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-¡SÍ, TOMA HOSTIA, HIJO DE PUTA!

-¡DE ESO NADA, CALVO TÓXICO! EL GANADOR SOY YO.

-UNA MIERDA.

-Bajad la puta voz, joder- David soltó una leve risa ante en comentario de Alejandro, recibiendo un pequeño golpe en su hombro de parte del nombrado-. Tú igual.

-Pero si no dije nada, Ales- el menor cerró los ojos, apoyando su cabeza en el pecho ajeno mientras intentaba dormir, siendo esto imposible por el grito de sus amigos jugando a la consola-. Deberías haber avisado a la policía, en teoría es delito montar fiestas tan ruidosas durante toda la noche.

-¿Te crees que eso le importa a la policía? Estaba muy lejos y no merecía la pena.- el moreno simplemente subió los hombros, llevando una de sus manos al cabello azabache para acariciarlo, jugueteando con él al mismo tiempo. Alejandro, ante eso, simplemente sonrió levemente, acurrucándose en el cuello ajeno en busca de más comodidad en aquel cómodo sofá del piso de su amigo Borja.

David apoyó su mano libre en la cintura ajena, acomodándolo en el sofá para que no le diera dolor o calambre en el cuello. Aún no se atrevía a quedar sentado sobre el regazo ajeno, le traía demasiados recuerdos del pelinegro de ojos verdes, y David lo entendía. Paso a paso, como acordaron, y para ser casi mediados de septiembre habían avanzado bastante.

-Iros a un hotel, puercos.- el moreno salió de su burbuja ante las palabras de Raúl mirándolos fijamente, riendo divertido cuando un adormilado Alex le sacó el dedo medio como respuesta. Sus amigos empezaron a reírse, caminando a la cocina para preparar unas pizzas de cenar.

Su mano siguió con las sutiles caricias en su pelo, sonriendo al ver la cara relajada del menor al por fin estar cómodo, estado producto por un vecino tocapelotas que anoche dio una fiesta en el piso de al lado con en volumen altísimo, imposibilitando el dormir.

Se acercó despacio, dejando un breve beso sobre su mejilla. El menor gruñó, ahora ocultándose en el cuello ajeno. Su respiración chocaba contra su piel, haciéndole sentir un hormigueo por su cuerpo.

-David, para.

-Pero si no hago nada.

-Cállate, así puedo dormir.

El mayor asintió, pero sin detenerse en las caricias en la cabeza ni los besos por su rostro, sonriendo orgulloso al ver el color rojo de sus mejillas aumentar. Miró al calendario, sintiendo su alegría crecer por momentos.

Dentro de una semana se celebrada un año conociendo a Alejandro.

Luz de luna// Fargexby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora