel del bolsillo de su pantalón para seguidamente entregárselo. Se quedó mirando el papel, sin saber muy bien que hacía.

-Me hubiera gustado hacerlo como personas actuales, pero dejé el teléfono en casa- el menor soltó una risita, mirando a un costado-, así que te doy mi número al estilo de antes de los dos mil.

David agarró el papel, viendo los números escritos en él.

-Lo sé, antiguado, pero...

-Gracias- el menor vio la radiante sonrisa del contrario, devolviendo el gesto-, llegando a casa te enviaré un mensaje.

-Perfecto. Solo nada de hablarme por la noche y nada de nuddles.

-Pero Alex, le quitas lo divertido a la vida.

Los dos rieron divertidos por la broma, despidiéndose con la mano mientras cada uno se iba por un lado diferente.

Esperar esa semana valió la pena.

Luz de luna// Fargexby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora