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El camino hacia la casa de David fue rápido, llegando a la puerta principal en menos de quince minutos.

El moreno soltó el agarre de ambas manos para buscar las llaves en su bolsillo, abriendo la puerta para seguidamente apartarse, dejando que el menor entrase primero.

Cerró la puerta cuando ambos ingresaron, riendo divertido al ver al menor entrar sin timidez alguna a las habitaciones, curioseando con la mirada la decoración de su casa.

-Bienvenido a mi humilde morada.

-No me esperaba que tuvieras estos gustos- Alejandro miró los cuadros colgados en las paredes, la mayoría con dibujos de acuarelas de paisajes. Había alguna que otra foto de su familia y amigos, pero ahí quedaba la decoración-. No sé si llamarte simple o vago.

-Ambas- David sonrió divertido, acercándose a la cocina-. ¿Tienes hambre? Puedo preparar algo rápido para cenar.

-No, tranquilo, cené hace nada.- el menor se sentó en el sofá, mirando a la alfombra que adornaba el suelo de parqué. El mayor asintió, ahora dirigiéndose al sofá para sentarse a su lado, pensando unos segundos para ordenar su mente.

-¿Quieres hablar de...? Ya sabes, eso.

Alejandro se quedó quieto en su sitio, apretando las manos contra sus muslos.

-Sinceramente, no lo sé...- tosió para aclararse la garganta, ya había llorado demasiado antes en el parque, aún debía mantener la poca dignidad que le quedaba.

-No voy a molestarte para que me lo cuentes, pero estaré aquí por si necesitas hablarlo.

-Joder, eso sonó muy joto.

Sabían que ese comentario era solo una patética excusa para aligerar el ambiente, para olvidar lo que pasó hace minutos atrás y simplemente relajarse. Por eso ambos rieron, cada uno mirando a un sitio diferente.

-Ven, la habitación de invitados está por aquí- ambos se levantaron del sofá, volviendo a sujetarse de las manos mientras caminaban a la habitación que se encontraba al fondo del apartamento-. Hay mantas en el armario por si tienes frío, aunque las temperaturas están empezando a subir.

-David, muchas gracias- el menor se soltó del agarre ajeno, caminando hacia la cama para sentarse en la orilla, quitándose los zapatos-. Prometo devolverte el favor.

-Pero Alex, sé que soy irresistible, pero contrólate un poco.

No pudo evitar reír con diversión al ver la mirada confusa del contrario, ladeando la cabeza como un cachorrito.

-¿Por qué te ríes, tío?

-Lo-lo siento, es que... nada- negó con la cabeza mientras se tranquilizaba, caminando a su cuarto para agarrar una camisa y pantalones de pijama-. Oye Alex, ¿para dormir usas camiseta o camisa?

-Camiseta, ¿por?- Alejandro quitó las sábanas de la cama, listo para dormir, pero se detuvo al ver al mayor entrar con ropa entre sus brazos-. ¿David?

-No creerías que te dejaría dormir con ropa de salir, ¿no? Te lo digo por experiencia, dormir con vaqueros es súper incómodo.

Se sentó en la cama mientras le extendía la ropa, girándose para darle la espalda.

-¿N-no te vas?

-Prometo no mirar, solo quiero asegurarme que no te haces daño, ¿sabes? Sé que... en este tipo de situaciones tu cuerpo te puede fallar.

-¿Sabes qué... ha pasado?

-Me hago una idea- el mayor pudo escuchar cómo se cambiaba de ropa, entrecerrando los ojos al darse cuenta que los zapatos ajenos estaban tirados por el suelo-. No es la primera vez que paso por esto. Mejor dicho, que un amigo pasa por esto.

El silencio reinó en la habitación, dejando un ambiente en donde las preguntas sonaban por sí solas.

Luz de luna// Fargexby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora